Secuestrando novias en Kirguistán
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martes, 22 de mayo de 2018
viernes, 18 de mayo de 2018
Zygmunt Bauman y la Modernidad Líquida
Zygmunt Bauman y la Modernidad Líquida
A través de la historia, diversas instituciones y estructuras sociales se mantuvieron intactas e incuestionables, donde los valores más relevantes se asociaban a la estabilidad, la unión y la tradición. Pero en nuestra realidad actual, estos valores, guías y estructuras se han disuelto, dando lugar a la Modernidad Líquida, concepto elaborado por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman.
La Modernidad Líquida es una categoría sociológica que sirve para definir el estado actual de nuestra sociedad. Bauman la define como una figura de cambio constante y transitoriedad, atada a factores educativos, culturales y económicos. La metáfora de la liquidez intenta demostrar la inconsistencia de las relaciones humanas en diferentes ámbitos, como en lo afectivo y en lo laboral. Las redes sociales juegan su parte en ello, ya que nos permiten conectarnos con todos, pero a la vez desconectarnos cuando queramos: un clic representa un muro o un puente en las relaciones humanas.
La sociedad líquida está en cambio constante, lo que genera una angustia existencial, donde parece no haber sentido cuando se trata de construir nuevas cosas, ya que el tiempo y la propia modernidad impulsarán su desintegración. Así nos encontramos como raza humana navegando los mares de la incertidumbre, sin saber cómo estará la economía mañana, si estallará una crisis o no, si contaremos con trabajo, si formaremos una familia, etcétera.
¿Por qué “Líquido”?
Los líquidos y los gases tienen la cualidad de la fluidez, que los distingue de los sólidos, que son elementos con forma definida y fija, mientras que los primeros sufren continuos cambios y no conservan con facilidad su forma. En este sentido, las “cosas líquidas” no se atan de ninguna forma al espacio ni al tiempo, son libres de fluir por donde quieran, pero siempre de manera momentánea. Los sólidos claramente no cuentan con la libertad de fluir y no se desplazan con facilidad, son fijos y tienen una forma definida y son perdurables: sí ocupan un espacio y un tiempo.
La liquidez es por tanto, una clara representación de nuestra realidad actual. En la vida todas las cosas fluyen, se desplazan, se desbordan, se filtran y gotean, siempre por un periodo de tiempo limitado y sin ocupar un espacio concreto y definido. Es por ello que Bauman adopta el concepto de “liquidez” como una alegoría de la naturaleza, que representa además una nueva fase de la historia humana.
Los conflictos que la liquidez muestra en el mundo laboral
En su teoría, Bauman expone que uno de los ámbitos más afectados por la Modernidad Líquida es el laboral. Las personas ya no ingresan a un trabajo sabiendo cuándo se retirarán, sino que eso depende de las reglas del mercado y por tanto, es incierto. No sucede como antes, cuando una persona comenzaba a trabajar en una compañía en la que permanecía hasta retirarse: el mercado actual exige renovación y cambios desde la propia empresa, pero también desde las necesidades profesionales.
A nivel laboral hay que estar capacitado para cumplir diferentes funciones y movilizarse para enfrentarse a nuevos desafíos. Un empleo ya no es suficiente para crear una carrera profesional, es necesario experimentar distintas labores en diferentes puestos y compañías para poder aprender más y destacarse por sobre los demás. El individualismo y el egoísmo es también determinante en el campo profesional, lo que ha llevado a una preferencia por los trabajos particulares por sobre los trabajos en equipo.
Los cambios constantes y las exigencias cada vez más limitantes del mercado laboral atemorizan a los trabajadores, que no pueden seguir el ritmo vertiginoso de la Modernidad Líquida, quienes muchas veces quedan rezagados y no sirven como sujetos funcionales al sistema laboral actual.
La identidad del hombre y el problema de las relaciones
La búsqueda de la identidad es otra de las problemáticas que presenta la Modernidad Líquida. El trabajo de construirse a sí mismo como sujeto conlleva mucho tiempo y gira en torno a determinadas tradiciones y creencias, que funcionan como un eje central en la vida. Debido a la fugacidad de los valores actuales, esta identidad se construye en cimientos débiles, causando fragilidad y desarraigo en las personas.
Surge de esta forma una nueva identidad flexible, que puede adaptarse a diferentes escenarios y personas, pero que ya no se relaciona con la construcción de un “yo”, sino que es en función a los demás, lo que genera en los sujetos una fuerte dependencia para con los otros y las expectativas de estos, que deberán ser cumplidas.
Las relaciones humanas han sido el ámbito más afectado por la Modernidad Líquida, donde los roles sociales y las instituciones han cambiado para siempre, bajo el lema de uniones más libres y sin ataduras. El matrimonio como institución es un riesgo que pocas personas se animan a tomar: ahora pocas personas quieren comprometerse a largo plazo. El egoísmo reinante no permite generar verdaderos lazos, por el miedo a perder libertad.
La idea del “use y tire” que nos ha otorgado el consumismo se desplaza a las relaciones, donde no hay tiempo para reciclar, ni seguir usando cosas obsoletas, o en propias palabras del sociólogo: “La vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos con breves e indoloros finales”. El miedo a profundizar por perder poder de elección ata a las personas, quienes cada día se encuentran más solas.
El amor líquido en Tinder
Muy poco tienen que ver las relaciones de nuestros abuelos con la nuestra. Miedo al compromiso, relaciones de una noche, desengaños amorosos... A muchos jóvenes (y no tan jóvenes) esto puede resultarles conocido.
Para Zygmunt Bauman, estas relaciones son las que dan nombre a su concepto de amor líquido. Según su patrón, el miedo al compromiso y a las cosas a las que hay que renunciar, como la libertad, son la razón principal por la cual existe este miedo a comprometerse y a darlo todo por una pareja.
Las relaciones amorosas acaban convirtiéndose en breves episodios, en los que priva la búsqueda del beneficio personal. Cuando una pareja deja de ser rentable, se deja de lado y se busca una nueva.
Ni más ni menos que la filosofía de Tinder. Historias de amor para siempre han ocurrido gracias a la aplicación de búsqueda de parejas, aunque la mayoría de usuarios desliza rostros en su pantalla hasta encontrar el indicado para pasar la noche.
Ciudadanos del mundo
Hoy es bastante común entre los jóvenes de clase media hacer un viaje por América Latina, Nueva Zelanda o el Sudeste Asiático, con el objetivo de romper con las barreras y ser testigos de realidades distintas a las de su país de origen.
La realidad líquida de Bauman describe precisamente este escenario, que invita al movimiento, al flujo y a la búsqueda de nuevas experiencias, pero sin echar raíces en ningún lugar. Son ciudadanos del mundo pero de ningún lugar al mismo tiempo.
No más trabajos para toda la vida
Esta filosofía basada en la búsqueda de nuevas experiencias y ser ciudadano del mundo también se ve reflejada en el ámbito laboral dentro de la sociedad líquida.
Nuestros abuelos y padres entraron a trabajar en una empresa cuando terminaron el colegio, y se jubilaron en el mismo lugar 40 años después.
Las personas no quieren ataduras ni en el amor ni en el trabajo, según Bauman.
En la actualidad, no existe el llamado trabajo de nuestra vida. Los empleos son cambiantes y el mercado actual necesita renovaciones dentro de las empresas cada poco tiempo.
Por otro lado, Bauman identifica en sus obras la necesidad de cambio en los trabajadores, a los que se les reclama cada día más volatilidad y capacidad de trabajo en diferentes áreas.
Las empresas buscan a personas volubles, con capacidad de reinventarse y que puedan viajar a otra ciudad cuando sea necesario. Personas que lo den todo en el trabajo aún sabiendo que pueden ser reemplazadas en cualquier momento si no cumplen con las expectativas.
El reto de la educación en un mundo líquido
"Aún debemos aprender el arte de vivir en un mundo sobresaturado de información. Y también debemos aprender el aún mas difícil arte de preparar a las próximas generaciones para vivir en semejante mundo".
La crisis económica que azotó las instituciones financieras y las economías de medio mundo en 2008 cambió la forma de pensar de muchos jóvenes.
Antes de la crisis, la sociedad estaba convencida de que unos buenos estudios derivarían en buenas oportunidades laborales. Pero a partir de 2008, todo se puso del revés. Los que han conseguido trabajo, tienen que reinventarse cada poco tiempo y afrontar nuevos retos constantemente. Otros muchos graduados están trabajando en puestos por debajo de su formación, y muchos ni siquiera han accedido al mercado laboral.
En el libro Sobre la educación en un mundo líquido, Zygmunt Bauman conversa con el educador Ricardo Mazzeo sobre la pérdida de credibilidad de las bases de la educación tradicional, la cual se perfila como algo anticuado por no proveer a los jóvenes las herramientas necesarias para encontrar un trabajo.
La era del consumismo
Los que se compraron el iPhone 3G hace 10 años se sintieron los amos del mundo. Tenían en sus manos un producto único en el mercado en ese momento, el cual marcó una diferencia en el uso de los smartphones.
En la era del consumismo, lo importante no es conservar objetos, sino renovarlos constantemente.
En la actualidad, el que conserve un iPhone 3G no podrá ni hablar por WhatsApp. Más de 8 modelos han actualizado la primera versión de los teléfonos de Apple.
La era consumista que vivimos en la actualidad se basa en la ferviente necesidad de sacar nuevos productos en el mercado que saciar las ansias de renovación de la sociedad.
Los productos duraderos ya no son importantes, en esta era priva lo efímero y lo nuevo para sorprender a los compradores.
El consumismo no gira en torno a la satisfacción de deseos, sino a la incitación del deseo de deseos siempre nuevos.
En esta realidad líquida, lo importante no es conservar los objetos, sino renovarlos constantemente para contentar el espíritu consumista. Lo que es más, los consumos pasan a ser más "momentos" que objetos físicos.
La realidad líquida angustia a las personas al carecer de algo fijo y duradero.
La consecuencia principal del mundo opuesto a lo sólido crea ansiedad en las personas, según Bauman. La necesidad de reinventarse en el empleo provoca que muchos trabajadores se queden atrás y que no cumplan con los requisitos necesarios en la actualidad.
Además, la necesidad de relacionarse choca frontalmente con la falta de compromiso y el miedo a perder a la libertad. En la sociedad actual, no podemos aferrarnos a nada, porque todo es cambiante y efímero. Todo es líquido, y la posibilidad de perderlo todo es más que probable.
A través de la historia, diversas instituciones y estructuras sociales se mantuvieron intactas e incuestionables, donde los valores más relevantes se asociaban a la estabilidad, la unión y la tradición. Pero en nuestra realidad actual, estos valores, guías y estructuras se han disuelto, dando lugar a la Modernidad Líquida, concepto elaborado por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman.
La Modernidad Líquida es una categoría sociológica que sirve para definir el estado actual de nuestra sociedad. Bauman la define como una figura de cambio constante y transitoriedad, atada a factores educativos, culturales y económicos. La metáfora de la liquidez intenta demostrar la inconsistencia de las relaciones humanas en diferentes ámbitos, como en lo afectivo y en lo laboral. Las redes sociales juegan su parte en ello, ya que nos permiten conectarnos con todos, pero a la vez desconectarnos cuando queramos: un clic representa un muro o un puente en las relaciones humanas.
La sociedad líquida está en cambio constante, lo que genera una angustia existencial, donde parece no haber sentido cuando se trata de construir nuevas cosas, ya que el tiempo y la propia modernidad impulsarán su desintegración. Así nos encontramos como raza humana navegando los mares de la incertidumbre, sin saber cómo estará la economía mañana, si estallará una crisis o no, si contaremos con trabajo, si formaremos una familia, etcétera.
¿Por qué “Líquido”?
Los líquidos y los gases tienen la cualidad de la fluidez, que los distingue de los sólidos, que son elementos con forma definida y fija, mientras que los primeros sufren continuos cambios y no conservan con facilidad su forma. En este sentido, las “cosas líquidas” no se atan de ninguna forma al espacio ni al tiempo, son libres de fluir por donde quieran, pero siempre de manera momentánea. Los sólidos claramente no cuentan con la libertad de fluir y no se desplazan con facilidad, son fijos y tienen una forma definida y son perdurables: sí ocupan un espacio y un tiempo.
La liquidez es por tanto, una clara representación de nuestra realidad actual. En la vida todas las cosas fluyen, se desplazan, se desbordan, se filtran y gotean, siempre por un periodo de tiempo limitado y sin ocupar un espacio concreto y definido. Es por ello que Bauman adopta el concepto de “liquidez” como una alegoría de la naturaleza, que representa además una nueva fase de la historia humana.
Los conflictos que la liquidez muestra en el mundo laboral
En su teoría, Bauman expone que uno de los ámbitos más afectados por la Modernidad Líquida es el laboral. Las personas ya no ingresan a un trabajo sabiendo cuándo se retirarán, sino que eso depende de las reglas del mercado y por tanto, es incierto. No sucede como antes, cuando una persona comenzaba a trabajar en una compañía en la que permanecía hasta retirarse: el mercado actual exige renovación y cambios desde la propia empresa, pero también desde las necesidades profesionales.
A nivel laboral hay que estar capacitado para cumplir diferentes funciones y movilizarse para enfrentarse a nuevos desafíos. Un empleo ya no es suficiente para crear una carrera profesional, es necesario experimentar distintas labores en diferentes puestos y compañías para poder aprender más y destacarse por sobre los demás. El individualismo y el egoísmo es también determinante en el campo profesional, lo que ha llevado a una preferencia por los trabajos particulares por sobre los trabajos en equipo.
Los cambios constantes y las exigencias cada vez más limitantes del mercado laboral atemorizan a los trabajadores, que no pueden seguir el ritmo vertiginoso de la Modernidad Líquida, quienes muchas veces quedan rezagados y no sirven como sujetos funcionales al sistema laboral actual.
La identidad del hombre y el problema de las relaciones
La búsqueda de la identidad es otra de las problemáticas que presenta la Modernidad Líquida. El trabajo de construirse a sí mismo como sujeto conlleva mucho tiempo y gira en torno a determinadas tradiciones y creencias, que funcionan como un eje central en la vida. Debido a la fugacidad de los valores actuales, esta identidad se construye en cimientos débiles, causando fragilidad y desarraigo en las personas.
Surge de esta forma una nueva identidad flexible, que puede adaptarse a diferentes escenarios y personas, pero que ya no se relaciona con la construcción de un “yo”, sino que es en función a los demás, lo que genera en los sujetos una fuerte dependencia para con los otros y las expectativas de estos, que deberán ser cumplidas.
Las relaciones humanas han sido el ámbito más afectado por la Modernidad Líquida, donde los roles sociales y las instituciones han cambiado para siempre, bajo el lema de uniones más libres y sin ataduras. El matrimonio como institución es un riesgo que pocas personas se animan a tomar: ahora pocas personas quieren comprometerse a largo plazo. El egoísmo reinante no permite generar verdaderos lazos, por el miedo a perder libertad.
La idea del “use y tire” que nos ha otorgado el consumismo se desplaza a las relaciones, donde no hay tiempo para reciclar, ni seguir usando cosas obsoletas, o en propias palabras del sociólogo: “La vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos con breves e indoloros finales”. El miedo a profundizar por perder poder de elección ata a las personas, quienes cada día se encuentran más solas.
El amor líquido en Tinder
Muy poco tienen que ver las relaciones de nuestros abuelos con la nuestra. Miedo al compromiso, relaciones de una noche, desengaños amorosos... A muchos jóvenes (y no tan jóvenes) esto puede resultarles conocido.
Para Zygmunt Bauman, estas relaciones son las que dan nombre a su concepto de amor líquido. Según su patrón, el miedo al compromiso y a las cosas a las que hay que renunciar, como la libertad, son la razón principal por la cual existe este miedo a comprometerse y a darlo todo por una pareja.
Las relaciones amorosas acaban convirtiéndose en breves episodios, en los que priva la búsqueda del beneficio personal. Cuando una pareja deja de ser rentable, se deja de lado y se busca una nueva.
Ni más ni menos que la filosofía de Tinder. Historias de amor para siempre han ocurrido gracias a la aplicación de búsqueda de parejas, aunque la mayoría de usuarios desliza rostros en su pantalla hasta encontrar el indicado para pasar la noche.
Ciudadanos del mundo
Hoy es bastante común entre los jóvenes de clase media hacer un viaje por América Latina, Nueva Zelanda o el Sudeste Asiático, con el objetivo de romper con las barreras y ser testigos de realidades distintas a las de su país de origen.
La realidad líquida de Bauman describe precisamente este escenario, que invita al movimiento, al flujo y a la búsqueda de nuevas experiencias, pero sin echar raíces en ningún lugar. Son ciudadanos del mundo pero de ningún lugar al mismo tiempo.
No más trabajos para toda la vida
Esta filosofía basada en la búsqueda de nuevas experiencias y ser ciudadano del mundo también se ve reflejada en el ámbito laboral dentro de la sociedad líquida.
Nuestros abuelos y padres entraron a trabajar en una empresa cuando terminaron el colegio, y se jubilaron en el mismo lugar 40 años después.
Las personas no quieren ataduras ni en el amor ni en el trabajo, según Bauman.
En la actualidad, no existe el llamado trabajo de nuestra vida. Los empleos son cambiantes y el mercado actual necesita renovaciones dentro de las empresas cada poco tiempo.
Por otro lado, Bauman identifica en sus obras la necesidad de cambio en los trabajadores, a los que se les reclama cada día más volatilidad y capacidad de trabajo en diferentes áreas.
Las empresas buscan a personas volubles, con capacidad de reinventarse y que puedan viajar a otra ciudad cuando sea necesario. Personas que lo den todo en el trabajo aún sabiendo que pueden ser reemplazadas en cualquier momento si no cumplen con las expectativas.
El reto de la educación en un mundo líquido
"Aún debemos aprender el arte de vivir en un mundo sobresaturado de información. Y también debemos aprender el aún mas difícil arte de preparar a las próximas generaciones para vivir en semejante mundo".
La crisis económica que azotó las instituciones financieras y las economías de medio mundo en 2008 cambió la forma de pensar de muchos jóvenes.
Antes de la crisis, la sociedad estaba convencida de que unos buenos estudios derivarían en buenas oportunidades laborales. Pero a partir de 2008, todo se puso del revés. Los que han conseguido trabajo, tienen que reinventarse cada poco tiempo y afrontar nuevos retos constantemente. Otros muchos graduados están trabajando en puestos por debajo de su formación, y muchos ni siquiera han accedido al mercado laboral.
En el libro Sobre la educación en un mundo líquido, Zygmunt Bauman conversa con el educador Ricardo Mazzeo sobre la pérdida de credibilidad de las bases de la educación tradicional, la cual se perfila como algo anticuado por no proveer a los jóvenes las herramientas necesarias para encontrar un trabajo.
La era del consumismo
Los que se compraron el iPhone 3G hace 10 años se sintieron los amos del mundo. Tenían en sus manos un producto único en el mercado en ese momento, el cual marcó una diferencia en el uso de los smartphones.
En la era del consumismo, lo importante no es conservar objetos, sino renovarlos constantemente.
En la actualidad, el que conserve un iPhone 3G no podrá ni hablar por WhatsApp. Más de 8 modelos han actualizado la primera versión de los teléfonos de Apple.
La era consumista que vivimos en la actualidad se basa en la ferviente necesidad de sacar nuevos productos en el mercado que saciar las ansias de renovación de la sociedad.
Los productos duraderos ya no son importantes, en esta era priva lo efímero y lo nuevo para sorprender a los compradores.
El consumismo no gira en torno a la satisfacción de deseos, sino a la incitación del deseo de deseos siempre nuevos.
En esta realidad líquida, lo importante no es conservar los objetos, sino renovarlos constantemente para contentar el espíritu consumista. Lo que es más, los consumos pasan a ser más "momentos" que objetos físicos.
La realidad líquida angustia a las personas al carecer de algo fijo y duradero.
La consecuencia principal del mundo opuesto a lo sólido crea ansiedad en las personas, según Bauman. La necesidad de reinventarse en el empleo provoca que muchos trabajadores se queden atrás y que no cumplan con los requisitos necesarios en la actualidad.
Además, la necesidad de relacionarse choca frontalmente con la falta de compromiso y el miedo a perder a la libertad. En la sociedad actual, no podemos aferrarnos a nada, porque todo es cambiante y efímero. Todo es líquido, y la posibilidad de perderlo todo es más que probable.
lunes, 7 de mayo de 2018
La Cuestión Social y la Modernidad
La “cuestión social”
En el transcurso del siglo XIX en
Europa, junto al crecimiento de las grandes ciudades y de la población,
empeoraban las condiciones de vida de la mayoría de las personas. El declive de
los valores comunitarios y la sensación de desarraigo y aislamiento, agravaban
las condiciones de los trabajadores: hambrunas, epidemias, hacinamiento, mala
calidad de vida en general.
No era lo mismo trabajar dispersos, en
el campo, que trabajar hacinados y bajo el severo reglamento disciplinario de
la fábrica, que comenzaba a parecerse a la prisión. Las nuevas condiciones de
trabajo y de vida, que implicaron el tránsito de la vida rural a la vida
urbana, marcaron el comienzo de un proceso de degradación de la situación
obrera.
La pérdida del marco de la comunidad
campesina y el brusco aumento de la población, fueron creando una mayor
complejidad de las relaciones sociales. Desde el siglo XVIII comienza a usarse
el concepto “cuestión social” para ponerle nombre al problema de la pobreza. El
pauperismo fue la manifestación más flagrante del divorcio entre los derechos
formales de ciudadanía y un orden económico que significaba miseria y
degradación social para amplios sectores de la población. El descontento de los
trabajadores de las primeras generaciones industriales comenzó a expresarse en
distintas formas de protesta social: la destrucción de máquinas, las huelgas,
el sindicalismo y el cooperativismo.
¿Cómo volver a introducir el orden en
medio del desorden? ¿Cómo reconstruir vínculos de integración en la nueva y
compleja sociedad industrial en donde los lazos sociales que ligan al individuo
con la comunidad están rotos?
Con este problema, el eje vertebrador de
la sociología moderna es la pregunta por el orden social. Detrás de un
pensamiento que busca captar “el significado total del mundo en su conjunto”
también hay una búsqueda de respuestas a preguntas existenciales. Pues bien,
¿cómo responder a los conflictos planteados por la ruptura de las formas
tradicionales de asociación? ¿Cómo recomponer el orden y la unión de las
sociedades cuando desaparecían los elementos integradores? ¿Cuáles son las
ideas que sirven de base a la sociología? Según el enfoque adoptado, tendremos
distintas respuestas a las nuevas cuestiones sociales. Al mismo tiempo, debemos
tener en cuenta que el desarrollo de un campo de conocimiento nunca es un
fenómeno autónomo. Las producciones teóricas siempre dependieron de las
condiciones históricas y sociales en que tuvieron lugar.
La condición obrera. El
caso de Inglaterra
En el siglo XIX, la calidad de vida de
la mayoría de las personas empeoró sustancialmente.
En el contexto de la Revolución
Industrial, los trabajadores se vieron obligados a movilizarse del campo a la
ciudad. La explotación de la mano de obra se manifestó en distintos planos:
La jornada laboral duraba lo que duraba
la luz del día. Cuando apareció el alumbrado artificial, el horario se
incrementó, en algunos casos hasta las 15 horas.
Los salarios eran, en general, muy
bajos. No siempre se pagaba con dinero y a veces se pagaba con “vales” que
servían para comprar sólo en determinadas tiendas.
Se prefería el trabajo de la mujer y del
niño (bajos salarios y menor conflictividad).
Los barrios alrededor del núcleo urbano
estaban en pésimas condiciones (sin agua ni luz).
La situación era denigrante. Mientras el
proletariado urbano iba creciendo, aparece en Inglaterra, una de las
expresiones de protesta de los trabajadores: el ludismo.
El ludismo
El ludismo (que debe su nombre a Ned
Ludd) se llamó a la forma de lucha que adoptó la primera generación de obreros
industriales ingleses, caracterizada por la destrucción de las máquinas. Los
trabajadores amenazaban con destruir las fábricas. Éstas eran vistas como la
fuente de todos sus males.
Pauperismo: tendencia a la polarización
económica, por la cual los sectores pobres se van haciendo cada vez más pobres
y se concentra la riqueza.
Modernidad y expansión
del capitalismo
Con el siglo XVI comienza una nueva era,
la Edad Moderna, en la que Europa expande su dominio por todo el globo
terrestre. Esta expansión provoca inmensas transformaciones en todos los planos
de la vida. El concepto de "hombre civilizado", producto de las velocidades
de cambio en Europa, será construido a partir del predominio de lo
"cultural" sobre lo "natural", y de la "razón"
sobre los "instintos". La irrefrenable expansión del capitalismo llevó
a las potencias europeas a conquistar otros continentes que fueron subordinados
a la nueva lógica del capital. La economía rompió los límites que la
aprisionaban hasta conformar un mercado y un comercio mundial. Esto trajo aparejado,
a su vez, el desarrollo de la navegación y las comunicaciones e inauguró el ciclo
histórico del colonialismo.
En plena fase industrial, los países
centrales se vieron obligados a avanzar frente a las demás potencias por la
propia lógica de la competencia. Con la búsqueda de nuevos mercados, surge la
división entre países industrializados y subdesarrollados (o coloniales). Estos
últimos son los que producen las materias primas para las economías
industriales.
Asimismo, la conquista de América,
África, Asia y Oceanía implicó la dominación de los pueblos coloniales.
Ubicándose como hombre "civilizado", el conquistador blanco y europeo
asumía cierta "superioridad innata" frente a lo que consideraban las
"razas inferiores". Durante el siglo XIX se transformó al mundo y
unos pocos países europeos se convirtieron en economías industriales.
El progreso, que se consideraba
inevitable, es la palabra clave de esta época. Las nuevas tecnologías, las
nuevas fuentes de energía (carbón, electricidad y petróleo), el desarrollo de
la industria química, la revolución en los transportes (ferrocarriles y barcos
a vapor) y en las comunicaciones (telégrafo, radio, teléfono, periódicos,
cinematógrafo) imprimieron al clima de época un tono optimista. El progreso
técnico estaba allí; bastaba recorrer las Exposiciones Universales organizadas
en las grandes capitales europeas que exhibían las innovaciones. Sin embargo,
con un tono más escéptico y pesimista, también aparecieron durante el siglo XIX
los teóricos críticos del capitalismo que interrogaron y pusieron en duda los
progresos de la modernidad. La técnica no parecía liberar al hombre, sino que
imprimía una deshumanización del trabajo en la fábrica. La progresiva
mecanización y la división del trabajo provocaron una ruptura en la relación
entre el trabajador y la actividad productiva global. EI trabajo se redujo a
una función parcializada y repetida mecánicamente.
La máquina se introdujo dentro del
“alma” del trabajador. Y el cuerpo fue construido a partir de la maquinización:
el autómata, el hombre como un engranaje más de la maquinaria, el obrero
“chaplinesco” de la cadena de montaje que muestra la película Tiempos Modernos.
El resultado es obvio: el enfrentamiento
entre el hombre y su mundo social. Vale decir que el desarrollo del capitalismo
y, con él, de una economía-mundo, generó una serie de antagonismos y conflictos
sociales.
Esto dio origen al “problema social”,
preocupación del siglo XIX, y a la sociología como disciplina autónoma.
Secularización y
desacralización del mundo: ciencia, razón y sentido
El conocimiento científico de la nueva
sociedad vino a desplazar el lugar de la fe religiosa en el conocimiento,
liberando a la razón de la fe. El lugar que ocupaban los ritos, la religiosidad
y la ideología de la comunidad en el mundo premoderno fue reemplazado por otros
ideales: la fe en el progreso, la ciencia, el individualismo, la competitividad
y el laicismo. A partir de la separación de la Iglesia del Estado, las
creencias religiosas pasaban a la esfera privada del individuo para ser
ejercidas con libertad.
Todo lo que proviniera del mundo feudal
parecía ensombrecer las luces de la ciencia.
El Iluminismo expresa esta visión del
mundo: había que desmitificar el mundo, liberarlo de la magia y del mito, a
través de la razón. La superioridad del hombre residiría, a partir de entonces,
en la razón como nuevo dios laico, y el saber que no conoce límites.
Con la caída del sistema feudal, pierden
importancia los valores trascendentales, y se resquebrajan viejos hábitos y
modos de vida.
Se trata de un proceso de
desacralización, de desencantamiento (pérdida del halo sagrado presente en el
mundo premoderno, fundado en la religiosidad). En el mundo moderno, lo que
importa principalmente es acceder a saberes operativos, que son fundamentales
en una sociedad industrial para alcanzar la eficiencia económica. Es en este
contexto en que surge la sociología como producto teórico de los conflictos y
avances de la modernidad y el nuevo sistema capitalista.
viernes, 4 de mayo de 2018
Pensar la sociedad
Pensar la sociedad
¿Qué es la sociedad? ¿Puede una sociedad
pensar o reflexionar sobre sí misma? ¿EI hombre puede comprender su propia
realidad social? ¿Qué te parece? ¿Actuamos libremente o estamos movidos por
fuerzas sociales ajenas a nuestro control?
La construcción de una identidad ¿es el
producto de es el resultado de la acción libre de los sujetos o es el producto
de una imposición de la sociedad?
Algunos dicen que cada pueblo tiene el
gobierno que se merece. ¿Por qué en toda sociedad hay un orden donde unos
mandan y otros obedecen? ¿Vivimos actualmente en una sociedad mediática? ¿Crees
que sólo podemos conocer la realidad a través de los medios de comunicación?
¿Qué es la globalización? ¿Cuáles son los mecanismos por los cuales la sociedad
está cambiando? ¿Qué consecuencias pueden tener estos cambios para nosotros?
¿Qué es la sociología?
"¿Sabría
que estoy preso en el mundo y que estoy situado en él, si verdaderamente estuviera
preso y situado en él?" -Maurice Merleau-Ponty
La sociología es una disciplina difícil
de aferrar a un único punto de vista. Más bien hay distintas tradiciones o
teorías sociológicas. Aquí nos interesa dar cuenta del carácter pluralista y
abierto de una disciplina en movimiento y en permanente elaboración.
¿Cuál es el objeto de
la sociología?
La sociología se propone la comprensión
del mundo social, que es construido cotidianamente por los hombres y mujeres,
al mismo tiempo que ellos son influidos por él. Este mundo social no es de una
vez y para siempre, sino que está en constante cambio. La realidad social es
relacional: lo que existe son las relaciones, que no se distinguen a primera
vista, a diferencia de los individuos o de los grupos.
La sociología se ocupa de la sociedad
como sistema de relaciones sociales. En general, uno se acostumbra a pensar
concretamente en los sujetos aislados, y no como productos de la sociedad en la
que viven. Sin embargo, hasta nuestra manera de
pensar tiene una razón. Somos portadores de una historia y la fabricamos
en nuestras relaciones sociales. ¿Cuál es la relación entre sujeto y sociedad?
Pues bien, hagamos una doble lectura: la sociedad hace a los hombres tanto como
los hombres hacen su propia historia, aunque no la hacen bajo condiciones elegidas
por ellos. El sociólogo francés Pierre Bourdieu afirma que en el mundo social
existen estructuras objetivas, independientes de la conciencia y de la voluntad
de los sujetos, que son capaces de orientar o de coaccionar sus prácticas o sus
representaciones.
Las personas suelen actuar sobre la base
del "sentido común”, sus actos suponen una serie de valores que llevan
incorporados y no perciben inmediatamente las consecuencias de sus acciones.
Así, la mayoría de los actos sociales se encuentran desprovistos de su propia
autorreflexión.
Por otra parte, los miembros de una
sociedad tienen miradas muy diversas sobre la realidad, y sobre sus relaciones
y nexos sociales. Vivimos en una sociedad cuyo funcionamiento total no comprendemos,
pero cuyas consecuencias nos afectan. El mundo cambia. Las pautas de vida cambian.
Todo sucede demasiado rápido. La sociología intenta comprender estos cambios.
La
sociología: una ciencia perturbadora
“La
sociología es una ciencia que incomoda porque, como toda ciencia devela cosas
ocultas, y que en este caso, se trata de cosas que ciertos individuos o ciertos
grupos sociales prefieren esconder o esconderse porque ellas perturban sus
convicciones o sus intereses. La ciencia social, como toda ciencia, está
construida contra el sentido común, contra las apariencias primeras.” –Pierre Bourdieu
¿Qué estudia la sociología?
Por Alain Touraine, Introducción a la
sociología (1978)
“El
sociólogo no observa la realidad social, sino unas prácticas sociales. Su
situación no es distinta de la situación en que se encuentra un historiador
cuando examina unos documentos. Entre el sociólogo y el objeto de su estudio,
se interpone un conjunto de interpretaciones e intervenciones. Siempre sueña
con unas situaciones salvajes en las que las relaciones sociales se
presentarían al desnudo, sin hallarse recubiertas por unas formas
institucionales o por la retórica de un discurso. Ama, por ejemplo, las
ciudades en que la riqueza aparece junto a la miseria, sin perspectivas
monumentales y sin restos del pasado que oculten la división de las clases
sociales y los géneros de vida. Pero nunca puede abordar unas relaciones
sociales que no están controladas, interpretadas y gobernadas.
Lo más
fácil es criticar el discurso oficial que una sociedad ofrece acerca de sí
misma. Algo más difícil es distanciarse suficientemente de las categorías por
las que una sociedad presenta su experiencia y se sitúa con respecto a las
demás. Todos nos acostumbramos a considerar como “normales” o como el producto
de una larga evolución histórica las formas de nuestras ciudades, las
decisiones administrativas y las formas de autoridad.
Hemos de
volver, pues, a la obsesionante pregunta: ¿cuál es el objeto de la sociología?
Respuesta: “las relaciones sociales”. La sociedad es una palabra tan vacía de
sentido para el sociólogo como puede serlo la palabra “vida” para el biólogo.
De ahí que, si el objeto de la sociología no es la sociedad, todavía lo es
menos unos pedazos de sociedad: política, religión, familia, trabajo y todas
las abstracciones de las que tiene necesidad la práctica social y cuyas
representaciones multiplican las ideologías, pero que se limitan a copiar la
organización social en lugar de explicarla. Las relaciones sociales, todas las
relaciones sociales, por diferentes que sean unas de otras, porque el objeto de
la sociología no es una cosa sino una operación: hacer que aparezcan las
relaciones detrás de las situaciones.”
No hay postulados universales, sino
construcciones históricas y sociales.
Las ideas sobre la familia, sobre la
mujer y el hombre, sobre la democracia, son formas que cristalizaron en algún
momento histórico porque ciertos actores y su discurso predominaron sobre
otros. Estas ideas se convierten, para la sociología, en objeto de estudio.
Cuestiona el supuesto conocimiento, el sentido común. El sociólogo tratará de
no contaminar con sus valores la práctica de su conocimiento, pero no significa
que los suprima. La ciencia se encuentra en medio de relaciones de poder y las
prácticas de poder condicionan la producción científica. Como señala Wright
Mills, no hay modo de que un investigador social pueda evitar hacer juicios de
valor e implicarlos en el conjunto de su trabajo. El investigador social no se
ve a sí mismo como un ser autónomo situado fuera de la sociedad.
Cuando nacen, las personas no eligen una
particular forma de vida, sino que se insertan en una sociedad determinada, que
las inducen a aceptar un modelo de comportamiento y que controla aspectos
cruciales de su existencia cotidiana. El "deber ser" se trasmite
institucionalmente en la vida social. El modelo de familia hoy es muy diferente
al de, por ejemplo, cien años atrás. Que prevalezca un común denominador no
significa que no existan ni hayan existido otros estilos de pensar, sentir y
vivir.
Así, por ejemplo, en un momento histórico
y cultural particular, hubo una propensión de la comunidad afroamericana a
dedicarse al jazz, pero esto no es genético. No podemos aseverar que los
afroamericanos estarían dotados "naturalmente" para hacer jazz. En la
sociedad contemporánea, el mapa cultural es muy complejo; las identidades políticas,
étnicas, religiosas, sexuales, se multiplican y transforman.
Cuando el mundo se transforma, empieza a
quebrarse el pacto entre el mundo y los sujetos. Se pierde la sensación de
seguridad que se tiene ante lo cotidiano y lo conocido.
Orígenes de la
sociología
Hay muchas discusiones sobre el origen
de la sociología. Su comienzo suele ubicarse en la primera mitad del siglo XIX.
¿Pero por qué en ese momento y no, por ejemplo, durante el Imperio Romano?
Fundamentalmente por la amplitud de las transformaciones económicas y sociales
surgidas en Europa y su expansión en el resto del mundo. La Revolución Francesa
y la Revolución Industrial en Inglaterra, contribuyeron a romper los lazos
sociales y de autoridad premodernos o precapitalistas, crearon una nueva
sociedad, y toda una concepción de la vida y del hombre.
“Ciencia de la crisis”, la sociología es
un auténtico producto del siglo XIX y del mundo convulsionado por las profundas
modificaciones que provocó la industrialización. El nacimiento de una sociedad
moderna, tras el resquebrajamiento del Antiguo Régimen y la sociedad feudal,
produjo una gran preocupación en torno al cómo recuperar la estabilidad y el
orden social. Surgen las naciones, los Estados centralizados, una nueva
organización del poder y se expande el capitalismo. En sus orígenes la
sociología aparece vinculada a una situación de crisis de la sociedad europea y
sus fundadores, los franceses Saint-Simón y Augusto Comte, no sólo estaban
interesados en explicar las dificultades, sino en diseñar un orden social
estable.
La teoría social surge entonces con una
pretensión científica: explicar los cambios sociales que se produjeron en la
época de transición hacia la nueva sociedad industrial.
miércoles, 2 de mayo de 2018
Josep-Vincent Marqués: “No es natural” (1982)
“No es natural” (1982)
Josep-Vincent Marqués
Algunas formas de vida distintas de las
vigentes tienen gracia, indudablemente. Para mejor y para peor, las cosas
podrían ser de otra manera, y la vida cotidiana de cada uno y de cada una, así
como la de los “cadaunitos” sería bastante diferente. La persona lectora no
obtendrá de este libro recetas para cambiar la vida ni - sin que vayamos a
hilar demasiado fino sobre la cuestión- grandes incitaciones a cambiarla, pero
sí algunas consideraciones sobre el hecho de que las cosas no son
necesariamente, naturalmente, como son ahora y aquí. Saberlo le resultará útil
para contestar a algunos entusiastas del orden y del desorden establecidos, que
a menudo dicen que “es bueno y natural esto y aquello”, y poder decirles
educadamente “veamos si es bueno o no, porque natural no es”.
Consideremos un día en la vida del señor
Timoneda. Don Josep Timoneda i Martínez se ha levantado temprano, ha tomado su
utilitario para ir a trabajar a la fábrica, oficina o tienda, ha vuelto a casa
a comer un arroz cocinado por su señora, y más tarde ha vuelto de nuevo a casa,
después de un pequeño altercado con otro conductor a consecuencia de haberse
distraído pensando en si le ascienden o no de sueldo y categoría. Ya en casa,
ha preguntado a los críos, bostezando, por la escuela, ha visto un telefilme
sobre la delincuencia juvenil en California, se ha ido a dormir y, con ciertas
expectativas de actividad sexual, ha esperado a que su mujer terminara de
tender la ropa. Finalmente, se ha dormido pensando que el domingo irá con toda
la familia al apartamento. Lo último que recuerda es a su mujer diciéndole que
habrá que hablar seriamente con el hijo mayor porque ha hecho no se sabe qué
cosa.
Este es el inventario banal de un día
normal de un personaje normal. La vida, dicen. Pero ¡atención! Si este es un
día normal, es porque estamos en una sociedad capitalista con predominio
masculino, urbana, en una etapa que llaman sociedad de consumo y, dependiente
culturalmente de unos medios de comunicación de masas subordinados al
imperialismo. El personaje normal si la sociedad fuera otra, no tendría que ser
necesariamente un varón, cabeza de familia, asalariado, con una mujer que
cocina y cuida de la ropa, y con un televisor que pasa telefilmes
norteamericanos.
Hablando de José Timoneda Martínez,
consideremos ahora cómo incluso su nombre está condicionado por una red de
relaciones sociales. Oficialmente no se llama Josep Timoneda i Martínez sino
José Timoneda y Martínez, vuelve la cabeza cuando lo llaman Pepe, se cabrea en
silencio cuando es el jefe de personal quien le llama Timoneda sin el señor
delante, y enérgica y explícitamente cuando es un subordinado suyo quien lo
hace; insiste, o no, en hacerse llamar Pepe por una mujer según el aspecto que
ella tenga, y se siente bastante orgulloso de ser cabeza de familia, porque así
los niños han de nombrarlo según su cargo doméstico de “papá”. Hay mucho más,
sin embargo, en su nombre mismo. No diré simplemente que si hubiese nacido en
África quizá se llamaría Bambayuyu, que es un nombre muy sonoro y de un
exotismo justificable por la diferencia de lengua. No. Si salimos de nuestro
ámbito, que no naturalmente habría de componerse su nombre del nombre de un
santo de la Iglesia católica, de un primer apellido. Que trasmitirá a sus hijos
y que le vincula al padre de su padre, y un segundo que no transmitirá y que le
vincula al padre de su madre. Es solamente una forma. Podría llamarse Josep
hijo de Joan Timoneda o hijo de Empar Martínez, Timoneda Josep o tomar el
nombre de su origen y resultar Josep Timoneda de Borriana, o haber podido
elegir, al llegar a ser mayor, el nombre o cuál de los dos apellidos prefería
llevar adelante.
Podría ser de otra manera, pero ésta es
la que le ha correspondido, ya que vive aquí. Son costumbres. ¡Atención, sin
embargo! Hay quien dice que “son costumbres” como si, reconocido el carácter no
natural de las maneras de vivir, éstas fueran resultado de un puro azar, cuando
en realidad nos reenvían una y otra vez los datos fundamentales de la sociedad.
El nombre del señor Timoneda nos da pistas sobre la influencia de la Iglesia
católica y sobre el hecho de que los padres pintan más que los hijos, y el
padre más que la madre. Eso en el nombre solamente. Los actos cotidianos del
señor Timoneda nos proporcionan muchas más pistas.
El señor Timoneda podría haber pasado el
día de muchas otras maneras. Nada en su biología se lo impide. Podría haber
trabajado en su casa, si es que se puede hablar de casa al mismo tiempo a
propósito de un espacio de 90 m. en un sexto piso y a propósito de un edificio
que fue la casa de sus antepasados y sigue siendo taller. La mujer del señor
Timoneda podía haber estado haciendo parte de la faena del taller y el hijo
mayor también mientras aprende el oficio del padre. El más pequeño de los críos
podía haber pasado el día en la calle o en casa de otros vecinos, sin noticia
ni deseo de escuela alguna.
O bien, el señor Timoneda podía haber
pasado el día cocinando para la comunidad, por ser el día que le tocaba el
trabajo de la casa, mientras los demás trabajaban en el campo, en la granja o
en los talleres, grandes o pequeños, todos proporcionalmente a sus fuerzas y
habilidades; y hacia el atardecer reunirse todos para reírse ante una
televisión más divertida o para discutir ante emisiones más informativas.
O el señor Timoneda podía haber
trabajado aquel día doce horas - seis en las tierras del amo y seis en las que
el amo le dejaba cultivar directamente-, regresado a la barraca donde vive
amontonado con familiares diversos para comentar que el amo les había vendido
junto con las tierras y preguntarse qué tal sería el nuevo señor. O escuchar al
abuelo recitar historias, seguro de ser escuchado, seguro de ser el personaje
principal de la familia.
El día del señor Timoneda podía haber
sido, pues, muy distinto, y también el de las personas que le rodean. Sería un
error pensar que sólo podía haber sido distinto de haber nacido en otra época.
Con el nivel tecnológico actual son posibles diferentes formas de vida.
Esta pequeña introducción impresionista
a una sociología de la vida cotidiana insistirá siempre sobre esa misma idea:
que las cosas podrían ser -para bien y para mal- distintas. Dicho de otra
manera más precisa: que no podemos entender cómo trabajamos, consumimos,
amamos, nos divertimos, nos frustramos, hacemos amistades, crecemos o
envejecemos, si no partimos de la base de que podríamos hacer todo eso de
muchas otras formas.
A menudo, cuando se muere un pariente,
te atropella un coche, le toca la lotería a un obrero en paro, se casa una hija
o te hacen una mala jugada, la gente dice:
-¡Es la vida!
O bien: -Es ley de vida. Lo que hacemos
no es, sin embargo, La Vida. Muy pocas cosas están programadas por la biología.
Nos es preciso, evidentemente, comer, beber y dormir; tenemos capacidad de
sentir y dar placer, necesitamos afecto, y valoración por parte de los otros,
podemos trabajar, pensar y acumular conocimientos. Pero cómo se concrete, todo
eso depende de las circunstancias sociales en las que somos educados,
maleducados, hechos y deshechos. Qué y cuántas veces y a qué horas comeremos y
beberemos, cómo buscaremos o rechazaremos el afecto de los otros, qué escalas y
qué valores utilizaremos para calibrar amigos y enemigos, qué placeres nos
permitiremos y a cuáles renunciaremos, a qué dedicaremos nuestros esfuerzos
físicos y mentales, son cosas que dependen de cómo la sociedad -una sociedad que
no es nunca la única posible, aunque no sean posibles todas- nos las defina,
limite, estimule o proponga. La sociedad nos marca no sólo un grado de concepto
de satisfacción de las necesidades sino una forma de sentir esas necesidades y
de canalizar nuestros deseos.
Así, pensar una bomba nueva, desear una
lavadora de otro modelo, comer más a menudo platos variados aunque congelados,
valorar a los demás por el número de objetos que poseen y dedicar los esfuerzos
afectivos a asegurar el monopolio sentimental sobre una persona, no es más
“humano”, no es más “la vida”, no es más “natural” que pensar nuevos trucos de
magia recreativa, desear más sonrisas, hacer una fiesta el día en que sí comes
pollo-pollo o valorar a una persona porque tiene más capacidad de gozar que tú
y está dispuesta a enseñarte.
El amor, el odio, la envidia, la
timidez, la soberbia… son sentimientos humanos. Pero, ¿en qué cantidad y a
propósito de qué los gastaremos?, ¿es lo mismo odiar a los judíos que a los
subcontratistas de mano de obra?, ¿es igual envidiar ahora la casa con jardín y
pinada de un poderoso, cuando quedan pocos árboles, que cuando eso sólo
representaba un símbolo de poder o de prestigio?, ¿es igual amar a una persona
sometida que a una persona libre?, ¿se puede ser tímido del mismo modo en un
mundo donde es conveniente ser presentado para hablar con otro, que en una
sociedad donde todos se tutean, tratando de imponer una familiaridad que no
siempre deseamos?
“Nacer, crecer, reproducirse y morir”.
De acuerdo. Eso hacemos. Pero ¿acaso no importa cómo y cuándo naces, qué ganas
y qué pierdes al crecer, porqué reproduces y de qué, y con qué humor te mueres?
El señor Timoneda se levanta cuando el
satélite artificial se hace visible en el cielo de su ciudad. Antes de salir de
su cápsula matrimonial mira a su compañero, dormido todavía, y se coloca la
escafandra individual. Despierta a patadas a la mutante que le sirve de criada
y le da órdenes en inglés. Hoy es un día especial: la lotería estatal sortea
simultáneamente los quince que serán autorizados para procrear, los 1031 que se
someterán a las pruebas de la guerra bacteriológica y 62 viajes a los
carnavales de Río para dos personas y una mutante. Sale a la calle ya dentro de
su heteromóvil y choca enseguida con otro. Se matan los dos conductores y el
viudo del señor Timoneda es obligado a seguir la costumbre de suicidarse en la
pira funeraria. ¿Es natural eso?
Esa sociedad imaginaria resulta ser
capitalista, post-nuclear, despótica, de atmósfera precaria y homosexual,
neomachista. Es una sociedad posible. Podría ser anticipada proyectando y
acentuando los rasgos de la sociedad capitalista actual y suponiendo que
hubiese tenido lugar tras una rebelión feminista aplastada, una eclosión de la
homosexualidad reprimida acompañada de un explícito culto al macho.
La persona lectora tiene ante sí ahora
otra sociedad. ¿Es la única posible? Tal vez diga que no, porque personalmente
apuesta por el socialismo. ¿Pero qué socialismo? ¿Un socialismo donde sólo
cambie la forma de gestión del capitalismo? ¿Una sociedad igual a esta, excepto
en el precio más barato de los electrodomésticos?
¡Ah! Un poco de distancia respecto de su
entorno no le vendría nada mal al lector o a la lectora.
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