domingo, 25 de junio de 2017

Marx y la "Acumulación Originaria"


El capítulo XXIV del Primer Tomo de El Capital es posiblemente uno de los más famosos textos de Karl Marx.

Este texto debe servir para abrir la discusión;  en los veintitrés capítulos anteriores, Marx había hecho un extenso análisis del proceso de producción de la plusvalía, e igualmente había analizado cómo  se generó una lógica del mercado en el que dinero y mercancía se transforman en capital. Al llegar al capítulo XXIV Marx convierte toda esta información económica y la traslada al ámbito histórico: nos muestra la evolución del mercado capitalista en términos humanos, de pueblos, hombres, mujeres, niños, etc.

Sabemos que en el modo de producción capitalista la clase burguesa es la propietaria de los medios de producción. Pero ¿cómo llegaron esos medios a sus manos? Parte muy importante de ese proceso histórico es separar a los trabajadores de sus medios de producción: crear una clase de personas libres que se vean en la necesidad de vender su fuerza de trabajo. Lo que Marx definió como "acumulación originaria" de capital constituyó un proceso que precedió a la formación de la gran producción capitalista y separó de los medios de producción a los productores directos.

Dos aspectos históricos de este proceso son:

1) La quiebra de los campesinos y su transformación en individuos sin propiedad, jurídicamente libres, carentes de medios de subsistencia y, por lo tanto, obligados a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas. Este hecho fue esencial en las nuevas relaciones sociales que se dieron en el proceso de industrialización, pues permitió a los dueños de los talleres y fábricas disponer de abundante mano de obra procedente del campo con la que acrecentar a través de la plusvalía una riqueza que, reinvertida, multiplicó el desarrollo del capitalismo.

La acumulación de capital supuso la separación de los medios de producción (esencialmente la tierra) de los productores directos, los campesinos. En Inglaterra este proceso se realizó mediante las "leyes de cercamiento", que privaron a los agricultores tradicionales de los bienes comunes destinados al autoconsumo. Los nuevos propietarios pasaron a explotar las nuevas propiedades con una mentalidad capitalista.

2) La concentración de dinero en pocas manos, esencial en la creación y desarrollo de empresas industriales, por ejemplo, en la Inglaterra del siglo XVIII.

En Inglaterra, el proceso de la acumulación originaria del capital supuso la expropiación violenta de los campesinos, de cuyas tierras se apoderaron los grandes propietarios, quienes las convertían en pastizales para ovejas. Los campesinos desposeídos de sus tierras quedaban reducidos a la condición de personas carentes de bienes y, en ultima instancia, se veían obligados a someterse al trabajo bajo régimen capitalista. El gobierno dictaba leyes crueles contra las persones desamparadas, sin medios de subsistencia, que vagaban por todo el país; las empujaba hacia las nuevas empresas y las doblegaba a la disciplina cuartelaria del trabajo.

El saqueo de las colonias en América y África, los préstamos del Estado a las industrias que nacían, el sistema tributario y la política proteccionista también contribuyeron a que ciertas personas, sobre todo mercaderes, reunieran en sus manos grandes capitales. El Estado -que, para el pensamiento marxista es un aparato de la clase dominante- promulgaba leyes opresivas contra los expropiados, limitaba el salario de los obreros, establecía una prolongada jornada de trabajo. A este proceso corresponden también las leyes contra la vagancia: nadie puede quedar libre; el establecimiento de una sociedad capitalista necesita que la gente quede sujeta al trabajo para otro.

El proceso de la acumulación originaria del capital no se produjo al mismo tiempo ni el las mismas condiciones en los diversos países. En Inglaterra, Holanda y Francia, tuvo lugar en los siglos XVI—XVlll; en los países económicamente atrasados sucedió hacia el siglo XIX. En Rusia, el proceso se extendió a lo largo de los siglos XVII-XIX y culminó con la reforma campesina de 1861, que arruinó en masa a los campesinos, los dejó sin tierras y convirtió a gran número de ellos en proletarios.

A fines de 1842 Marx escribió un artículo en el que expuso su rechazo a la promulgación de una ley por la cual se prohibía a los campesinos de la zona del río Mosela recoger ramas caídas para utilizarlas como leña. De acuerdo con las antiguas costumbres campesinas, era perfectamente legítimo recoger la leña caída en el bosque o cultivar tierras desocupadas para y alimentar a los hijos hambrientos. Pero en un largo proceso entre los siglos XVI-XIX las tierras comunales, como los bosques, fueron privatizadas y cercadas. Antes, podían utilizarse los bosques para alimentar animales de los campesinos o sembrarlos. Las leyes fueron cambiando: los árboles pasaron a tener un propietario y se pasó a castigar el cortar madera de los árboles para conseguir leña, llevarse la madera ya cortada o, lo que es peor, llevarse la madera seca que se caía naturalmente de los árboles. Era necesario que el campesinado pierda sus medios de vida.

La tendencia histórica mundial es a la proletarización. Es decir, a quitarles a los trabajadores sus medios de producción y empujarlos a vender su fuerza de trabajo a un capitalista. Podemos pensar en el ejemplo de un taller artesanal de instrumentos musicales. Una familia de artesanos con sus propias herramientas, su localcito y sus clientes. El desarrollo de la gran industria hace bajar los costos para las fábricas que producen en masa, por lo que los precios del taller artesanal simplemente no pueden competir con los de la producción en serie. Es posible que los pequeños propietarios del taller deban terminar vendiendo su fuerza de trabajo a la fábrica, transformándose en empleados al quebrar su pequeña industria. Ahora ni las herramientas, ni el local les pertenecen a la familia, ni tienen relación alguna con los clientes ni deciden qué, cómo, cuándo ni cuántos instrumentos fabricar. Algo similar sucedió en Argentina con los tambos familiares, muchos de los cuales debieron terminar vendiéndose a las grandes empresas como La Serenísima o SanCor.

domingo, 18 de junio de 2017

Pierre Bourdieu: título escolar y posición social

El desajuste entre las aspiraciones que el sistema de enseñanza produce y las oportunidades que realmente ofrece es un hecho que afecta al todos los miembros de una generación. Lo que está en juego no es ya un fracaso individual (como en la escuela), sino la propia lógica de la institución escolar. La descalificación estructural que afecta a esta generación forma la base de una desilusión colectiva.

Cada grupo se esfuerza por mantener o cambiar su posición en la estructura social. Cada clase trabaja para conquistar nuevas mejoras, es decir, para aventajar a las demás clases y deformar la estructura de las relaciones entre las clases. La competencia condena al individuo a reaccionar de forma personal ante las acciones de miles de otras personas.

Según Bourdieu, la búsqueda de capital escolar es una de las estrategias que permiten al empresariado industrial y comercial mantener la posición de sus herederos al permitirles apropiarse de una parte de los beneficios de las empresas bajo la forma de salarios, que son una forma disimulada y más segura que la renta.

Los que intentan escapar del descenso social pueden producir nuevas profesiones más ajustadas a sus pretensiones o acomodar sus a pretensiones aquellas profesiones a las que sus títulos les dan acceso. Los hijos de la burguesía amenazados de desclasamiento se dirigen prioritariamente a las antiguas profesiones y hacia los sectores donde se elaboran nuevas profesiones.

Las recientes transformaciones de la relación entre las diferentes clases sociales y el sistema de enseñanza son el resultado de una intensificación de la competencia por las titulaciones académicas. La clases acomodadas han tenido que intensificar la utilización que antes hacían del sistema de enseñanza. La entrada en la carrera por la titulación académica de las clases populares ha obligado a la clases altas a intensificar sus inversiones para mantener la ventaja relativa de su posición en la estructura de clases.


Esto significa que hay inflación académica y devaluación de títulos. Algo similar sucedió con los títulos de nobleza en la Inglaterra del siglo XVI: un proceso homotético en el que los competidores mantienen su posición en la carrera. El visconde se hacía conde, el conde se hacía marqués, el marqués se hacía duque, etc. Se ha llamado a esto "efecto fila": todos los competidores avanzan un casillero; el avance es ilusorio porque las posiciones relativas se mantienen. También el cargo al que se accede, por su masificación, ha perdido prestigio relativo, como la carrera de profesor o, en menor medida, médico o empleado público administrativo. El número de empleos que requieren de titulación ha aumentado también. 

La triste moraleja, para Bourdieu, es que los relegados ayudan a su propia relegación al sobreestimar las vías educativas, al sobrevalorar los títulos y atribuirles unas posibilidades que en la realidad son negadas. Durante los años '90s en Argentina, por ejemplo, muchos desocupados desesperaban al ver que sus cursos de inglés y/o computación no les permitían escapar del desempleo. En realidad, había una estructura económica que prescindía de ellos.