miércoles, 24 de octubre de 2018

Elementos metodológicos y operacionalización

La estrategia de investigación 

El término estrategia lo utilizaremos aquí según uno de sus significados, como destreza o habilidad para la resolución de alguna cuestión. Por lo tanto, entendemos la estrategia de investigación como la instancia por medio de la cual el investigador apela a sus recursos teóricos y metodológicos, entendidos como expresión de sus saberes y habilidades, y así traza el camino que recorrerá para dar respuesta a sus preguntas.

En la estrategia se condensan:
 Respecto de quién se lo hará (las unidades de análisis y cómo se seleccionarlas)
 ¿Qué es lo que se ha de investigar? (variables, su construcción y mutua relación).
 Cómo se obtendrá la información (las fuentes primarias o secundarias y su tratamiento cualitativo o cuantitativo).
 Cómo se realizará el análisis de los datos producidos (los enfoques o modelos a utilizar y las técnicas cualitativas, cuantitativas o la combinación de ambas).


Unidad de análisis
Son los sujetos u objetos de estudio, son aquellos a quienes investigamos, pueden ser personas, cosas o productos de las personas. La pregunta para definir la unidad de análisis sería ¿quiénes forman parte de la realidad que investigo?
El conjunto o la sumatoria de las unidades de análisis que el investigador tiene en cuenta para su investigación compone el universo. 


Variables y categorías
Como vimos, las hipótesis planteadas por el investigador para estudiar el universo elegido, están compuestas por variables. Se entiende, en general, por variable a las características o propiedades cualitativas o cuantitativas que presentan las unidades de análisis. 

Por ejemplo, el color de pelo, el color de ojos, el sexo, la edad, la altura  o la opinión sobre un tema determinado pueden ser variables de un individuo (unidad de análisis).

Al valor que adopta cada una de las variables se lo denomina categorías.

Veamos un ejemplo: Un investigador contratado por un partido político debe realizar un estudio acerca de la opinión de las personas en condiciones de votar, que viven en la provincia de Buenos Aires, sobre la actuación del gobierno de esa provincia.

El universo que tiene en cuenta el investigador para llevar adelante su trabajo investigativo es el de todas las personas que viven en la provincia de Buenos Aires y están en condiciones de votar.

Las unidades de análisis sobre las cuales va a aplicar su instrumento de recolección de dato es cada uno de los individuos que componen ese universo. 

La variable fundamental para su estudio es la opinión de las personas, que integran su universo, sobre la actuación del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, y los valores (o categorías) que pueden asumir esta variable son: buena, regular, o mala.


Operacionalización de las variables

Dijimos anteriormente que las hipótesis eran el instrumento que utiliza el investigador para establecer un enlace entre la teoría de la cual parte la investigación y la indagación empírica que confirmará, reformulará o anulará los sistemas teóricos. Pero para ello, se requiere que el investigador trabaje con los datos extraídos directamente de la realidad social objeto de estudio. Por lo tanto, será necesario operacionalizar las hipótesis conceptuales con el fin de hacer descender el nivel de abstracción de las variables y poder manejar sus referentes empíricos. 

El proceso de operacionalización, es por lo tanto, el proceso por el cual se desglosan, a través de un proceso de deducción lógica, las variables en dimensiones (que se encuentran en un nivel de abstracción intermedio) y éstas a su vez en indicadores (que son la expresión más concreta y observable de la variable).

Para entender el esquema de operacionalización veamos un ejemplo. Una variable con importante nivel de abstracción es el nivel socioeconómico de las personas; una posible operacionalización sería:



Instrumentos de recolección de datos

Las técnicas y los instrumentos de recolección de datos son las herramientas mediante las cuales el investigador decide acercarse a la realidad social para recabar información.

Según la técnica y los instrumentos que utilice, su investigación adoptará un carácter cuantitativo o cualitativo. 

Los instrumentos utilizados por la la metodología cuantitativa ponen el énfasis en la cantidad de datos obtenidos. Los instrumentos utilizados por la metodología cualitativa, en cambio, priorizará la calidad de los datos. 


Métodos cuantitativos

Los métodos cuantitativos permiten mediciones más precisas, mientras que los métodos cualitativos posibilitan un examen más directo de las motivaciones, actitudes y comportamientos de los individuos. Actualmente ambas metodologías, al margen de los diferentes paradigmas y posiciones de las que parten, se consideran compatibles y complementarias en la investigación de los problemas sociológicos.

Los métodos cuantitativos defienden la aplicación de los objetivos, conceptos y métodos de las ciencias naturales a las ciencias sociales. La realidad es externa al individuo y se debe conocer, predecir y controlar a través de la observación y experimentación de los fenómenos. Los métodos cuantitativos responden pues a una realidad positivista, orientada hacia la generalización los resultados. 

La encuesta es una de las técnicas más utilizadas en las investigaciones cuantitativas. Se usa para obtener información de una muestra de individuos. Esta “muestra” suele ser sólo una fracción de la población bajo estudio. Las encuestas pueden efectuarse de muchas maneras, por teléfono, por correo o en persona.   

Por ejemplo, antes de una elección, una muestra de electores es interrogada para determinar cómo los candidatos son percibidos por el público. Otro ejemplo, un fabricante hace una encuesta al mercado potencial antes de introducir un nuevo producto. 


Métodos cualitativos

Se trata de una investigación que produce datos descriptivos, utiliza las propias palabras habladas o escritas de las personas (su propia interpretación), se realiza en escenarios naturales y vistos desde una perspectiva holística. Los sujetos investigados no son meras variables, sino que constituyen un todo: el investigador cualitativo estudia el contexto ecológico en el que evolucionan los sujetos así como su pasado. 

Como limitaciones de esta metodología, desde una perspectiva cuantitativa, se critica el carácter subjetivo de la misma y la posibilidad de que las observaciones e informes de los sujetos puedan estar sesgados o incompletos. Se señala que, al no ser la generalización un objetivo esencialmente relevante para esta metodología, se corre el riesgo de que el investigador observe y analice las diversas situaciones desde su propio marco referencial, lo que a su vez puede conducir a conclusiones incontrolables y subjetivas y no a una teoría científica.

Las técnicas de recolección de datos más utilizadas en las investigaciones cualitativas son la entrevista en profundidad y la observación. La primera consiste en reiterados encuentros cara a cara entre el investigador y los informantes, encuentros dirigidos hacia la comprensión de las perspectivas que tienen los informantes respecto de sus vidas, experiencias, situaciones, etc. Por su parte, la observación consiste en utilizar los sentidos para observar  los hechos, realidades sociales y a las personas en su contexto cotidiano. Para que dicha observación tenga validez es necesario que sea intencionada e ilustrada (con un objetivo determinado y guiada por un cuerpo de acontecimientos).

viernes, 12 de octubre de 2018

Metodología de las Ciencias Sociales

Metodología de las Ciencias Sociales


Actividad de Introducción

De manera individual reflexiona y responde las siguientes preguntas:

1. Desde tu punto de vista, ¿cuál consideras la finalidad primordial de una investigación científica?

2. ¿Qué problemas de la sociedad te gustarían resolver?

3. ¿Cómo aplicarías la ciencia a los problemas sociales?

4. ¿Qué problemas sociales percibes en la ciudad donde vivís o escuela que impliquen la necesidad de efectuar una investigación?





La investigación en Sociología



Con toda seguridad has observado, leído o escuchado acerca de fenómenos sociales como:

• Violencia.

• Actos de corrupción.

• Drogadicción.

• Relaciones familiares conflictivas.

• Inseguridad.

• Desempleo.

• Embarazo adolescente.



Te has preguntado objetivamente: ¿cuáles son las causas de estas situaciones?, ¿cuáles son las posibles soluciones para resolver estas problemáticas? Sin lugar a dudas son fenómenos que requieren un punto de vista objetivo.



Las problemáticas antes mencionadas se muestran como simples hechos a la vista de la sociedad y no como una preocupación colectiva que se plantee interrogantes sobre la causalidad y alternativas para contrarrestar la indiferente tendencia del mundo actual. Pero para poder entender la causa y consecuencias de estos fenómenos, es necesario recurrir a la ciencia.



La actividad práctica de un sociólogo consiste precisamente en recurrir a la ciencia sobre todos los hechos sociales que influyen y problematizan en el desarrollo de la sociedad, con la finalidad de buscar la mejoría de la sociedad. En la medida en que una sociedad se preocupe por atender sus problemáticas a través de su estudio y de orientar el impulso de políticas sociales que alienten a la solución de los mismos,  crecerá el ámbito profesional del sociólogo, con utilización de herramientas que provee la ciencia misma.



Es por ello que la sociología, en tanto ciencia, requiere con mucha frecuencia el desarrollo de la investigación.





El método científico en las ciencias sociales



La  intuición e imaginación que todo científico pone a disposición de su trabajo en el proceso de investigación social debe complementarse y guiarse por medio de un riguroso proceso de análisis, de organización del material disponible, de ordenamiento y de crítica a las ideas. Es este  trabajo el que diferencia a la investigación científica de las simples opiniones, las que son solo expresiones que cualquier personas puede emitir sobre un tema determinado.



Lo que distingue a la investigación científica de otras formas de indagación acerca de nuestro mundo es que está guiada por el denominado método científico. Hay un modo de hacer las cosas, de plantearse las preguntas y de formular las respuestas que es característico de las ciencias, que permite al investigador desarrollar su trabajo con orden y racionalidad.



El vocablo “método” etimológicamente significa: procedimientos, pasos, persecución. Es una palabra proveniente del griego, donde “odos” es camino y “meta” significa más allá, fín. El método científico es el procedimiento o conjunto de procedimientos que se utilizan para obtener conocimientos científicos, es el modelo o pauta general que orienta la investigación. Pero el método no es un camino fijo, predeterminado y menos aún recetario de acciones que se siguen como una rutina. El conocimiento científico se adquiere gracias a la libertad de pensamiento, mediante la crítica, el análisis riguroso, la superación de los errores y la discusión.



El método, por lo tanto, no es único. La elección de la metodología más adecuada para una investigación social dependerá de múltiples factores, entre los cuales podemos destacar: el tema seleccionado, el problema a investigar, el tiempo y los recursos económicos con los que se cuenta y el marco teórico del cual parte el investigador.





Etapas de la investigación sociológica



Para lograr un conocimiento científico todo investigador debe seguir determinados procedimientos, un método, que le permita alcanzar el fin que procura. Pero este método no es de ninguna manera rígido ni mucho menos único, sino que el investigador debe elegir aquel conjunto de procedimientos que mejor le sirva a su investigación.



Durante este proceso, el investigador tiene la posibilidad de ir y venir de una etapa a otra. De una etapa de nivel teórico a  una de nivel empírico, o de lo abstracto a lo concreto, tratando de lograr una superación constante de los planteamientos, hasta llegar a formulaciones más elaboradas y precisas.



Sin embargo, existen restricciones necesarias que impone la metodología científica con el objeto de que los resultados de  la investigación puedan considerarse de utilidad para la teoría y la práctica científica.



Existe una lógica que todo investigador debe respetar en la concatenación de las etapas del proceso de investigación. Estas etapas pueden presentarse de la siguiente manera:



➔ Selección del tema a investigar

➔ Planteamiento del problema

➔ Estructuración del marco teórico y conceptual

➔ Formulación de hipótesis

➔ Elección de los instrumentos de recolección de datos y selección de la muestra (trabajo de campo)

➔ Resumen y análisis de los datos.





Selección del tema a investigar



La selección del tema a investigar es el primer punto que se debe considerar para comenzar el trabajo y es de fundamental importancia.



El tema de estudio debe reunir, hasta  donde sea posible, algunas de las siguientes características:

● Debe tener una verdadera y amplia proyección social y la posibilidad de reflejarse en la transformación de la sociedad. Debe estar orientado para que sus resultados sirvan en el diseño de estrategias para la solución o mejoramiento de la situación en que se encuentra la sociedad o los grupos sociales.

● Debe ser novedoso, es decir, que tenga matices de singularidad y sea interesante para poder ofrecer ideas, hipótesis o lineamientos de futuros estudios.

● Debe prever la organización y sistematización de hechos con el propósito de lograr la validez de las predicciones que conduzcan al desarrollo de nuevas teorías.



Ejemplo: Describir los usos que de la televisión hace el niño y las gratificaciones que obtiene al ver programas de televisión.





Planteamiento del problema



Plantear un problema significa reducirlo a sus aspectos y relaciones fundamentales a fin de poder iniciar su estudio intensivo. En la práctica, en un primer momento, el investigador plantea el problema en término generales, poco precisos. A medida que va avanzando en el proceso investigativo, consulta datos empíricos y revisa ciertos conceptos teóricos sobre el tema para poder plantear el problema en forma más precisa y clara.



Los investigadores sociales tienen en cuenta tres criterios básicos para el planteamiento de buenos problemas de investigación:

● El problema debe expresar una relación entre dos o más variables.

● El problema debe formularse claramente y sin ambigüedades.

● El problema y su formulación deben ser planteados de manera que permitan la posibilidad de comprobarse empíricamente.



En general el investigador tiene en cuenta ciertos pasos para plantear correctamente un problema:

1-  Señalar los límites teóricos del problema: en este momento el investigador analiza diversos conceptos que se consideran de importancia para el tema elegido y separa otros menos relevantes, precisando los factores o características del problema que le interesa investigar.



2- Fija los límites temporo- espaciales de la investigación, es decir, señala el período de tiempo en el cual se va a realizar, y define meticulosamente el área geográfica (región, zona, territorio) que comprenderá dicha investigación.

3- Define claramente las unidades de análisis o unidades de observación: el investigador debe detallar las características fundamentales que debe reunir cada elemento (personas, viviendas, etc) para que pueda ser considerado parte de la población objeto de estudio.

4- Sitúa el problema social en el contexto socio- económico, político e histórico respectivamente.



Ejemplo:

- Describir el uso que los niños de la Ciudad de México hacen de los medios de comunicación colectiva.

- Indagar el tiempo que los niños de la Ciudad de México dedican a ver televisión.

- Describir cuáles son los programas preferidos de los niños de la Ciudad de México.

- Conocer el tipo de control en el caso de la Ciudad de México que ejercen los padres sobre la actividad de ver televisión de sus hijos.

- Analizar qué tipos de niños ven más la televisión.



Estructuración del marco teórico y conceptual



El investigador que se plantea un tema no lo hace en el vacío, como si no tuviese la mínima idea acerca del mismo, sino que siempre parte de algunos referentes teóricos y conceptuales, aunque éstos no tengan aún un carácter preciso y sistemático. A medida que se avanza en el proceso investigativo, que se interiorizan características del problema y se lo va conociendo mejor, es que se elaboran con más rigurosidad los conceptos existentes. El marco teórico, tiene precisamente este propósito: dar a la investigación un sistema coordinado y coherente de conceptos y proposiciones que permitan abordar el problema de estudio. Este conjunto de conceptos y proposiciones permitirá, al mismo tiempo, que el investigador sostenga, argumente y dé fuerza a su hipótesis.



El objetivo que debe cumplir todo marco teórico es, entonces, el de situar nuestro problema dentro de un conjunto de conocimientos que permitan orientar nuestra búsqueda y nos ofrezcan una conceptualización adecuada de los términos que utilizamos.





Formulación de hipótesis



Las hipótesis son el instrumento que utiliza el investigador para establecer un enlace entre la teoría de la cual parte la investigación y la indagación empírica que confirmará, reformulará o anulará  los sistemas teóricos.



La  hipótesis nos indican lo que estamos buscando o tratando de probar y pueden definirse como explicaciones tentativas del fenómeno investigado formuladas a manera de proposiciones (afirma algo). La hipótesis  no necesariamente son verdaderas, el investigador no puede asegurar que vaya a comprobarse. Las hipótesis buscan establecer relaciones significativas entre fenómenos o  variables, apoyándose en el conjunto de conocimientos organizados y sistematizados.



Características de las hipótesis:

- Debe referirse a una situación social real,

- La relación entre variables propuestas por una hipótesis debe ser clara y verosímil

Funciones de la hipótesis:

- Son guías de investigación. Proporcionan orden y lógica al estudio.

- Tienen una función descriptiva y explicativa, según sea el caso.

- Probar teorías

- Sugiere teorías.

Teoría de las Ventanas Rotas


Teoría de las Ventanas Rotas


En 1969, en la Universidad de Stanford (EEUU), el Prof. Philip Zimpardo realizó un experimento de psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, la misma marca, modelo y hasta color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California.

Dos autos idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio.

Resultó que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas. Perdió las llantas, el motor, los espejos, la radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo que no lo destruyeron. En cambio el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.

Es común atribuir a la pobreza las causas del delito, tema en el que coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras, (de derecha y de izquierda).
Sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí.

Cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores rompieron un vidrio del automóvil de Palo Alto. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx, y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre.

¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar todo un proceso delictivo?

Para la teoría de las ventanas rotas –una apreciación en cierta medida geográfica del comportamiento desviado- no se trata, fundamentalmente, de pobreza, sino de la psicología humana y las relaciones sociales. Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que vale todo. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos cada vez peores se vuelve incontenible, desembocando en conductas más violentas.

En experimentos posteriores (James Q. Wilson y George Kelling) desarrollaron la 'teoría de las ventanas rotas', misma que desde un punto de vista criminológico concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores.

Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito. Si se cometen 'pequeñas faltas' (estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja) y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves.

Si los parques y otros espacios públicos deteriorados son progresivamente abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a las pandillas), esos mismos espacios abandonados por la gente son progresivamente ocupados por los delincuentes.

En los 80’s Nueva York era una de las ciudades que poseían delitos a diario, con miles de homicidios por año. Su sistema de transporte era el subterráneo, cuyo funcionamiento era más bien desordenado, donde habían incendios casi todos los días, descarrilamientos, retrasos, intenso vandalismo y muchas personas saltando el torniquete para usar el Metro sin pagar un centavo.

El sistema estaba sucio, no prestaba servicio de buena calidad y era un ambiente perfecto para el delito. Cada uno de los 6000 vagones que tenía el subterráneo, en 1984, estaba cubierto de graffiti.

La teoría de las ventanas rotas fue aplicada por primera vez a mediados de la década de los 80 en el metro de Nueva York, el cual se había convertido en el punto más peligroso de la ciudad.  Nueva York era una ciudad peligrosa y el subterráneo reflejaba el estado en el que estaba la conocida “Gran Manzana”. En 1990 la criminalidad subió a los mayores niveles en décadas –con tres mil homicidios ese año-, y justo después inició a decaer velozmente. Así que para finales de la última década del siglo XX, los asesinatos en “La Gran Ciudad” habían descendido en 75%, igualmente que los delitos en el medio de transporte masivo que poseía la metrópolis.

Se comenzó por combatir las pequeñas transgresiones: graffitis deteriorando el lugar, suciedad de las estaciones, ebriedad entre el público, evasiones del pago del pasaje, pequeños robos y desórdenes. Los resultados fueron evidentes. Comenzando por lo pequeño se logró hacer del metro un lugar seguro.

David Gunn fue nombrado jefe del Subterráneo en 1984, recibió el mandato después de llevar al a realidad la teoría de las ventanas rotas, y todo comenzó atacando a los vándalos fanáticos del graffiti. Durante seis años organizó un método para limpiar y repintar cada vagón, con el objetivo no sólo de tener los trenes en perfectas condiciones, sino de desalentar a los muchachos con los aerosoles en mano.

En 1990 la autoridad del tránsito contrató a Willian Bratton, fiel creyente de la teoría de las ventanas rotas, para que fuera jefe de la policía del subterráneo. Bratton tenía la guerra con quienes habían tomado de hábito entrar al transporte sin pagar. Puso policías de civil en las estaciones donde más gente saltaba torniquetes. Los agentes comenzaron a arrestar a cientos de personas que pretendían usar el metro gratis, y entre ellos había armas, drogas y antecedentes penales. Quiso expresar que no tendrían la libertad para viajar sin pagar y así comenzó el orden que redujo, de una manera radical, el delito en el metro.

Posteriormente, en 1994, Rudolph Giuliani, alcalde de Nueva York, basado en la teoría de las ventanas rotas y en la experiencia del metro, impulsó una política de "tolerancia cero". La estrategia consistía en crear comunidades limpias y ordenadas, no permitiendo transgresiones a la ley y a las normas de convivencia urbana. El resultado práctico fue un enorme abatimiento de todos los índices criminales de la ciudad de Nueva York.

viernes, 5 de octubre de 2018

Movimientos sociales: piqueteros, empresas recuperadas y asambleas barriales

Movimientos sociales: piqueteros, empresas recuperadas y asambleas barriales


Los nuevos movimientos sociales en la Argentina reflejaron los esfuerzos de reconstrucción de los lazos sociales a través de nuevas formas de organización, sobre todo en la primera mitad de la década de 2000. 

Los movimientos aquí estudiados se asocian a la llamada "economía social", un espacio público donde el trabajo no se intercambia sólo por remuneraciones monetarias.

La pobreza y el desempleo constituyeron en la época de la crisis el núcleo de deslegitimación del sistema económico, lo que el normal funcionamiento de la economía de mercado no pudo resolver. Como contrapartida, los movimientos sociales obtuvieron buena parte de su legitimidad mostrando, de cara a la sociedad, soluciones originales para la pobreza y el desempleo por fuera del sistema económico institucionalizado.

La respuesta estatal fue desplazar el problema del empleo al ámbito de la política social, mediante la implementación de subsidios masivos a jefes y jefas de hogar desocupados.

Tres movimientos sociales que representaron diferentes respuestas frente al fracaso del sistema político y el desmoronamiento económico de 2001 son los piqueteros, los trabajadores de empresas recuperadas y las asambleas barriales.

1. Los piquetes
Los movimientos de desocupados estaban conformados por varias decenas de grupos que respondían a orientaciones políticas diferentes: algunas se vinculaban con partidos políticos o centrales sindicales; otros privilegiaban su autonomía con respecto a los mismos; otros seguían a líderes populistas. De este modo, una misma denominación, piqueteros, recubre orientaciones muy distintas, más allá de su enorme impacto político y sobre todo mediático.

En esta presencia incidieron, sin duda, sus dimensiones. Según estimaciones de los propios grupos piqueteros, su capacidad de movilización agregada -la de todas las organizaciones que agrupaban a los desocupados- llegó a más de 100.000 personas en todo el país. Sin embargo, esta cifra empalidece frente a los varios millones de desocupados y subocupados, por lo que más que su dimensión, fue la acción misma de los piquetes la que explicó su visibilidad: los cortes de ruta alcanzaron un fuerte efecto político, multiplicado a través de los medios de comunicación.

Aunque algunos grupos piqueteros se limitaban sólo a sostener estos reclamos, otros destinaron los recursos hacia actividades diversas, desarrollando durante varios años acciones de alcance más vasto en las comunidades en las que estaban implantados territorialmente: merenderos y comedores, centros educativos y, sobre todo, emprendimientos productivos en los que volcaban los subsidios y alimentos obtenidos a través de las movilizaciones, como el desarrollo de huertas comunitarias, la venta directa de la producción a través de redes de comercialización alternativas, la elaboración y manufactura artesanal e industrial de productos frutihortícolas, panaderías, tejidos y confecciones artesanales e industriales, entre otras. De este modo, los cortes de ruta constituyeron sólo la punta (mediática) del iceberg de una construcción social mucho más compleja.

La organización de estas actividades económicas adquirió formas autogestionarias y cooperativas. Algunos planteaban enfoques distributivos radicales y rechazaban la generación de ganancia, o bien distribuían estas gananacias entre los productores y sus familias. Aunque esto pueda ser discutible en términos filosóficos, tuvo efectos prácticos considerables sobre la movilización permanente de los piqueteros: si los proyectos productivos autogestionados no generaban condiciones de sustentabilidad económica en el mediano y largo plazo, se reproducían las condiciones para seguir reclamando subsidios y recursos al Estado.

Otros grupos de desocupados, por el contrario, se enfocaban en el desarrollo de proyectos autogestionados sustentables en el tiempo. Un ejemplo fue un grupo piquetero del sur del Gran Buenos Aires que nucleaba una amplia red conformada con familias de desocupados, incluyendo migrantes indígenas provenientes del norte de la provincia de Santa Fe. Centrados en la producción frutihortícola en la zona de quintas que proveen buena parte del consumo de alimentos frescos a la ciudad de Buenos Aires, estos trabajadores buscan desarrollar emprendimientos sustentables, donde la generación de ganancia asegura el mantenimiento y expansión económica de su producción, de modo de alcanzar la independencia de los subsidios oficiales. En relación con este objetivo, la participación en piquetes es un medio de obtención de recursos para los emprendimientos autogestionados, y no un fin en sí mismo.

Aunque entre los distintos grupos piqueteros este debate es incipiente, se constata que todos ellos, incluso los vinculados con partidos políticos, se vuelcan progresivamente al desarrollo de emprendimientos productivos.

2. Los trabajadores de empresas recuperadas
Hacia mediados de los años noventa comenzaron a registrarse movimientos de trabajadores que intentaban reactivar empresas paralizadas, las que presentaban rasgos comunes: habían sido afectadas por la importación (frigoríficos, textiles, tractores, acoplados, metalúrgicas, plásticos, etcétera) y se encontraban en proceso de quiebra, convocatoria de acreedores o abandonadas por los empresarios. Los trabajadores eran acreedores o damnificados, ya que en general la crisis de cada empresa fue precedida por la ruptura de los contratos de trabajo, traducida en disminuciones de sueldos y salarios, pago en vales, etc. La recuperación de las empresas supuso la transición hacia un nuevo régimen jurídico en el que los trabajadores tomaron a su cargo la producción, estableciendo acuerdos con proveedores y/o clientes que les aseguraron un cierto capital de trabajo, y fijaron una retribución mínima para su trabajo.

En la mayoría de las empresas recuperadas se constata en el principio una deserción empresaria, que puede ser parcial o total. Si es parcial, es posible que los anteriores propietarios se mantengan como asociados en la nueva forma jurídica que adopte la empresa. Estas formas son variadas, aunque entre ellas prevalecen las cooperativas, pero también figuras más tradicionales como la participación accionaria en sociedades anónimas. En cualquiera de estas formas los trabajadores deben tomar a su cargo la gestión, por lo que deben redefinir su rol dependiente y subordinado en el contrato y la organización del trabajo.

En la crisis económica de 2001, la recuperación de empresas fue percibida como una respuesta adecuada para sostener los esfuerzos productivos de la sociedad.

Los trabajadores que recuperaron empresas replantearon la jerarquía relativa del derecho al trabajo y de la propiedad privada. Frente a los valores de la sociedad mercantil que privilegian el derecho de propiedad, los trabajadores erigen como central el derecho al trabajo. Anteponen la necesidad de preservar las fuentes de trabajo frente a las rutinas de quiebra y liquidación de bienes productivos que prevalecen en el derecho mercantil.

Unas pocas empresas -alrededor de 150- dispersas en el territorio, diversas por sus actividades y por las tradiciones políticas de los diez mil trabajadores que agrupan, pusieron en cuestión el conjunto del sistema de relaciones laborales. Al asumir la autogestión en unas pocas empresas, los trabajadores cerraron el juego a una carta muy importante para los empresarios en la negociación colectiva: éstos ya no podían apelar al cierre del establecimiento como instrumento de presión sobre los trabajadores, quienes, ante la amenaza, podían contestar ahora con la posibilidad de ocupar y autogestionar las empresas en dificultades. De allí que no cabe medir la fuerza del movimiento de empresas recuperadas exclusivamente en términos de su dimensión -reducida- sino en términos de sus efectos culturales, políticos y sociales más amplios.

3. Las asambleas barriales
La respuesta más novedosa de quienes optaron por la voz y la protesta ante el colapso institucional de 2001 fue la de quienes organizaron espontáneamente las asambleas barriales en Buenos Aires, en varios partidos del conurbano y en ciudades del interior del país como La Plata, Mar del Plata, Rosario y Córdoba.

Las asambleas barriales expresaron las capacidades de autoorganización de la sociedad, de construir y regenerar lazos sociales, que no fueron reconocidas en la cúspide del sistema político, donde se las entendió como un factor de inestabilidad por su capacidad de controlarlas o canalizarlas en los aparatos políticos. Estas nuevas formas de apropiación del espacio público ciudadano, impulsadas por la utopía de realización de una democracia directa (la decisión directa de los ciudadanos sobre las medidas a tomar), cuestionaron las formas de representación de la democracia delegativa (la elección de representantes, como en el actual sistema político).

Las nuevas modalidades de protesta social propusieron otras formas de ocupación del espacio público y también de acceso a los servicios públicos. En las asambleas barriales las medidas de acción directa y de reclamo a los poderes públicos se combinaron y se establecieron en tensión con cuestiones y necesidades locales, como las vinculadas con la provisión de insumos para los hospitales, con compras comunitarias o con la creación de huertas orgánicas, pequeños emprendimientos y bolsas de trabajo para desocupados.

Las asambleas barriales fueron generando emprendimientos productivos autónomos y apuntaron a intervenir en el plano económico y social, a través del desarrollo de experiencias de una nueva economía, que buscó nuevas respuestas para resolver la crisis de los sistemas educativo, de salud, etcétera. Aportaron un factor importante para el desarrollo de la economía social y solidaria: la politización de la esfera de la reproducción social, del consumo y la distribución de bienes y servicios, factor presente también en las empresas recuperadas por sus trabajadores y en las actividades de los grupos piqueteros.

*Adaptado de: Palomino, Héctor: Los Movimientos Sociales (2004)

Crisis de representación

Crisis de Representación


En 2001 Argentina atravesaba la crisis económica y política más importante de su historia. El quiebre del tejido social, la desesperanza y la crisis de representatividad política hicieron tambalear al sistema democrático y miles de personas salieron a las calles a manifestarse contra un sistema que arrojaba al pueblo a la miseria y la desocupación.

Crecía la imagen del presidente De la Rúa como incapaz,  inoperante y "gagá". La Alianza (una coalición electoral encabezada por el radicalismo) se había presentado como lo opuesto a la corrupción menemista en las elecciones presidenciales de 1999. Sin embargo, su imagen se deterioró después de la renuncia del vicepresidente "Chacho" Álvarez por un escándalo de coimas en el Senado. Lo que es peor, la política económica de De la Rúa era fundamentalmente una continuación de la de Menem, con lo que siguieron aumentando la desocupación, pobreza e indigencia.

El 25% de la población activa estaba desocupada o subocupada; la economía, en recesión desde 1998, había caído un 14% hasta el 2001; la pobreza superaba el 35%; el gobierno ya no conseguía financiamiento para hacer frente a los intereses de una enorme deuda externa (180 mil millones) que había crecido como bola de nieve desde la dictadura y se sucedían los negociados como el “Blindaje” (nos endeudamos por 40 mil millones para que nos sigan prestando plata) o el “Megacanje” (nos patean vencimientos de deudas pero nos endeudamos 55 mil millones más). La política de déficit cero fracasaba por la caída abrupta del consumo y el menor ingreso fiscal. La ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, recortó 13% las jubilaciones y los salarios de estatales como medida de ajuste más recordada.
                     
La elección legislativa de 2001 se caracterizó por el llamado “voto bronca”, a través del cual una buena parte de la ciudadanía manifestó su enojo con la clase política, en general, y con el gobierno de De la Rúa en particular. Durante la campaña electoral, los medios de prensa y algunas organizaciones ciudadanas convocaron a la abstención, al voto en blanco o a la anulación del voto. Sumando los electores que se abstuvieron de votar y aquellos que votaron en blanco o anularon su voto, el 43% del electorado habilitado para votar manifestó su repudio no sólo al gobierno, sino al resto de las fuerzas políticas. Esta conducta electoral era una manifestación contundente de la crisis de representación y contribuyó, sin duda, a disminuir la legitimidad de las autoridades elegidas. La ciudadanía desconfiaba de los partidos políticos (peronismo y radicalismo eran vistos como corruptos y responsables de la situación económica) y de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, percibidos como igualmente pervertidos e incapaces.

"No me convence ningún tipo de política
Ni el demócrata ni el fascista
¿Por qué me tocó ser así?
Ni siquiera anarquista
-"El Revelde", La Renga

Después de la derrota electoral, la credibilidad del gobierno de De la Rúa prácticamente había desaparecido. La situación económica se deterioraba día a día. Durante la última semana de noviembre de 2001, más de mil millones de dólares fueron sacados de los bancos por los ahorristas. 

En esa situación, algunos bancos comunicaron al gobierno que no resistirían la corrida. El 1 de diciembre, De la Rúa y su entonces ministro de Economía y autor de la convertibilidad, Domingo Cavallo, anunciaron el “Corralito” que limitó las extracciones de dinero a $ 250 semanales para evitar la fuga de capitales y el colapso bancario.

Esta medida resultó ser mucho más impopular que una devaluación y causó una furia popular, expresada con cacerolazos masivos. La ciudadanía no sólo condenaba a la clase política y sus malas decisiones, sino que puso en jaque al propio Congreso y a la Corte Suprema de Justicia.

La protesta más fuerte fue la del 19 de diciembre, cuando De la Rúa, mediante un discurso, declaró el estado de sitio (la suspensión de las garantías constitucionales, como el derecho a reunión y manifestación), lo que aumentó el malestar. Apenas terminó la emisión del discurso, la gente salió de sus casas a golpear cacerolas. La gente comenzó a reunirse en las esquinas y espontáneamente comenzaron a caminar rumbo al centro. Un gran cacerolazo había comenzado. A la madrugada la Plaza de Mayo se había llenado de gente que coreaba una consigna: “¡Que se vayan todos!”

Otro importante elemento de desestabilización fue la ola de saqueos (robos masivos a supermercados, asaltos a camiones en la ruta, robos en comercios) de diciembre de 2001, frecuentemente atribuidos -por lo menos en parte- a las patotas del PJ bonaerense de Duhalde.

El día 20 se desarrollaban marchas en la Capital y las fuerzas policiales reprimían duramente a los manifestantes, causando 39 muertes en esos dos días. Mientras esto sucedía el gobierno decidió la renuncia del ministro Cavallo. Al atardecer de aquel día, el Presidente se dirigió otra vez a la sociedad a través de la cadena nacional para dar a conocer su renuncia. Pocos minutos después, la televisión transmitía la huida de De la Rúa desde la terraza de la casa de gobierno a bordo de un helicóptero.

Hundidos en la crisis, más de la mitad de los argentinos cayeron en la pobreza y el desempleo alcanzó al 24% de la población. Esto desató motines urbanos, sobre todo en Buenos Aires, pero también en Córdoba y en Rosario.

Luego de la renuncia de De la Rúa, y después del paso de Puerta, Rodríguez Saa y Caamaño por la presidencia, fue Eduardo Duhalde quien se hizo cargo del gobierno. Desde enero de 2002 la economía comenzó a reactivarse gracias a la devaluación (se derogó la ley de convertibilidad en enero de 2002), que abarató la producción e hizo subir los precios de las materias primas.

Pero la represión, seguida de muerte, encargada por el Ejecutivo contra manifestantes –con los asesinatos de Kosteki y Santillán- en el puente Pueyrredón, protagonizó la llamada Masacre de Avellaneda, que obligó a Duhalde a llamar a elecciones precipitadamente. En mayo de 2003 Néstor Kirchner llegaba a la presidencia.