domingo, 30 de abril de 2017

Ideas clave

Muchachos, les dejo una lista de ideas clave para el parcial del viernes. Es un examen de conceptos. Si quieren ilustrar lo que escriben con los casos del reloj boliviano, el artículo sobre el candidato Romney, el texto "No es Natural" y otros ejemplos aplicables, suman puntos. Lo mismo si quieren complementar sus respuestas con las guías en fotocopia. 
ESTUDIEN.

Ideas clave:

Bourdieu
La acusación contra la sociología
Motivos de la acusación
La respuesta de Bourdieu
"Sociología de la ciencia"

Durkheim:
Su idea sociología
El hecho social como concepto y sus características
La corriente social

Wright Mills:
Imaginación sociológica
Problemas
Inquietudes

Bauman:
Su idea de sociología
La sociología en las ciencias sociales
El "sentido común"
Las formas en que la sociología toma distancia del sentido común



viernes, 21 de abril de 2017

El reloj boliviano que gira "al revés"

Por qué el reloj del Congreso de Bolivia gira al revés
Redacción BBC Mundo

Las autoridades intentan enseñar a los bolivianos a "pensar de forma creativa". El reloj que marca el paso del tiempo en la fachada del edificio del congreso boliviano, en La Paz, ahora marcha al revés. Sus manecillas giran hacia la izquierda y los números fueron invertidos: ahora van del 12 al 1.

Según las autoridades éste será ahora el símbolo del cambio político en la región andina. Pero la medida ha generado estupefacción y una que otra burla en los medios y redes sociales. En una conferencia de prensa de este martes, el canciller David Choquehuanca lo llamó "el reloj del sur". Y dijo que el cambio fue diseñado para que los bolivianos atesoren su patrimonio cultural.

En una conferencia de prensa con el presidente del Senado, Eugenio Rojas, el canciller señaló que esta iniciativa fue diseñada para enseñar a los bolivianos "que pueden cuestionar las normas establecidas y pensar de forma creativa".

El presidente ha emprendido una campaña cultural.

"¿Quién dice que el reloj tiene que girar de ese lado siempre? ¿Por qué siempre tenemos que obedecer, por qué no podemos ser creativos", preguntó el canciller, e insistió en que la iniciativa no pretende causar daño a nadie, sino intenta "revalorizar la cultura propia". "No nos tenemos que complicar, simplemente tenemos que tomar conciencia de que nosotros vivimos en el sur. No estamos en el norte", dijo Choquehuanca.

Cuando se le preguntó al funcionario si el gobierno llevaría a cabo un programa para extender el uso de este nuevo reloj, éste respondió: "si quieren comprarse un reloj del sur, háganlo; si quieren utilizar un reloj del norte, usted van a poder utilizarlo. No se puede imponer".

Choquehuanca también informó que Bolivia había colocado relojes que giran al revés en los escritorios de las delegaciones extranjeras que asistieron a la reciente cumbre del G77 en la ciudad de Santa Cruz.

Dichos relojes, que fueron obsequiados a dichas delegaciones, tenían la forma del mapa de Bolivia e incluían el territorio costero que el país perdió en una guerra con Chile en 1879 pero que Bolivia reclama.

Los residentes de Bolivia mostraron distintas reacciones al nuevo reloj del sur.

El lustrabotas Franz Galarza, que trabaja frente al Congreso, notó que los números arábigos fueron pintados sobre los romanos, que todavía pueden notarse, lo cual, dijo, hace parecer que se trata de un trabajo mal hecho. "Si quieren dar el mensaje de que el país está yendo en otra dirección van a tener que darle esa explicación a todas las personas que pasen por la plaza Murillo porque la mayoría, la primera cosa que dicen es que es un error, que está mal", comentó Galarza a la agencia EFE. "Si es una idea política es una mala idea política" agregó.

El reloj del sur es la más reciente iniciativa en el contexto de otras medidas que el gobierno ha presentado para promover la cultura andina. Otra de ellas es el uso de la bandera indígena whipala, que ahora es un símbolo nacional reconocido por la constitución.

Romnesia, o el mito del millonario hecho a sí mismo

Romnesia, o el mito del millonario hecho a sí mismo (2012)
Por George Monibot
Podríamos denominarlo “romnesia”: la capacidad de los muy ricos para olvidarse del contexto en el que hicieron su dinero. De olvidar su educación, herencia, redes familiares, contactos y presentaciones. De olvidar a los trabajadores cuya labor les enriqueció. Olvidarse de las infraestructuras y la sociedad, la mano de obra preparada, los contratos, subsidios y rescates suministrados por el Estado.
Todo sistema político exige un mito justificativo. La Unión Soviética disponía de Alexey Stajanov, el minero de quien se afirmaba que había extraído 100 toneladas de carbón en seis horas. Los Estados unidos contaban con Richard Hunter, el héroe de las historias de la miseria a la opulencia de Horatio Alger.
Ambas historias contenían un átomo de verdad. Stajanov trabajaba duro por una causa en la que creía, pero su notable rendimiento productivo probablemente era falso. Cuando Alger escribía sus novelas, algunas personas pobres se habían vuelto muy ricas en los Estados Unidos. Pero cuanto más se aleja un sistema de sus ideales (productividad en el caso de la Unión Soviética, oportunidades en los EE.UU.), más fervientemente se postulan sus mitos justificativos.
Conforme las naciones desarrolladas sucumben a la extrema desigualdad y la inmovilidad social, el mito del hombre hecho a sí mismo se vuelve cada vez más potente. Se utiliza para justificar su polo opuesto: una invulnerable clase rentista busca vivir de las rentas, haciendo despliegue de su riqueza heredada para financiar la incautación de la riqueza de otras personas.
El exponente más crudo de “romnesia” es la magnate minera australiana Gina Rinehart. “No hay monopolio en lo que respecta a convertirse en millonario”, insiste ella. “Si tienes envidia de quienes tienen más dinero, no te quedes sentado quejándote; haz algo para ganar más dinero: gasta menos dinero en beber, fumar o alternar y pasa más tiempo trabajando” recuerda nuestras raíces y crea tu propio éxito.
Recordar sus raíces es lo que Rinehart no sabe hacer. Se le olvidó añadir que si quieres convertirte en millonario -en su caso, milmillonaria- ayuda heredar una mina de mineral de hierro y una fortuna de tu padre, y cabalgar sobre un auge espectacular de las materias primas. Si se hubiera pasado la vida metida en cama tirando dardos a la pared, seguiría siendo estupendamente rica.
Las listas de gente rica están repletas de gente que o bien heredó su fortuna o la hizo gracias a actividades rentistas: por otros medios que no fueron innovación y esfuerzo productivo. Son un catálogo de especuladores, barones inmobiliarios, duques, monopolistas de tecnología de la información, usureros, jefes de la banca, jeques del petróleo, magnates mineros, oligarcas y ejecutivos jefe remunerados de forma absolutamente desproporcionada respecto a cualquier valor que generen.
Saqueadores, en suma. Los más ricos barones mineros a los que el Estado les vendió los recursos naturales por una bicoca. Oligarcas rusos, mexicanos y británicos adquirieron activos públicos infravalorados mediante privatización, y ahora dirigen una economía de cabina de peaje. Los banqueros usan instrumentos incomprensibles para desplumar a sus clientes y al contribuyente. Pero a medida que los rentistas se hacen con la economía, hay que contar la historia contraria.
Apenas sí hay un discurso de los republicanos que no acabe retomando la narración de Richard Hunter, y casi todas estas historias de la miseria a la opulencia resultan ser una bobada. “Todo lo que tenemos Ann y yo”, declara Mitt Romney, “nos lo ganamos a la vieja usanza. Vieja usanza como la de Barbanegra. Dos reportajes de lacerante denuncia publicados en la revista Rolling Stone documentan las compras apalancadas que destruyeron empresas viables, valor y puestos de trabajo, y el costoso rescate federal que le salvó políticamente la piel a Romney.
Romney personifica el parasitismo económico. El sector financiero se ha convertido en una máquina que destruye empleos, socava hogares, aplasta vidas, que empobrece a otras personas para enriquecerse. Cuanto más apretado es su dogal sobre la política, más tienen que contar sus representantes la historia contraria: la de la empresa afirmativa de la vida, la innovación y la inversión, la de los valientes emprendedores que levantan su fortuna sólo con arrestos e ingenio.
El otro lado de esta historia resulta evidente. “Cualquiera puede conseguirlo: yo pude sin ayuda” se traduce como “Me niego a pagar impuestos para ayudar a otras personas, pues pueden ayudarse a sí mismas”. Hayan o no heredado una mina de mineral de hierro de su papaíto.
En el artículo en que apremiaba a los pobres a emularla, Gina Rinehart proponía también que debía reducirse el salario mínimo. ¿A quién le hace falta un sueldo justo si cualquiera se puede convertir en millonario?
En el año 2010, el 1% más rico de los Estados Unidos se quedó con un asombroso 93% de las ganancias en ingresos. Ese mismo año, los ejecutivos jefe empresariales ganaron, como media, 243 veces más que el trabajador mediano (en 1965, la proporción era diez veces menor, a saber de 24 a 1. Entre 1970 y 2010, el coeficiente Gini, que mide la desigualdad, se elevó en los Estados Unidos de 0.35 a 0.44: un salto asombroso.
Por lo que respecta a la movilidad social, de los países ricos clasificados por la OCDE, los tres en los que hay mayores probabilidades de que las ganancias las ganancias de un hombre sean semejantes a las de su padre son, por este orden, el Reino Unido, Italia y los EE.UU. Si naces pobre o naces rico en estos países, lo probable es que lo sigas siendo. No es casualidad que estos tres países se promocionen a sí mismos como tierra de oportunidades sin paralelo.
Igualdad de oportunidades, autocreación, heroico individualismo: estos son los mitos que el capitalismo depredador requiere para su supervivencia política. La “romnesia” permite a los ultrarricos lo mismo negar el papel de otras personas en la creación de su propia riqueza que negarle ayuda a aquellos menos afortunados que ellos. Hace un siglo, los emprendedores trataban de pasar ellos mismos por parásitos: adoptaban el estilo y las formas de la clase rentista con título. Hoy pretenden los parásitos que son emprendedores.


Bauman - Pensando Sociológicamente

Zygmunt Bauman - Pensando Sociológicamente

Bauman (1925-2017) era un sociólogo polaco. Su obra, que comenzó en la década de 1950, se ocupó de cuestiones tales como las clases sociales, el socialismo, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza. Una de sus obras más conocidas, y en la que reflexiona sobre la especificidad de la sociología se llama “Pensando Sociológicamente”, y fue publicada en 1990.

Empieza diciendo que una mirada a la sección de la biblioteca que tiene el cartelito de “sociología” contiene una serie de libros que presenta a la sociología como un bloque único. ¿Qué es un texto sociológico? La sociología es como una zona en constante actividad, en la que siempre se están sumando conocimientos y cambiando el contenido de la disciplina. Para el autor es importante caracterizar qué es pensar sociológicamente.

¿Qué es pensar sociológicamente? ¿Qué hace a la sociología diferente de otros conocimientos y otras prácticas? En la biblioteca las secciones más cercanas al cartelito de sociología serían: antropología, ciencias políticas, filosofía, historia, economía, derecho, psicología. Se sabe, realmente, que los temas sociológicos estarán más cerca de estos cuerpos de conocimiento que de otros. Pero, si exploran el mismo territorio, ¿qué los diferencia? ¿Qué hace que la sociología y la ciencia política, por ejemplo, sean tan diferentes que tengan cada uno su propio nombre, su propia sección?

La ciencia política tiene su objeto de conocimiento, que es el poder y las problemáticas del gobierno. ¿Pero de dónde sacamos la idea de que las acciones humanas pueden dividirse en ciertas categorías? ¿Del hecho de que se las ha clasificado de esa manera y que a cada grupo de estudios en estas clasificaciones se les dio un nombre? ¿Del hecho de que hay comunidades de expertos creíbles que reclaman derechos exclusivos para estudiar aspectos de la sociedad? Así como hay legislación sobre la actividad de los médicos o de los abogados, la profesión del sociólogo también tiene, en Argentina, su ley, la ley del sociólogo, de 1988. El artículo 2 dice “considérase ejercicio profesional de la Sociología: la producción, aplicación y transmisión de conocimientos científicos sobre la realidad social, fundados en la teoría, metodología y técnicas de dicha ciencia, así como la prestación de todos aquellos servicios profesionales inherentes a la misma.”

Bauman dice que la división de las ciencias sociales no tiene mucho sentido, porque no vivimos en el reino de la ciencia política un rato, luego en el de la economía, o pasamos de la antropología a la historia cuando pasamos de Uruguay a Brasil. La división del mundo humano en diferentes disciplinas académicas no es natural. Es más bien una división del trabajo entre los profesionales que estudian el mundo humano, una división entre los expertos que se ha ido acentuando con el tiempo. Cada uno se mantiene fiel a una idea de disciplina sistematizada y presenta sus hallazgos de manera responsable según ese sistema.

Por esto, la única esperanza que queda, para Bauman, de encontrar aquello que diferencia a la sociología es fijarnos en el tipo de preguntas que guían a cada disciplina, es decir, las preguntas que determinan los puntos de vista a partir de los cuales cada grupo de expertos observa, explora, describe y explica las acciones humanas. ¿Qué preguntas motivan, por ejemplo, a un economista? Se preguntan sobre la relación costo-beneficio de las acciones humanas, como la compra de una empresa, la venta de petróleo, y demás. Un científico político se pregunta sobre cómo cambian o son cambiadas las acciones humanas en términos de poder e influencia.
Para Bauman estas preocupaciones de la economía y la ciencia política no son ajenas a la sociología. Pero la sociología tiene sus propias perspectivas que inspiran series de preguntas para preguntarnos sobre las acciones humanas. La sociología se distingue “por visualizar las acciones humanas como componentes de configuraciones más amplias: es decir, conjuntos no azarosos de actores entrecruzados en una red de dependencia mutua.” Es decir, los sociólogos nos preguntamos qué consecuencia tiene determinado hecho para los actores humanos, las relaciones en las que entramos y los grupos de los que formamos parte. Las redes de condicionamiento, la dependencia y la libertad de los actores son las preocupaciones centrales de la sociología. Las preguntas centrales de la sociología son: ¿de qué manera los tipos de relaciones sociales afectan nuestras aciones y nuestro conocimiento? ¿De qué manera la familia o el barrio o la ciudad en la que una persona se cría afecta su rendimiento escolar? ¿De qué manera la política de un gobierno afecta los adelantos científicos de un país? ¿De qué manera los medios de comunicación afectan la percepción de la gente sobre el dolar? Esta clase de preguntas hacen al área particular de la sociología y la define como una disciplina con cierta autonomía. Pensar sociológicamente es una manera de entender el mundo humano y pensar ese mundo humano de diferentes maneras.

Ahora, pensar sociológicamente tiene una gran distinción con lo que se conoce como “sentido común”. Las ciencias físicas y biológicas no se preocupan mucho por revisar su vínculo con el sentido común. La gente suele creer, por ejemplo, que los avestruces esconden la cabeza en la tierra, cosa que no es cierta. Pero a los ornitólogos, los estudiosos de las aves, no les importa demasiado. Es un mito, y es parte del “sentido común”, es decir, una forma de conocimiento no científica que pasa de boca en boca. Los estereotipos, los mitos y los prejuicios suelen ser parte del sentido común. Parece que el sentido común no tiene nada importante que decir sobre los temas que preocupan a los ornitólogos o a los físicos. Lo que diga doña Rosa sobre el águila dorada de los Urales o el átomo de plutonio los tiene sin cuidado. En realidad, por lo general las personas que no son expertas en esos campos no tienen opinión sobre esas ciencias: sólo los astrónomos ven por los telescopios.

Pero sobre el mundo de lo social, la gente tiene mucho conocimiento sobre la vida cotidiana. Los argentinos la tenemos clara en todo, sabemos más de fútbol que el técnico de nuestro equipo, sabemos de box aunque nunca subimos a un ring, sabemos de la vida, de la locura, de los locos que se creen Napoleón. La sociología está en nuestras vidas, porque todos creemos conocer la sociedad.

Y, como vimos en la obra de Wright Mills, aunque cada uno vive en su rutina, no nos detenemos a comparar nuestras experiencias privadas con las de otros y buscar explicaciones o causalidades. ¿Cómo se entrelaza nuestra biografía individual con la historia que compartimos con la sociedad?

Por otra parte, las áreas que estudian los sociólogos ya han sido nombradas. ¿Qué es un Stigimoloch? Hace falta que nos lo diga un paleontólogo para que lo sepamos; es un dinosaurio. ¿Qué es Cygnus X-1? Hace falta que nos lo diga un astrónomo para que lo sepamos; es un agujero negro. ¿Qué es una familia, un barrio, un matrimonio, una escuela? Estas cosas, que estudia la sociología, ya tienen un significado para el sentido común. Bauman menciona que la soberanía de la sociología sobre el saber social puede verse afectada por el sentido común, por eso es importante marcar un límite muy claro entre conocimiento sociológico y sentido común. El autor propone tres formas para hacer esto.

En primer lugar, la sociología tiene reglas y métodos para su discurso responsable. No se puede ir a un congreso de sociología y decir cualquier cosa sobre cualquier tema. Esto es un atributo de la ciencia. La sociología, supuestamente, está vigilada y autocontrolada: toda “la cocina” (todo el proceso por el que se lleva a cabo la investigación, como la bibliografía consultada y la metodología de estudio utilizada) debe quedar abierta al escrutinio.

En segundo lugar, está el tamaño del campo del que se extrae el material para el pensamiento sociológico. Para la mayoría de la gente, ese campo está limitado a la rutina propia, a la gente que conocemos y los lugares por los que nos movemos, como dijo Wright Mills. Para la sociología eso es una experiencia muy parcial, que no captura la variedad de experiencias de vida.

Ampliar los horizontes de visión permite descubrir la vinculación entre biografía e historia; el conocimiento sociológico tiene algo para ofrecer, que el sentido común no puede proporcionar. Dicho de otra manera, la gente sólo conoce los ambientes que frecuenta. Vemos un robo en una cuadra de un barrio de una ciudad y decimos “el país está violento”. La ciencia necesita de un plano más amplio.

En tercer lugar, la sociología y el sentido común difieren en la manera de comprender y explicar acontecimientos. Las personas suelen creer que son los autores de sus propias acciones; tendemos a percibir todo lo que sucede como producto de la acción intencional de alguien. La sociología, en cambio, piensa más en las redes de dependencia que en acciones individuales. Para la sociología es equivocado comprender el mundo humano como resultado de motivaciones individuales. “Pensar sociológicamente es dar sentido a la condición humana a través de un análisis de las múltiples redes de interdependencia humana.”

En cuarto y último lugar, el poder del sentido común depende de su carácter autoevidente; es decir, que no cuestiona sus supuestos y se autoconfirma en su práctica; descansa en la rutina que modela nuestro sentido común. Esto tiene que ver con el fatalismo (la creencia de que las cosas simplemente cumplen su destino) y la idea de que uno no puede cambiar las condiciones en las que actúa. La sociología, al examinar aquello que se da por hecho, puede cuestionar las certidumbres del sentido común de la gente, con los problemas que le puede ocasionar a quien prefiere que ciertas cosas permanezcan ocultas, como vimos en la entrevista a Bourdieu.

La sociología nos puede llevar a reexaminar nuestra experiencia. Una vez que comprendemos mejor cómo los aspectos aparentemente naturales, inevitables y eternos llegaron a instalarse, podemos encontrar más difícil aceptar que imposibles de ser cambiados, a ver que las cosas son de tal manera, pero que podrían ser distintas. Pensar sociológicamente puede tener un poder antifijación, puede promover la solidaridad, una solidaridad basada en la comprensión.

lunes, 17 de abril de 2017

Parlamento coreano


Charles Wright Mills - La Imaginación Sociológica

Charles Wright Mills

La publicación más célebre de este sociólogo estadounidense se llama “La Imaginación Sociológica”, de 1959, y en ella brinda una mirada de la relación entre biografía e historia, teoría y método en el conocimiento sociológico. Su primer capítulo se titula “La Promesa”. Comienza señalando que lo que las personas pueden hacer está delimitado por sus habituales escenarios del trabajo, la familia y el barrio. Los hechos de la historia también son hechos relativos al triunfo y al fracaso de hombres y mujeres individuales: cuando una sociedad se industrializa, el campesino se convierte en obrero; cuando sobreviene una guerra, el agente de seguros se convierte en lanzador de cohetes o experto en radar, las mujeres viven solas, etc. Pero los hombres no definen sus inquietudes en relación con los cambios históricos y las contradicciones institucionales: no atribuyen el bienestar o el malestar de su vida a  la sociedad en la que viven. Rara vez se dan cuenta de la conexión entre sus propias vidas y la historia del mundo: en esta era llena de información, no poseen la cualidad mental para entender la relación entre el hombre y la sociedad, entre la biografía y la historia, el yo y el mundo.

Aquí Wright Mills introduce su concepto clave: la imaginación sociológica. Ésta permite comprender el escenario histórico en cuanto a su significado para la vida y la trayectoria de los distintos individuos. La imaginación sociológica permite tener en cuenta cómo las personas frecuentemente son falsamente conscientes de sus posiciones sociales. El primer fruto de la imaginación sociológica es que una persona solamente puede comprender su propia experiencia y destino si se localiza a sí mismo en su época: sólo puede conocer sus posibilidades si conoce las de todos los individuos que se encuentran en las mismas circunstancias. La persona vive una biografía dentro de una sucesión histórica. La imaginación sociológica permite comprender la relación entre la biografía y la historia. Esa es su promesa y su tarea.

Las preguntas de un analista social pueden ser: ¿Cuáles son los componentes de una sociedad? ¿En qué se diferencia de otras formas de organización social? ¿Qué lugar tiene esta sociedad en la historia humana? ¿Cómo cambia? ¿Qué hombres prevalecen en esta sociedad? Estas preguntas pueden aplicarse a un gran imperio o a una pequeña empresa o una familia. La imaginación sociológica permite captar lo que está sucediendo en el mundo y lo que les sucede a ellos como puntos diminutos en la intersección de las biografías y la historia dentro de una sociedad. Desarrollar la imaginación sociológica es como despertar en una casa extraña, es adquirir un nuevo modo de pensar, cambiar los valores, ver la realidad social de una manera distinta.

La distinción más importante que trae la imaginación sociológica es la de inquietudes y problemas. Se presentan "inquietudes" en el carácter de un individuo y sus relaciones inmediatas con los otros, con las áreas que conoce directamente. El enunciado y la resolución de esas inquietudes corresponde al individuo como entidad biográfica. Una inquietud es un asunto privado. Los "problemas", en cambio, trascienden el ambiente local del individuo y tienen que ver con las instituciones de una sociedad histórica y con las maneras en las que diferentes medios se interpenetran para formar la estructura más amplia de la vida social e histórica. Un problema es un asunto público.

Wright Mills utiliza el desempleo como ejemplo de inquietud y problema al mismo tiempo. Que un hombre esté desempleado es una inquietud personal, y para solucionar la situación se apelará a sus capacidades y oportunidades inmediatas. Pero que millones de personas en un país estén desempleadas constituye un problema, y su solución implica considerar las instituciones económicas y políticas de una sociedad. Lo mismo la guerra, que puede ocasionar cambios en la biografía de diferentes individuos, pero sus problemas estructurales refieren a sus causas y efectos sobre la política y la economía. Igual las problemáticas del matrimonio: tasa de divorcio y modelos de familia. O el transporte y la vivienda.

Lo que experimentamos es efecto de cambios estructurales. Por ello, para comprender los cambios de muchos personas, nos vemos obligados a mirar más allá de ellas. Darse cuenta de la idea de estructura social es ser capaz de descubrir esos vínculos entre diversidad de factores y fuerzas al interior de una sociedad. Darse cuenta de ello es tener imaginación sociológica.

El autor dice que la imaginación sociológica se está convirtiendo en una característica importante de la vida cultural, como se podría ver en la psicología, en el análisis político o incluso la crítica artística, donde se le presta más atención a las prácticas y condicionamientos sociales. Pero la imaginación sociológica no es una moda; es una cualidad mental para comprender la conexión, el entrecruzamiento entre las realidades individuales y las sociales, entre inquietudes y problemas.

miércoles, 5 de abril de 2017

Durkheim - Las Reglas del Método Sociológico

El francés Emile Durkheim (1858-1917) fue uno de los fundadores del pensamiento sociológico. Estudió filosofía y se graduó en 1882. Siempre tuvo una preocupación por los aspectos morales de la sociedad, la cohesión social, la religión y las normas que rigen a la sociedad. Quería conocer los principios científicos que rigen la evolución de la sociedad. Su pensamiento fue separándose de la filosofía y acercándose más a las teorías sociales. Sus obras más importantes son la DTS, de 1893, las RMS, de 1895 y el Suicidio, de 1897. Podría pensarse que las redes de condicionamiento, la dependencia y la libertad de los actores son las preocupaciones centrales de la sociología. Pero, ¿dónde empieza y dónde termina la sociología? Durkheim va a decir que la sociología es la ciencia de los hechos sociales –ese es su objeto de estudio particular-, y que el primer paso de las reglas del método sociológico es tratar a los hechos sociales como cosas.

¿Qué es un hecho social? Se emplea de ordinario para designar más o menos todos los fenómenos de la sociedad, siempre que presenten algún interés social. No hay acontecimientos humanos que no puedan llamarse sociales. Cada individuo bebe, duerme, come y demás. Pero si esos hechos fueran sociales, la sociología no tenrdría un objeto propio y su campo se confundiría con el de la biología y la psicología.

En realidad, en todas las sociedades hay un grupo determinado de fenómenos que se distinguen de los que estudia la psicología. Hay costumbres que, incluso cuando están de acuerdo con mis sentimientos, no soy yo quien los ha creado, sino que los he recibido por medio de la educación. Al nacer encontramos ya hechas todas las creencias religiosas; si existían antes, existen fuera de nosotros, afirma. Lo mismo el idioma o el sistema monetario: funcionan independientemente del uso que haga de ellos. Estos son modos de actuar, pensar y sentir que existen fuera de las conciencias individuales. Tienen su sustrato en la sociedad, no en una persona en particular. Esta exterioridad permite diferenciar a los hechos sociales de los fenómenos psíquicos. Para que exista un hecho social, debe haber varios individuos que hayan mezclado sus acciones para que esa combinación dé por resultado algo nuevo. Para comprender cómo la sociedad se representa a sí misma, hay que comprender la naturaleza de la sociedad misma y no la de los particulares. Agua y oxígeno.

Estos tipos de conducta no sólo son exteriores al individuo, sino que también tienen un poder imperativo o coercitivo. La prueba está en que se afirman en cuanto tratamos de resistirlos. Si intento infringir las reglas del derecho, éstas reaccionan contra mí. Algo similar ocurre con la vestimenta, por la que puede producirse una suerte de castigo también. Tampoco estamos obligados a hablar castellano, pero es imposible no hacerlo. Entonces, estos son hechos que presentan caracerísticas muy especiales: consisten en modos de actuar, pensar y sentir, exteriores al individuo y dotados de un poder de coacción por el que se imponen. Además, no pueden confundirse con fenómenos psicológicos, que existen sólo en la mente de una persona. Por eso, se llaman sociales, porque no pueden tener otro sustrato, otro sustento, que la sociedad. Estos constituyen el campo propio de la sociología. Pone como ejemplos el matrimonio, la moneda, el lenguaje, la religión, la organización política y el suicidio.

Una cosa similar, aunque no idéntica, son las corrientes sociales. En una asamblea, los grandes movimientos de entusiasmo o indignación no tienen como lugar de origen ninguna conciencia particular. Somos entonces juguetes de una ilusión que nos hace creer que hemos elaborado nosotros mismos lo que se nos impone desde fuera. Por lo tanto, cuando la asamblea termina, esas influencias dejan de actuar sobre nosotros, o hasta podemos estar en contra de ellos. Son hechos sociales sociales inmateriales y no cristalizados que son igualmente objetivos e influyentes en los individuos: por ejemplo, los grandes movimientos de masas impulsados por el entusiasmo, indignación o piedad.

Un hecho social muy claro es la forma en la que se educa a los niños. Toda educación consiste en un esfuerzo continuo por imponer al niño formas de ver, sentir y actuar a los cuales no llegaría por su cuenta. Comer, dormir a horas regulares, obediencia, tener en cuenta a los demás: el medio social tiende a moderar al niño como la sociedad quiere, y los padres y maestros son intermediarios. La costumbre colectiva se expresa en una fórmula que se repite de boca en boca. Pueden existir incluso sin ser aplicados.

El hecho social es distinto de sus repercusiones individuales. Un matrimonio o un suicidio parecen, al principio, inseparables de las formas que adoptan en casos particulares. Pero la estadística da una forma de aislarlos: representarlos por tasa de natalidad, nupcialidad, suicidio, etc. Así, las causas individuales del fenómeno se neutralizan y se expresa el estado del “alma colectiva”. Las manifestaciones privadas no son fenómenos sociológicos. Pero un fenómeno es sociológico si es común a la mayoría, si es general. Si todos los corazones latieran al unísono, no sería debido a una concordancia, sino a que una fuerza los mueve en el mismo sentido.

Los hechos sociales son modos de hacer, sentir o actuar. La distribución de la población o la forma de las viviendas, dice, no son maneras de hacer o sentir. Podría añadir otra catergoría. En todo caso, los llama fenómenos morfológicos. “Un hecho social es toda manera de hacer, establecida o no, susceptible de ejercer sobre el individuo coacción exterior; es general en la extensión de una sociedad determinada, teniendo al mismo tiempo una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales.”


Se llama institución a todas las creencias y modos de conducta instituidas por la colectividad. Por eso Durkheim dice que la sociología es la ciencia de las instituciones: de su origen y de su funcionamiento. Por eso la sociología de Durkheim se preocupó fundamentalmente de las creencias y la cultura. Para Durkheim la conciencia colectiva es el conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio de los miembros de una sociedad que forma un sistema determinado con vida propia. Para Durkheim la libertad de las personas está condicionada por su naturaleza social: los hombres están inclinados naturalmente hacia sus semejantes, a la sociedad y sus costumbres e instituciones. La libertad para él es el control externo de las pasiones de cada persona, viene de la internalización de una moralidad común.