miércoles, 2 de mayo de 2018

Josep-Vincent Marqués: “No es natural” (1982)


“No es natural” (1982)
Josep-Vincent Marqués



Algunas formas de vida distintas de las vigentes tienen gracia, indudablemente. Para mejor y para peor, las cosas podrían ser de otra manera, y la vida cotidiana de cada uno y de cada una, así como la de los “cadaunitos” sería bastante diferente. La persona lectora no obtendrá de este libro recetas para cambiar la vida ni - sin que vayamos a hilar demasiado fino sobre la cuestión- grandes incitaciones a cambiarla, pero sí algunas consideraciones sobre el hecho de que las cosas no son necesariamente, naturalmente, como son ahora y aquí. Saberlo le resultará útil para contestar a algunos entusiastas del orden y del desorden establecidos, que a menudo dicen que “es bueno y natural esto y aquello”, y poder decirles educadamente “veamos si es bueno o no, porque natural no es”.

Consideremos un día en la vida del señor Timoneda. Don Josep Timoneda i Martínez se ha levantado temprano, ha tomado su utilitario para ir a trabajar a la fábrica, oficina o tienda, ha vuelto a casa a comer un arroz cocinado por su señora, y más tarde ha vuelto de nuevo a casa, después de un pequeño altercado con otro conductor a consecuencia de haberse distraído pensando en si le ascienden o no de sueldo y categoría. Ya en casa, ha preguntado a los críos, bostezando, por la escuela, ha visto un telefilme sobre la delincuencia juvenil en California, se ha ido a dormir y, con ciertas expectativas de actividad sexual, ha esperado a que su mujer terminara de tender la ropa. Finalmente, se ha dormido pensando que el domingo irá con toda la familia al apartamento. Lo último que recuerda es a su mujer diciéndole que habrá que hablar seriamente con el hijo mayor porque ha hecho no se sabe qué cosa.

Este es el inventario banal de un día normal de un personaje normal. La vida, dicen. Pero ¡atención! Si este es un día normal, es porque estamos en una sociedad capitalista con predominio masculino, urbana, en una etapa que llaman sociedad de consumo y, dependiente culturalmente de unos medios de comunicación de masas subordinados al imperialismo. El personaje normal si la sociedad fuera otra, no tendría que ser necesariamente un varón, cabeza de familia, asalariado, con una mujer que cocina y cuida de la ropa, y con un televisor que pasa telefilmes norteamericanos.

Hablando de José Timoneda Martínez, consideremos ahora cómo incluso su nombre está condicionado por una red de relaciones sociales. Oficialmente no se llama Josep Timoneda i Martínez sino José Timoneda y Martínez, vuelve la cabeza cuando lo llaman Pepe, se cabrea en silencio cuando es el jefe de personal quien le llama Timoneda sin el señor delante, y enérgica y explícitamente cuando es un subordinado suyo quien lo hace; insiste, o no, en hacerse llamar Pepe por una mujer según el aspecto que ella tenga, y se siente bastante orgulloso de ser cabeza de familia, porque así los niños han de nombrarlo según su cargo doméstico de “papá”. Hay mucho más, sin embargo, en su nombre mismo. No diré simplemente que si hubiese nacido en África quizá se llamaría Bambayuyu, que es un nombre muy sonoro y de un exotismo justificable por la diferencia de lengua. No. Si salimos de nuestro ámbito, que no naturalmente habría de componerse su nombre del nombre de un santo de la Iglesia católica, de un primer apellido. Que trasmitirá a sus hijos y que le vincula al padre de su padre, y un segundo que no transmitirá y que le vincula al padre de su madre. Es solamente una forma. Podría llamarse Josep hijo de Joan Timoneda o hijo de Empar Martínez, Timoneda Josep o tomar el nombre de su origen y resultar Josep Timoneda de Borriana, o haber podido elegir, al llegar a ser mayor, el nombre o cuál de los dos apellidos prefería llevar adelante.

Podría ser de otra manera, pero ésta es la que le ha correspondido, ya que vive aquí. Son costumbres. ¡Atención, sin embargo! Hay quien dice que “son costumbres” como si, reconocido el carácter no natural de las maneras de vivir, éstas fueran resultado de un puro azar, cuando en realidad nos reenvían una y otra vez los datos fundamentales de la sociedad. El nombre del señor Timoneda nos da pistas sobre la influencia de la Iglesia católica y sobre el hecho de que los padres pintan más que los hijos, y el padre más que la madre. Eso en el nombre solamente. Los actos cotidianos del señor Timoneda nos proporcionan muchas más pistas.

El señor Timoneda podría haber pasado el día de muchas otras maneras. Nada en su biología se lo impide. Podría haber trabajado en su casa, si es que se puede hablar de casa al mismo tiempo a propósito de un espacio de 90 m. en un sexto piso y a propósito de un edificio que fue la casa de sus antepasados y sigue siendo taller. La mujer del señor Timoneda podía haber estado haciendo parte de la faena del taller y el hijo mayor también mientras aprende el oficio del padre. El más pequeño de los críos podía haber pasado el día en la calle o en casa de otros vecinos, sin noticia ni deseo de escuela alguna.

O bien, el señor Timoneda podía haber pasado el día cocinando para la comunidad, por ser el día que le tocaba el trabajo de la casa, mientras los demás trabajaban en el campo, en la granja o en los talleres, grandes o pequeños, todos proporcionalmente a sus fuerzas y habilidades; y hacia el atardecer reunirse todos para reírse ante una televisión más divertida o para discutir ante emisiones más informativas.

O el señor Timoneda podía haber trabajado aquel día doce horas - seis en las tierras del amo y seis en las que el amo le dejaba cultivar directamente-, regresado a la barraca donde vive amontonado con familiares diversos para comentar que el amo les había vendido junto con las tierras y preguntarse qué tal sería el nuevo señor. O escuchar al abuelo recitar historias, seguro de ser escuchado, seguro de ser el personaje principal de la familia.

El día del señor Timoneda podía haber sido, pues, muy distinto, y también el de las personas que le rodean. Sería un error pensar que sólo podía haber sido distinto de haber nacido en otra época. Con el nivel tecnológico actual son posibles diferentes formas de vida.

Esta pequeña introducción impresionista a una sociología de la vida cotidiana insistirá siempre sobre esa misma idea: que las cosas podrían ser -para bien y para mal- distintas. Dicho de otra manera más precisa: que no podemos entender cómo trabajamos, consumimos, amamos, nos divertimos, nos frustramos, hacemos amistades, crecemos o envejecemos, si no partimos de la base de que podríamos hacer todo eso de muchas otras formas.

A menudo, cuando se muere un pariente, te atropella un coche, le toca la lotería a un obrero en paro, se casa una hija o te hacen una mala jugada, la gente dice:

 -¡Es la vida!

O bien: -Es ley de vida. Lo que hacemos no es, sin embargo, La Vida. Muy pocas cosas están programadas por la biología. Nos es preciso, evidentemente, comer, beber y dormir; tenemos capacidad de sentir y dar placer, necesitamos afecto, y valoración por parte de los otros, podemos trabajar, pensar y acumular conocimientos. Pero cómo se concrete, todo eso depende de las circunstancias sociales en las que somos educados, maleducados, hechos y deshechos. Qué y cuántas veces y a qué horas comeremos y beberemos, cómo buscaremos o rechazaremos el afecto de los otros, qué escalas y qué valores utilizaremos para calibrar amigos y enemigos, qué placeres nos permitiremos y a cuáles renunciaremos, a qué dedicaremos nuestros esfuerzos físicos y mentales, son cosas que dependen de cómo la sociedad -una sociedad que no es nunca la única posible, aunque no sean posibles todas- nos las defina, limite, estimule o proponga. La sociedad nos marca no sólo un grado de concepto de satisfacción de las necesidades sino una forma de sentir esas necesidades y de canalizar nuestros deseos.

Así, pensar una bomba nueva, desear una lavadora de otro modelo, comer más a menudo platos variados aunque congelados, valorar a los demás por el número de objetos que poseen y dedicar los esfuerzos afectivos a asegurar el monopolio sentimental sobre una persona, no es más “humano”, no es más “la vida”, no es más “natural” que pensar nuevos trucos de magia recreativa, desear más sonrisas, hacer una fiesta el día en que sí comes pollo-pollo o valorar a una persona porque tiene más capacidad de gozar que tú y está dispuesta a enseñarte.

El amor, el odio, la envidia, la timidez, la soberbia… son sentimientos humanos. Pero, ¿en qué cantidad y a propósito de qué los gastaremos?, ¿es lo mismo odiar a los judíos que a los subcontratistas de mano de obra?, ¿es igual envidiar ahora la casa con jardín y pinada de un poderoso, cuando quedan pocos árboles, que cuando eso sólo representaba un símbolo de poder o de prestigio?, ¿es igual amar a una persona sometida que a una persona libre?, ¿se puede ser tímido del mismo modo en un mundo donde es conveniente ser presentado para hablar con otro, que en una sociedad donde todos se tutean, tratando de imponer una familiaridad que no siempre deseamos?

“Nacer, crecer, reproducirse y morir”. De acuerdo. Eso hacemos. Pero ¿acaso no importa cómo y cuándo naces, qué ganas y qué pierdes al crecer, porqué reproduces y de qué, y con qué humor te mueres?

El señor Timoneda se levanta cuando el satélite artificial se hace visible en el cielo de su ciudad. Antes de salir de su cápsula matrimonial mira a su compañero, dormido todavía, y se coloca la escafandra individual. Despierta a patadas a la mutante que le sirve de criada y le da órdenes en inglés. Hoy es un día especial: la lotería estatal sortea simultáneamente los quince que serán autorizados para procrear, los 1031 que se someterán a las pruebas de la guerra bacteriológica y 62 viajes a los carnavales de Río para dos personas y una mutante. Sale a la calle ya dentro de su heteromóvil y choca enseguida con otro. Se matan los dos conductores y el viudo del señor Timoneda es obligado a seguir la costumbre de suicidarse en la pira funeraria. ¿Es natural eso?

Esa sociedad imaginaria resulta ser capitalista, post-nuclear, despótica, de atmósfera precaria y homosexual, neomachista. Es una sociedad posible. Podría ser anticipada proyectando y acentuando los rasgos de la sociedad capitalista actual y suponiendo que hubiese tenido lugar tras una rebelión feminista aplastada, una eclosión de la homosexualidad reprimida acompañada de un explícito culto al macho.

La persona lectora tiene ante sí ahora otra sociedad. ¿Es la única posible? Tal vez diga que no, porque personalmente apuesta por el socialismo. ¿Pero qué socialismo? ¿Un socialismo donde sólo cambie la forma de gestión del capitalismo? ¿Una sociedad igual a esta, excepto en el precio más barato de los electrodomésticos?

¡Ah! Un poco de distancia respecto de su entorno no le vendría nada mal al lector o a la lectora.

viernes, 13 de abril de 2018

El reloj boliviano que gira "al revés" - La fiesta de la pelea

EL LUNES PRESENTAN ESTOS TEXTOS TERRANOVA Y VATTINO. CONSIGNA: PRESENTAR LAS SIGUIENTES DOS NOTAS PERIODÍSTICAS ANALIZÁNDOLAS A LA LUZ DE LOS CONCEPTOS DE EMILE DURKHEIM: HECHO SOCIAL (EXTERIORIDAD, COERCIÓN, ANTERIORIDAD, GENERALIDAD) Y CONCIENCIA COLECTIVA.

Por qué el reloj del Congreso de Bolivia gira al revés
Redacción BBC Mundo


Las autoridades intentan enseñar a los bolivianos a "pensar de forma creativa". El reloj que marca el paso del tiempo en la fachada del edificio del congreso boliviano, en La Paz, ahora marcha al revés. Sus manecillas giran hacia la izquierda y los números fueron invertidos: ahora van del 12 al 1.

Según las autoridades éste será ahora el símbolo del cambio político en la región andina. Pero la medida ha generado estupefacción y una que otra burla en los medios y redes sociales. En una conferencia de prensa de este martes, el canciller David Choquehuanca lo llamó "el reloj del sur". Y dijo que el cambio fue diseñado para que los bolivianos atesoren su patrimonio cultural.

En una conferencia de prensa con el presidente del Senado, Eugenio Rojas, el canciller señaló que esta iniciativa fue diseñada para enseñar a los bolivianos "que pueden cuestionar las normas establecidas y pensar de forma creativa".

El presidente ha emprendido una campaña cultural.

"¿Quién dice que el reloj tiene que girar de ese lado siempre? ¿Por qué siempre tenemos que obedecer, por qué no podemos ser creativos", preguntó el canciller, e insistió en que la iniciativa no pretende causar daño a nadie, sino intenta "revalorizar la cultura propia". "No nos tenemos que complicar, simplemente tenemos que tomar conciencia de que nosotros vivimos en el sur. No estamos en el norte", dijo Choquehuanca.

Cuando se le preguntó al funcionario si el gobierno llevaría a cabo un programa para extender el uso de este nuevo reloj, éste respondió: "si quieren comprarse un reloj del sur, háganlo; si quieren utilizar un reloj del norte, usted van a poder utilizarlo. No se puede imponer".

Choquehuanca también informó que Bolivia había colocado relojes que giran al revés en los escritorios de las delegaciones extranjeras que asistieron a la reciente cumbre del G77 en la ciudad de Santa Cruz.

Dichos relojes, que fueron obsequiados a dichas delegaciones, tenían la forma del mapa de Bolivia e incluían el territorio costero que el país perdió en una guerra con Chile en 1879 pero que Bolivia reclama.

Los residentes de Bolivia mostraron distintas reacciones al nuevo reloj del sur.

El lustrabotas Franz Galarza, que trabaja frente al Congreso, notó que los números arábigos fueron pintados sobre los romanos, que todavía pueden notarse, lo cual, dijo, hace parecer que se trata de un trabajo mal hecho. "Si quieren dar el mensaje de que el país está yendo en otra dirección van a tener que darle esa explicación a todas las personas que pasen por la plaza Murillo porque la mayoría, la primera cosa que dicen es que es un error, que está mal", comentó Galarza a la agencia EFE. "Si es una idea política es una mala idea política" agregó.

El reloj del sur es la más reciente iniciativa en el contexto de otras medidas que el gobierno ha presentado para promover la cultura andina. Otra de ellas es el uso de la bandera indígena whipala, que ahora es un símbolo nacional reconocido por la constitución boliviana.

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Fiestas curiosas: Tinkus, la fiesta de la pelea


La fiesta de los Tinkus es una de las más curiosas de toda Latinoamérica. Se celebra los 3 y 4 de mayo en Macha, una pequeña localidad situada en medio del altiplano Boliviano, entre Potosí y Oruro. Cientos de indígenas Quechuas acuden desde distintos puntos de Bolivia para agradecer a la Pachamama (madre tierra) en un ritual que consiste en pelear entre ellos hasta hacerse daño como símbolo de agradecimiento y rito para tener un buen año.

La fiesta de los Tinkus, de la palabra quechua T’inkuy o “encuentro”, es una de las celebraciones más curiosas de Latinoamérica. Los indígenas se acercan a Macha para beber chicha, una bebida alcohólica local y honrar a la Pachamama golpeándose entre ellos hasta derramar sangre. La sangre simboliza un año de salud y de cosechas abundantes.
Los últimos años las autoridades locales han decidido intervenir ya que en cada edición algunas personas resultan heridas de gravedad o muertas producto de las consecuencias de los golpes. Por este motivo, las agrupaciones culturales de la zona han decidido cambiar presentar la fiesta como una danza folklórica. Sin embargo, la tradición transmitida de forma oral entre los aborígenes continúa manteniendo el carácter y la esencia de siempre.

Los turistas son generalmente respetados. No son atacados por los indígenas, pero si ellos quieren participar en las peleas son tomados en cuenta como uno más de ellos. De todas formas, siempre hay que ir con precaución, ya que muchos van bastante bebidos.

El ritual consiste en golpearse entre varones, mujeres e incluso niños. La regla es que las peleas deben ser de uno contra uno, pero como os comentábamos, a veces el excesivo consumo de alcohol hace que se produzcan peleas colectivas que muchas veces terminan con heridos de consideración e incluso muertes.

Dentro del ritual del Tinku se incluyen danzas y música local. Las comunidades provenientes de distintas zonas del altiplano hacen su entrada al pueblo bailando y tocando ritmos de “Jula-Jula”. Los combatientes, denominados “Warakkaku” y “Makhanaku”, llegan vestidos con su indumentaria guerrera que incluye gorros y protecciones en sus manos para poder soportar mejor los golpes de sus adversarios.

Resulta muy curioso el ver a dos o más desconocidos pegarse hasta sangrar y luego abrazarse y continuar bebiendo como si fueran amigos de toda la vida.
Durante la fiesta también es posible probar platos típicos como la carne de Llama, un camélido típico del altiplano chileno-peruano y boliviano, choclo, chicha, etc.

viernes, 6 de abril de 2018

Emile Durkheim - "Las Reglas del Método Sociológico" (1895)

EL LUNES PRESENTAN ESTE TEXTO LOS 5 ESTUDIANTES ASIGNADOS

Emile Durkheim - "Las Reglas del Método Sociológico" (1895)



El francés Emile Durkheim (1858-1917) fue uno de los fundadores del pensamiento sociológico. Estudió filosofía y se graduó en 1882. Siempre tuvo una preocupación por los aspectos morales de la sociedad, la cohesión social, la religión y las normas que rigen a la sociedad. Quería conocer los principios científicos que rigen la evolución de la sociedad. Su pensamiento fue separándose de la filosofía y acercándose más a las teorías sociales. Sus obras más importantes son "La División del Trabajo Social", de 1893, las "Reglas del Método Sociológico" (que aquí presentamos), de 1895 y "el Suicidio" de 1897. Como hemos visto en la obra de Bauman, podemos pensar que las redes de condicionamiento, la dependencia y la libertad de los actores son las preocupaciones centrales de la sociología. Pero, ¿dónde empieza y dónde termina la sociología? Durkheim va a decir que la sociología es la ciencia de los hechos sociales –ese es su objeto de estudio particular-, y que el primer paso de las reglas del método sociológico es tratar a los hechos sociales como cosas.

¿Qué es un hecho social? Se emplea esa expresión ordinariamente para designar más o menos todos los fenómenos de la sociedad, siempre que presenten algún interés social. No hay acontecimientos humanos que no puedan llamarse sociales. Cada individuo bebe, duerme, come y se enferma. Pero si esos hechos fueran sociales, la sociología no tendría un objeto propio y su campo se confundiría con el de la biología y la psicología.

En realidad, en todas las sociedades hay un grupo determinado de fenómenos que se distinguen de los que estudia la psicología. Hay costumbres que, incluso cuando están de acuerdo con mis sentimientos, no soy yo quien los ha creado, sino que los he recibido por medio de la educación. Por más alternativos que nos creamos, no podemos elegir totalmente la educación de nuestros hijos. Al nacer encontramos ya hechas todas las creencias religiosas; si existían antes, existen fuera de nosotros, afirma Durkheim. Lo mismo el idioma o el sistema monetario: funcionan independientemente del uso que haga de ellos. Estos son modos de actuar, pensar y sentir que existen fuera de las conciencias individuales. Tienen su sustrato en la sociedad, no en una persona en particular. Esta exterioridad permite diferenciar a los hechos sociales de los fenómenos psíquicos. Para que exista un hecho social, debe haber varios individuos que hayan mezclado sus acciones para que esa combinación dé por resultado algo nuevo. Para comprender cómo la sociedad se representa a sí misma, hay que comprender la naturaleza de la sociedad misma y no la de los particulares. El agua es un ejemplo de esto. Aunque  esté conformada por átomos de oxígeno y de hidrógeno, las propiedades del agua no son las propiedades ni del hidrógeno ni las del oxígeno: son las propiedades del agua. La historia de Argentina es la historia de Argentina, no la de Martín Fierro; la historia de Inglaterra es la historia de Inglaterra, no la de Arturo.

Los hechos sociales no sólo son exteriores al individuo, sino que también tienen un poder imperativo, coactivo o coercitivo. Es decir, que tienen la posibilidad de obligar. La prueba está en que se afirman en cuanto tratamos de resistirlos. Si intento infringir las reglas del derecho, éstas reaccionan contra mí. Algo similar ocurre con la vestimenta, por la que puede producirse una suerte de castigo también. Tampoco estamos obligados a hablar castellano, pero es imposible no hacerlo. Entonces, los hechos sociales son hechos que presentan características muy especiales: consisten en modos de actuar, pensar y sentir, exteriores al individuo y dotados de un poder de coacción por el que se imponen. Además, no pueden confundirse con fenómenos psicológicos, que existen sólo en la mente de una persona. Por eso, se llaman sociales, porque no pueden tener otro sustrato, otro sustento, que la sociedad. Estos constituyen el campo propio de la sociología. Pone como ejemplos el matrimonio, la moneda, el lenguaje, la religión, la organización política y el suicidio.

Un hecho social muy claro es la forma en la que se educa a los niños. Toda educación consiste en un esfuerzo continuo por imponer al niño formas de ver, sentir y actuar a los cuales no llegaría por su cuenta. Comer, dormir a horas regulares, obediencia, tener en cuenta a los demás: el medio social tiende a moderar al niño como la sociedad quiere, y los padres y maestros son intermediarios. La costumbre colectiva se expresa en una fórmula que se repite de boca en boca. Pueden existir incluso sin ser aplicados.

El hecho social es distinto de sus repercusiones individuales. Un matrimonio o un suicidio parecen, al principio, inseparables de las formas que adoptan en casos particulares. Pero la estadística da una forma de aislarlos: representarlos por tasa de natalidad, nupcialidad, suicidio, etc. Así, las causas individuales del fenómeno se neutralizan y se expresa el estado del “alma colectiva”. Las manifestaciones privadas no son fenómenos sociológicos. Pero un fenómeno es sociológico si es común a la mayoría, si es general. Si todos los corazones latieran al unísono, no sería debido a una concordancia, sino a que una fuerza los mueve en el mismo sentido.

Un hecho social es toda manera de hacer, establecida o no, susceptible de ejercer sobre el individuo coacción exterior; es general en la extensión de una sociedad determinada, teniendo al mismo tiempo una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales.”

Recapitulando, encontramos que las cuatro características de los hechos sociales son: exterioridad (existen por fuera de las conciencias individuales y no tienen su origen en ella, sino que surgen de la conciencia colectiva), coacción (tienen el poder de obligar, o de que haya una reacción social frente a su incumplimiento), anterioridad (suelen anteceder a las conciencias individuales) y generalidad (aplicables a la mayoría en una sociedad).

Una cosa similar, aunque no idéntica, son las corrientes sociales. En una asamblea política, los grandes movimientos de entusiasmo o indignación no tienen como lugar de origen ninguna conciencia particular. Somos entonces juguetes de una ilusión que nos hace creer que hemos elaborado nosotros mismos lo que se nos impone desde fuera. Por lo tanto, cuando la asamblea termina, esas influencias dejan de actuar sobre nosotros: nos calmamos, dejamos de gritar y se nos enfría la cabeza, y hasta podemos estar en contra de lo que estábamos gritando hace una hora. Son hechos sociales sociales inmateriales y no cristalizados que son igualmente objetivos e influyentes en los individuos: por ejemplo, los grandes movimientos de masas impulsados por el entusiasmo, indignación o piedad. Las corrientes sociales son como hechos sociales de corto plazo: tienen las características de exterioridad y coacción, pero no necesariamente la de anterioridad o generalidad.

Se llama institución a todas las creencias y modos de conducta instituidas por la colectividad. Por eso Durkheim dice que la sociología es la ciencia de las instituciones: de su origen y de su funcionamiento. Por eso la sociología de Durkheim se preocupó fundamentalmente de las creencias y la cultura. Para Durkheim la conciencia colectiva es el conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio de los miembros de una sociedad que forma un sistema determinado con vida propia. Para Durkheim la libertad de las personas está condicionada por su naturaleza social: los hombres están inclinados naturalmente hacia sus semejantes, a la sociedad y sus costumbres e instituciones. La libertad para él es el control externo de las pasiones de cada persona, viene de la internalización de una moralidad común.

viernes, 23 de marzo de 2018

Zygmunt Bauman - Pensando Sociológicamente (1990)

Zygmunt Bauman - Pensando Sociológicamente (1990)


EL LUNES PRESENTAN ESTE TEXTO LOS CUATRO ESTUDIANTES ASIGNADOS.



Bauman (1925-2017) era un sociólogo polaco. Su obra, que comenzó en la década de 1950, se ocupó de cuestiones tales como las clases sociales, el socialismo, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza. Una de sus obras más conocidas, y en la que reflexiona sobre la especificidad de la sociología se llama “Pensando Sociológicamente”, y fue publicada en 1990.

Empieza diciendo que una mirada a la sección de la biblioteca que tiene el cartelito de “sociología” contiene una serie de libros que presenta a la sociología como un bloque único. ¿Qué es un texto sociológico? La sociología es como una zona en constante actividad, en la que siempre se están sumando conocimientos y cambiando el contenido de la disciplina. Para el autor es importante caracterizar qué es pensar sociológicamente.

¿Qué es pensar sociológicamente? ¿Qué hace a la sociología diferente de otros conocimientos y otras prácticas? En la biblioteca las secciones más cercanas al cartelito de sociología serían: antropología, ciencias políticas, filosofía, historia, economía, derecho, psicología. Se sabe, realmente, que los temas sociológicos estarán más cerca de estos cuerpos de conocimiento que de otros. Pero, si exploran el mismo territorio, ¿qué los diferencia? ¿Qué hace que la sociología y la ciencia política, por ejemplo, sean tan diferentes que tengan cada uno su propio nombre, su propia sección?

La ciencia política tiene su objeto de conocimiento, que es el poder y las problemáticas del gobierno. ¿Pero de dónde sacamos la idea de que las acciones humanas pueden dividirse en ciertas categorías? ¿Del hecho de que se las ha clasificado de esa manera y que a cada grupo de estudios en estas clasificaciones se les dio un nombre? ¿Del hecho de que hay comunidades de expertos creíbles que reclaman derechos exclusivos para estudiar aspectos de la sociedad? Así como hay legislación sobre la actividad de los médicos o de los abogados, la profesión del sociólogo también tiene, en Argentina, su ley, la ley del sociólogo, de 1988. El artículo 2 dice “considérase ejercicio profesional de la Sociología: la producción, aplicación y transmisión de conocimientos científicos sobre la realidad social, fundados en la teoría, metodología y técnicas de dicha ciencia, así como la prestación de todos aquellos servicios profesionales inherentes a la misma.”

Bauman dice que la división de las ciencias sociales no tiene mucho sentido, porque no vivimos en el reino de la ciencia política un rato, luego en el de la economía, o pasamos de la antropología a la historia cuando pasamos de Uruguay a Brasil. La división del mundo humano en diferentes disciplinas académicas no es natural. Es más bien una división del trabajo entre los profesionales que estudian el mundo humano, una división entre los expertos que se ha ido acentuando con el tiempo. Cada uno se mantiene fiel a una idea de disciplina sistematizada y presenta sus hallazgos de manera responsable según ese sistema.

Por esto, la única esperanza que queda, para Bauman, de encontrar aquello que diferencia a la sociología es fijarnos en el tipo de preguntas que guían a cada disciplina, es decir, las preguntas que determinan los puntos de vista a partir de los cuales cada grupo de expertos observa, explora, describe y explica las acciones humanas. ¿Qué preguntas motivan, por ejemplo, a un economista? Se preguntan sobre la relación costo-beneficio de las acciones humanas, como la compra de una empresa, la venta de petróleo, y demás. Un científico político se pregunta sobre cómo cambian o son cambiadas las acciones humanas en términos de poder e influencia.
Para Bauman estas preocupaciones de la economía y la ciencia política no son ajenas a la sociología. Pero la sociología tiene sus propias perspectivas que inspiran series de preguntas para preguntarnos sobre las acciones humanas. La sociología se distingue “por visualizar las acciones humanas como componentes de configuraciones más amplias: es decir, conjuntos no azarosos de actores entrecruzados en una red de dependencia mutua.” Es decir, los sociólogos nos preguntamos qué consecuencia tiene determinado hecho para los actores humanos, las relaciones en las que entramos y los grupos de los que formamos parte. Las redes de condicionamiento, la dependencia y la libertad de los actores son las preocupaciones centrales de la sociología. Las preguntas centrales de la sociología son: ¿de qué manera los tipos de relaciones sociales afectan nuestras aciones y nuestro conocimiento? ¿De qué manera la familia o el barrio o la ciudad en la que una persona se cría afecta su rendimiento escolar? ¿De qué manera la política de un gobierno afecta los adelantos científicos de un país? ¿De qué manera los medios de comunicación afectan la percepción de la gente sobre el dolar? Esta clase de preguntas hacen al área particular de la sociología y la define como una disciplina con cierta autonomía. Pensar sociológicamente es una manera de entender el mundo humano y pensar ese mundo humano de diferentes maneras.

Ahora, pensar sociológicamente tiene una gran distinción con lo que se conoce como “sentido común”. Las ciencias físicas y biológicas no se preocupan mucho por revisar su vínculo con el sentido común. La gente suele creer, por ejemplo, que los avestruces esconden la cabeza en la tierra, cosa que no es cierta. Pero a los ornitólogos, los estudiosos de las aves, no les importa demasiado. Es un mito, y es parte del “sentido común”, es decir, una forma de conocimiento no científica que pasa de boca en boca. Los estereotipos, los mitos y los prejuicios suelen ser parte del sentido común. Parece que el sentido común no tiene nada importante que decir sobre los temas que preocupan a los ornitólogos o a los físicos. Lo que diga doña Rosa sobre el águila dorada de los Urales o el átomo de plutonio los tiene sin cuidado. En realidad, por lo general las personas que no son expertas en esos campos no tienen opinión sobre esas ciencias: sólo los astrónomos ven por los telescopios.

Pero sobre el mundo de lo social, la gente tiene mucho conocimiento sobre la vida cotidiana. Los argentinos la tenemos clara en todo, sabemos más de fútbol que el técnico de nuestro equipo, sabemos de box aunque nunca subimos a un ring, sabemos de la vida, de la locura, de los locos que se creen Napoleón. La sociología está en nuestras vidas, porque todos creemos conocer la sociedad.

Y, como vimos en la obra de Wright Mills, aunque cada uno vive en su rutina, no nos detenemos a comparar nuestras experiencias privadas con las de otros y buscar explicaciones o causalidades. ¿Cómo se entrelaza nuestra biografía individual con la historia que compartimos con la sociedad?

Por otra parte, las áreas que estudian los sociólogos ya han sido nombradas. ¿Qué es un Stigimoloch? Hace falta que nos lo diga un paleontólogo para que lo sepamos; es un dinosaurio. ¿Qué es Cygnus X-1? Hace falta que nos lo diga un astrónomo para que lo sepamos; es un agujero negro. ¿Qué es una familia, un barrio, un matrimonio, una escuela? Estas cosas, que estudia la sociología, ya tienen un significado para el sentido común. Bauman menciona que la soberanía de la sociología sobre el saber social puede verse afectada por el sentido común, por eso es importante marcar un límite muy claro entre conocimiento sociológico y sentido común. El autor propone tres formas para hacer esto.

En primer lugar, la sociología tiene reglas y métodos para su discurso responsable. No se puede ir a un congreso de sociología y decir cualquier cosa sobre cualquier tema. Esto es un atributo de la ciencia. La sociología, supuestamente, está vigilada y autocontrolada: toda “la cocina” (todo el proceso por el que se lleva a cabo la investigación, como la bibliografía consultada y la metodología de estudio utilizada) debe quedar abierta al escrutinio.

En segundo lugar, está el tamaño del campo del que se extrae el material para el pensamiento sociológico. Para la mayoría de la gente, ese campo está limitado a la rutina propia, a la gente que conocemos y los lugares por los que nos movemos, como dijo Wright Mills. Para la sociología eso es una experiencia muy parcial, que no captura la variedad de experiencias de vida.

Ampliar los horizontes de visión permite descubrir la vinculación entre biografía e historia; el conocimiento sociológico tiene algo para ofrecer, que el sentido común no puede proporcionar. Dicho de otra manera, la gente sólo conoce los ambientes que frecuenta. Vemos un robo en una cuadra de un barrio de una ciudad y decimos “el país está violento”. La ciencia necesita de un plano más amplio.

En tercer lugar, la sociología y el sentido común difieren en la manera de comprender y explicar acontecimientos. Las personas suelen creer que son los autores de sus propias acciones; tendemos a percibir todo lo que sucede como producto de la acción intencional de alguien. La sociología, en cambio, piensa más en las redes de dependencia que en acciones individuales. Para la sociología es equivocado comprender el mundo humano como resultado de motivaciones individuales. “Pensar sociológicamente es dar sentido a la condición humana a través de un análisis de las múltiples redes de interdependencia humana.”

En cuarto y último lugar, el poder del sentido común depende de su carácter autoevidente; es decir, que no cuestiona sus supuestos y se autoconfirma en su práctica; descansa en la rutina que modela nuestro sentido común. Esto tiene que ver con el fatalismo (la creencia de que las cosas simplemente cumplen su destino) y la idea de que uno no puede cambiar las condiciones en las que actúa. La sociología, al examinar aquello que se da por hecho, puede cuestionar las certidumbres del sentido común de la gente, con los problemas que le puede ocasionar a quien prefiere que ciertas cosas permanezcan ocultas, como vimos en la entrevista a Bourdieu.

La sociología nos puede llevar a reexaminar nuestra experiencia. Una vez que comprendemos mejor cómo los aspectos aparentemente naturales, inevitables y eternos llegaron a instalarse, podemos encontrar más difícil aceptar que imposibles de ser cambiados, a ver que las cosas son de tal manera, pero que podrían ser distintas. Pensar sociológicamente puede tener un poder antifijación, puede promover la solidaridad, una solidaridad basada en la comprensión.

Romnesia, o el mito del millonario hecho a sí mismo


Romnesia, o el mito del millonario hecho a sí mismo (2012)
Por George Monibot


Podríamos denominarlo “romnesia”: la capacidad de los muy ricos para olvidarse del contexto en el que hicieron su dinero. De olvidar su educación, herencia, redes familiares, contactos y presentaciones. De olvidar a los trabajadores cuya labor les enriqueció. Olvidarse de las infraestructuras y la sociedad, la mano de obra preparada, los contratos, subsidios y rescates suministrados por el Estado.
Todo sistema político exige un mito justificativo. La Unión Soviética disponía de Alexey Stajanov, el minero de quien se afirmaba que había extraído 100 toneladas de carbón en seis horas. Los Estados unidos contaban con Richard Hunter, el héroe de las historias de la miseria a la opulencia de Horatio Alger.
Ambas historias contenían un átomo de verdad. Stajanov trabajaba duro por una causa  en la que creía, pero su notable rendimiento productivo probablemente era falso. Cuando Alger escribía sus novelas, algunas personas pobres se habían vuelto muy ricas en los Estados Unidos. Pero cuanto más se aleja un sistema de sus ideales  (productividad en el caso de la Unión Soviética, oportunidades en los EE.UU.), más fervientemente se postulan sus mitos justificativos.
Conforme las naciones desarrolladas sucumben a la extrema desigualdad y la inmovilidad social, el mito del hombre hecho a sí mismo se vuelve cada vez más potente. Se utiliza para justificar su polo opuesto: una invulnerable clase rentista busca vivir de las rentas, haciendo despliegue de su riqueza heredada para financiar la incautación de la riqueza de otras personas.
El exponente más crudo de “romnesia” es la magnate minera australiana Gina Rinehart. “No hay monopolio en lo que respecta a convertirse en millonario”, insiste ella. “Si tienes envidia de quienes tienen más dinero, no te quedes sentado quejándote; haz algo para ganar más dinero: gasta menos dinero en beber, fumar o alternar y pasa más tiempo trabajando” recuerda nuestras raíces y crea tu propio éxito.
Recordar sus raíces es lo que Rinehart no sabe hacer. Se le olvidó añadir que si quieres convertirte en millonario - en su caso, milmillonaria - ayuda heredar una mina de mineral de hierro y una fortuna de tu padre, y cabalgar sobre un auge espectacular de las materias primas. Si se hubiera pasado la vida metida en cama tirando dardos a la pared, seguiría siendo estupendamente rica.
Las listas de gente rica están repletas de gente que o bien heredó su fortuna o la hizo gracias a actividades rentistas: por otros medios que no fueron innovación y esfuerzo productivo. Son un catálogo de especuladores, barones inmobiliarios, duques, monopolistas de tecnología de la información, usureros, jefes de la banca, jeques del petróleo, magnates mineros, oligarcas y ejecutivos jefe remunerados de forma absolutamente desproporcionada respecto a cualquier valor que generen.  
Saqueadores, en suma. Los más ricos barones mineros a los que el Estado les vendió los recursos naturales por una bicoca. Oligarcas rusos, mexicanos y británicos adquirieron activos públicos infravalorados mediante privatización, y ahora dirigen una economía de cabina de peaje. Los banqueros usan instrumentos incomprensibles para desplumar a sus clientes y al contribuyente. Pero a medida que los rentistas se hacen con la economía, hay que contar la historia contraria. 
Apenas sí hay un discurso de los republicanos que no acabe retomando la narración de Richard Hunter, y casi todas estas historias de la miseria a la opulencia resultan ser una bobada. “Todo lo que tenemos Ann y yo”, declara Mitt Romney, “nos lo ganamos a la vieja usanza.” Vieja usanza como la de Barbanegra. Dos reportajes de lacerante denuncia publicados en la revista Rolling Stone documentan las compras apalancadas que destruyeron empresas viables, valor y puestos de trabajo, y el costoso rescate federal que le salvó políticamente la piel a Romney.
Romney personifica el parasitismo económico. El sector financiero se ha convertido en una máquina que destruye empleos, socava hogares, aplasta vidas, que empobrece a otras personas para enriquecerse. Cuanto más apretado es su dogal sobre la política, más tienen que contar sus representantes la historia contraria: la de la empresa afirmativa de la vida, la innovación y la inversión, la de los valientes emprendedores que levantan su fortuna sólo con arrestos e ingenio.  
El otro lado de esta historia resulta evidente. “Cualquiera puede conseguirlo: yo pude sin ayuda” se traduce como “Me niego a pagar impuestos para ayudar a otras personas, pues pueden ayudarse a sí mismas”. Hayan o no heredado una mina de mineral de hierro de su papaíto.
En el artículo en que apremiaba a los pobres a emularla, Gina Rinehart proponía también que debía reducirse el salario mínimo. ¿A quién le hace falta un sueldo justo si cualquiera se puede convertir en millonario? 
En el año 2010, el 1% más rico de los Estados Unidos se quedó con un asombroso 93%  de las ganancias en ingresos. Ese mismo año, los ejecutivos jefe empresariales ganaron, como media, 243 veces más que el trabajador mediano (en 1965, la proporción era diez veces menor, a saber de 24 a 1. Entre 1970 y 2010, el coeficiente Gini, que mide la desigualdad, se elevó en los Estados Unidos de 0.35 a 0.44: un salto asombroso.
Por lo que respecta a la movilidad social, de los países ricos clasificados por la OCDE, los tres en los que hay mayores probabilidades de que las ganancias las ganancias de un hombre sean semejantes a las de su padre son, por este orden, el Reino Unido, Italia y los EE.UU. Si naces pobre o naces rico en estos países, lo probable es que lo sigas siendo. No es casualidad que estos tres países se promocionen a sí mismos como tierra de oportunidades sin paralelo.
Igualdad de oportunidades, autocreación, heroico individualismo: estos son los mitos que el capitalismo depredador requiere para su supervivencia política. La “romnesia” permite a los ultrarricos lo mismo negar el papel de otras personas en la creación de su propia riqueza que negarle ayuda a aquellos menos afortunados que ellos. Hace un siglo, los emprendedores trataban de pasar ellos mismos por parásitos: adoptaban el estilo y las formas de la clase rentista con título. Hoy pretenden los parásitos que son emprendedores.  


viernes, 16 de marzo de 2018

Charles Wright Mills - La Imaginación Sociológica

Charles Wright Mills - "La Imaginación Sociológica" (1959), capítulo 1: La Promesa
EL LUNES PRESENTAN ESTE TEXTO VOGEL Y CASTILLO.


Hoy en día la gente descubre frecuentemente que sus vidas privadas son una serie de engaños. Se dan cuenta de que no pueden vencer sus dificultades, y frecuentemente tienen razón. Saben que lo que pueden hacer está delimitado por sus habituales escenarios del trabajo, la familia y el barrio. Los hechos de la historia también son hechos relativos al triunfo y al fracaso de hombres y mujeres individuales. Cuando una sociedad se industrializa, el campesino se convierte en obrero; cuando sobreviene una guerra, el agente de seguros se convierte en lanzador de cohetes o experto en radar, las mujeres viven solas, etc. Pero los hombres no definen sus inquietudes en relación con los cambios históricos y las contradicciones institucionales: no atribuyen el bienestar o el malestar de su vida a  la sociedad en la que viven. Rara vez se dan cuenta de la conexión entre sus propias vidas y la historia del mundo: en esta era llena de información, no poseen la cualidad mental para entender la relación entre el hombre y la sociedad, entre la biografía y la historia, el yo y el mundo.

La imaginación sociológica permite comprender el escenario histórico en cuanto a su significado para la vida y la trayectoria de los distintos individuos. La imaginación sociológica permite tener en cuenta cómo las personas frecuentemente son falsamente consciente de sus posiciones sociales. El primer fruto de la imaginación sociológica es que una persona solamente puede comprender su propia experiencia y destino si se localiza a sí mismo en su época: sólo puede conocer sus posibilidades si conoce las de todos los individuos que se encuentran en las mismas circunstancias. La persona vive una biografía dentro de una sucesión histórica. La imaginación sociológica permite comprender la relación entre la biografía y la historia. Esa es su promesa y su tarea.


Las preguntas de un analista social pueden ser: ¿Cuáles son los componentes de una sociedad? ¿En qué se diferencia de otras formas de organización social? ¿Qué lugar tiene esta sociedad en la historia humana? ¿Cómo cambia? ¿Qué hombres prevalecen en esta sociedad? Estas preguntas pueden aplicarse a un gran imperio o a una pequeña empresa o una familia. La imaginación sociológica permite captar lo que está sucediendo en el mundo y lo que les sucede a ellos como puntos diminutos en la intersección de las biografías y la historia dentro de una sociedad. Desarrollar la imaginación sociológica es como despertar en una casa extraña, es adquirir un nuevo modo de pensar, cambiar los valores.


La distinción más importante que trae la imaginación sociológica es la de inquietudes y problemas. 


Se presentan "inquietudes" en el carácter de un individuo y sus relaciones inmediatas con los otros, con las áreas que conoce directamente. El enunciado y la resolución de esas inquietudes corresponde al individuo como entidad biográfica. Una inquietud es un asunto privado.


Los "problemas" trascienden el ambiente local del individuo y tienen que ver con las instituciones de una sociedad histórica y con las maneras en las que diferentes medios se interpenetran para formar la estructura más amplia de la vida social e histórica. Un problema es un asunto público.


El desempleo puede servir de ejemplo. Que un hombre esté desempleado es una inquietud personal, y para solucionar la situación se apelará a sus capacidades y oportunidades inmediatas. Pero que millones de personas en un país estén desempleadas constituye un problema, y su solución implica considerar las instituciones económicas y políticas de una sociedad. Lo mismo la guerra, que puede ocasionar cambios en la biografía de diferentes individuos, pero sus problemas estructurales refieren a sus causas y efectos sobre la política y la economía. Igual las problemáticas del matrimonio: tasa de divorcio y modelos de familia. O el transporte y vivienda, ambos pueden ser pensados como problemas o como inquietudes. En la misma línea, una frase atribuida a Stalin es "la muerte de un hombre es una tragedia; la muerte de millones es estadística."

Lo que experimentamos en medios diversos y específicos es efecto de cambios estructurales. Por ello, para comprender los cambios de muchos medios personales, nos vemos obligados a mirar más allá de ellos. Darse cuenta de la idea de estructura social es ser capaz de descubrir esos vínculos entre diversidad de medios. Darse cuenta de ello es tener imaginación sociológica. El arte de tapa del disco "Pretzel Logic", de la banda Steely Dan (1974) podría servir como ejemplo de falta de imaginación sociológica.


Wright Mills dice que no es verdad que el principal enemigo y peligro para el hombre sea su naturaleza indócil y las fuerzas ocultas reprimidas en él. Para el autor el principal peligro reside en las fuerzas ingobernables de la sociedad, con sus métodos impersonales de producción, sus técnicas envolventes de dominación política y su anarquía institucional.


El autor dice que la imaginación sociológica se está convirtiendo en una característica importante de la vida cultural, como se podría ver en la psicología, en el análisis político o incluso la crítica artística, donde se le presta más atención a las prácticas sociales. Pero la imaginación sociológica no es una moda; es una cualidad mental para comprender la conexión de las realidades individuales a las sociales.

viernes, 9 de marzo de 2018

Pierre Bourdieu - ¿La sociología es una ciencia?

EL LUNES PRESENTAN ESTO LOS CUATRO ESTUDIANTES ASIGNADOS

Pierre Bourdieu - ¿La sociología es una ciencia?
Entrevista al sociólogo francés Pierre Bourdieu para la revista "La Recherche" (1997)



La sociología es en plenitud una ciencia, pero una ciencia difícil. Al contrario de las ciencias consideradas puras, ella es por excelencia la ciencia que se sospecha de no serlo. Hay para ello una buena razón: produce miedo. Porque levanta el velo de cosas ocultas, incluso reprimidas.

La Recherche: Comencemos por las cuestiones más evidentes: las ciencias sociales, y la sociología en particular, ¿son verdaderamente ciencias? ¿Por qué siente Ud. la necesidad de reivindicar la cientificidad?
Pierre Bourdieu: La sociología me parece tener todas las propiedades que definen una ciencia. Pero, ¿en qué grado? La respuesta que podemos hacer varía mucho según los sociólogos. Diré solamente que hay mucha gente que se dice o se cree sociólogos y que confieso tener dificultad en reconocerles como tales (es el caso también, en grados diferentes, en todas las ciencias). En todo caso, hace mucho tiempo que la sociología salió de la prehistoria, es decir de la edad de las grandes teorías de la filosofía social con la cual los profanos a menudo la identifican. El conjunto de los sociólogos dignos de ese nombre se ajusta a un capital de logros, de conceptos, de métodos, de procedimientos de verificación. No obstante, por diversas razones sociológicas evidentes, y entre los cuales porque ella juega el rol de disciplina refugio, la sociología es una disciplina muy dispersa (en el sentido estático del término), y esto en diferentes puntos de vista. Así se explica que ella dé la apariencia de una disciplina dividida, más próxima a la filosofía que las otras ciencias. Pero el problema no reside allí: si somos de tal manera detallistas acerca de la cientificidad de la sociología es porque ella perturba.

La Recherche: Los sociólogos entonces, ¿son objeto de una sospecha particular?
Pierre Bourdieu: La sociología tiene efectivamente el triste privilegio de encontrarse sin respiro confrontada a la cuestión de su cientificidad. Se es mil veces menos exigente con la historia o la etnología, sin hablar de la geografía, de la filología o de la arqueología. Siempre interrogado, el sociólogo se interroga e interroga siempre. Esto hace creer en un imperialismo sociológico: ¿qué es esta ciencia emergente, vacilante, que se permite someter a examen a las otras ciencias? Yo pienso, por supuesto, en la sociología de la ciencia. De hecho, la sociología no hace más que plantear a las otras ciencias preguntas que se plantean a ella de manera particularmente aguda. Si la sociología es una ciencia crítica, es quizás porque ella misma se encuentra en una posición crítica. La sociología crea problemas, como se dice.
La Recherche: ¿La sociología provoca miedo?

Pierre Bourdieu: Sí, porque saca el velo que existe sobre cosas escondidas y a veces reprimidas. Ella revela, por ejemplo, la correlación entre el éxito escolar, que se identifica con la inteligencia, y el origen social o, más aún, con el capital cultural heredado de la familia. Son verdades que los tecnócratas, los epistemócratas (es decir buena cantidad de aquellos que leen la sociología y de los que la financian) no quieren oír. Otro ejemplo: la sociología muestra que el mundo científico es el lugar de una competencia que está orientada por la búsqueda de beneficios específicos (premios Nóbel y otros, prioridad del hallazgo, prestigio, etc.) y conducida en nombre de intereses específicos (es decir irreductibles a los intereses económicos en su forma ordinaria y percibidos por lo mismo como "desinteresados"). Esta descripción cuestiona evidentemente una hagiografía científica en la cual participan a menudo los científicos y de la cual éstos tienen necesidad para creer lo que hacen.

La Recherche: De acuerdo. La sociología aparece a menudo como agresiva y perturbadora, Pero, ¿por qué se requiere que el discurso sociológico sea "científico"? Los periodistas también plantean preguntas molestas; ahora bien, ellos no reivindican su pertenencia a la ciencias. ¿Por qué es decisivo que haya una frontera entre la sociología y un periodismo crítico?
Pierre Bourdieu: Porque hay una diferencia objetiva. No es una cuestión de vanidad. Hay sistemas coherentes de hipótesis, de conceptos, de métodos de verificación, todo cuanto se adjunta comúnmente a la idea de ciencia. Por consiguiente, ¿por qué no decir que es una ciencia si lo es realmente? Ciertamente es una cuestión muy importante: una de las maneras de zafarse de verdades molestas es decir que ellas no son científicas, lo que quiere decir que ellas son políticas, es decir suscitadas por el interés, la pasión, por lo tanto relativas y relativizables.
La Recherche: Si se plantea a la sociología la cuestión de la cientificidad, ¿no es también porque ella se ha desarrollado con cierto retraso con respecto a las otras ciencias?

Pierre Bourdieu: Sin duda, pero ese retraso se debe al hecho de que la sociología es una ciencia especialmente difícil. Una de las dificultades mayores reside en el hecho de que sus objetos son espacios de lucha: cosas que se esconden, que se censuran; por las cuales se está dispuesto a morir. Es verdad también para el investigador mismo que se encuentra en juego en sus propios objetos. Y la dificultad particular que enfrenta la sociología se debe muy a menudo a que las personas tienen miedo de lo que van a encontrar. La sociología confronta sin cesar a aquél que la practica a realidades rudas, ella desencanta. Es el por qué, contrariamente a lo que a menudo se cree, afuera y adentro, ella no ofrece ninguna de las satisfacciones que la adolescencia busca frecuentemente en el compromiso político. De ese punto de vista, ella se sitúa al polo opuesto de las ciencias llamadas puras (o de las artes puras), que son sin duda por una parte, refugios en los cuales tienden a aislarse para olvidar el mundo, universos depurados de todo lo que causa problema, como la sexualidad o la política. Es el por qué los espíritus formales o formalistas hacen en general una sociología lastimosa.

La Recherche: Ud. muestra que la sociología interviene a propósito de cuestiones socialmente importantes. Eso plantea el problema de su neutralidad, de su objetividad el sociólogo, ¿puede permanecer por encima de las pugnas, en posición de observador imparcial?
Pierre Bourdieu: La sociología tiene como particularidad tener por objeto campos de lucha: no solamente el campo de las luchas de clases sino el campo de las luchas científicas mismo. Y el sociólogo ocupa una posición en esas luchas: de partida, en tanto que detentor de un cierto capital económico y cultural, en el campo de las clases; enseguida, en tanto que investigador dotado de cierto capital específico, en el campo de la producción cultural y, más precisamente, en el sub-campo de la sociología. Esto él debe tenerlo siempre en mente con el fin de discernir y controlar todos los efectos que su posición puede tener sobre su actividad científica. Es la razón por la cual la sociología de la sociología no es, para mí, una especialidad entre otras, sino una de las condiciones primeras de una sociología científica. Me parece, en efecto, que una de las causas principales del error en sociología reside en una relación incontrolada del objeto. Es entonces capital que el sociólogo tome conciencia de su propia posición. Las posibilidades de contribuir a producir la verdad me parecen en realidad depender de dos factores principales, que están ligados a la posición ocupada: el interés que se tiene en saber y en hacer saber la verdad (o, inversamente, a esconderla o a escondérsela) y la capacidad que se tiene de producirla. Se conoce la expresión de Bachelard: No hay ciencia sino de lo escondido. El sociólogo está mejor armado para descubrir lo escondido por el hecho de estar mejor armado científicamente, de que utiliza mejor el capital de conceptos, de métodos, de técnicas, acumulado por sus predecesores, Marx, Durkheim, Weber, y muchos otros, y que es más crítico; que la intención consciente o inconsciente que le anima es más subversiva, que tiene más interés en sacar a luz lo que está censurado, reprimido en el mundo social. Y si la sociología no avanza más rápido, como la ciencia social en general, es tal vez, en parte, porque esos dos factores tienden a variar en sentido inverso.
Si el sociólogo llega a producir, aunque fuere un poco de verdad, no está bien que él tenga interés en producir esa verdad, sino porque existe interés. Lo que es exactamente lo contrario del discurso un poco tonto sobre la neutralidad. Este interés puede consistir, como en todas partes, en el deseo de ser el primero en hacer un hallazgo y de apropiarse de todos los beneficios asociados, o en la indignación moral, o en la rebelión contra ciertas formas de dominación y contra aquellos que las defienden al interior del campo científico, etc. En síntesis, no hay una Inmaculada Concepción. Y no habrían muchas verdades científicas si se debiera condenar tal o cual descubrimiento (basta con pensar en la "doble hélice") so pretexto de que las intenciones o los procedimientos no fueron muy puros.

La Recherche: Pero, en el caso de las ciencias sociales, el "interés", la "pasión", el "compromiso", ¿No pueden conducir al enceguecimiento?
Pierre Bourdieu: En realidad, y es lo que constituye la dificultad particular de la sociología, esos "intereses", esas "pasiones", nobles o ignominiosas, no conducen a la verdad científica sino en la medida en que están acompañadas de un conocimiento científico de lo que las determina, y de los límites así impuestos al conocimiento. Por ejemplo, todos saben que el resentimiento ligado al fracaso no hace más lúcido acerca del mundo social sino encegueciendo respecto del principio mismo de esa lucidez. Pero eso no es todo. Más una ciencia es avanzada, más el capital de saberes acumulados es importante y más las estrategias de subversión, de crítica, cualesquiera sean las "motivaciones", deben, para ser eficaces, movilizar un saber importante. En física, es difícil triunfar sobre un adversario recurriendo al argumento de autoridad o, como sucede todavía en sociología, denunciando el contenido político de su teoría. Las armas -de la crítica deben ser científicas para ser eficaces. En sociología, al contrario, toda proposición que contradice las ideas incorporadas está expuesta a la sospecha de una opción ideológica, de una toma de posición política. Aquélla choca con intereses sociales: los intereses de los dominantes que tienen una opción por el silencio y por el "buen sentido", los intereses de los portavoces, de los altoparlantes, que necesitan ideas simples, simplistas, consignas. Es la razón por la cual se le pide mil veces más pruebas (lo que, de hecho, está muy bien) que a los voceros del "buen sentido". Y cada descubrimiento de la ciencia desencadena un inmenso trabajo de "crítica" retrógrada que acapara todo el orden social (los créditos, los puestos, los honores, por lo tanto la creencia) y que apunta a enterrar lo que había sido descubierto.