Robert Merton: “Estructura Social y Anomia” (1938)
Se entiende por anomia una condición en la que la sociedad tiene dificultades
para guiar moralmente a los individuos, y en la que los vínculos sociales entre
las personas y la comunidad se encuentran debilitados. La anomia frecuentemente
implica una separación, una dislocación entre los estándares individuales y los
de la sociedad (lo que entendemos por el concepto de “hechos sociales” de
Durkheim). El debilitamiento de la ética social dificulta la regulación de los
comportamientos.
En el
ensayo “Estructura Social y Anomia”, de 1938, del sociólogo estadounidense
Robert Merton, se analiza de una forma sistemática la desviación social,
explicando conductas “anormales” como la delincuencia, el suicidio, el crimen y
las anomalías psicológicas, entre otras. Hacia fines del siglo XIX, en el
pensamiento de Durkheim la anomia se había pensado de dos maneras. Por un lado,
en la obra “La División del Trabajo Social” aparecía como falta de
reglamentación, como un fenómeno producido por los cambios excesivamente
rápidos ocasionados por la industrialización que se vería agravado por el
progresivo debilitamiento de la conciencia colectiva. Por otra parte, en “El
suicidio”, la anomia es fundamentalmente un problema de regulación, de falta de
límites. Dado que sin controles impuestos socialmente, las pasiones y los
deseos se desatan, la única manera de evitar la impaciencia, la insatisfacción
y el malestar del infinito, como denomina también a la anomia, es a través de
los frenos y límites impuestos socialmente. Esta segunda acepción de la anomia
se refiere, entonces, no a que no existan normas y reglas, sino a que no se
cumplen, a que no tienen vigencia en la vida cotidiana, tanto porque la
sociedad es incapaz de vigilar y exigir su cumplimiento, como porque los
individuos las desconocen o no las aceptan. Teniendo en cuenta esta ambigüedad
en la obra de Durkheim, Merton no sólo amplió la concepción como tal de anomia,
sino también su función social como herramienta para explicar el conflicto y el
orden social de una forma mas extensa que la que había hecho Durkheim cuarenta
años antes.
Para Merton la anomia es una especie de quiebra de la estructura cultural, que tiene lugar cuando hay una separación grave entre las normas y los objetivos de una cultura, y las capacidades o el compromiso de los individuos por obrar de acuerdo con aquéllos. Además, sostiene que la probabilidad de caer en la anomia difiere entre los individuos debido a la estructura social donde conviven, haciendo a unos más propensos y con más posibilidades de caer en un estado de anomia, que según Merton es característico de los estratos más bajos de la sociedad, donde las posibilidades para acceder a los fines prescriptos por la cultura y la sociedad en general son escasos. De esta manera, las personas de menores recursos, sin poder encontrar los medios (el trabajo, la empresa, etc.) para los fines culturalmente impuestos (en la sociedad norteamericana del siglo XX en la que vivió Merton, hacer dinero), serían más propensas a -si quieren cumplir con dicho objetivo- buscar soluciones alternativas (y no necesariamente legales) para llegar a la meta de éxito material.
Ahora
bien, esta situación anómica es típica de la sociedad norteamericana y afecta a
todas sus instituciones, grupos e individuos. Todos son incitados -desde el
hogar, frecuentemente en las iglesias protestantes, en la escuela, el trabajo,
los medios de comunicación, etc.- a cumplir sin claudicación el “Sueño
Norteamericano”, la consigna ideológica y el mito de la igualdad y el éxito
económico para todos. Para alcanzar la cima (los símbolos de status: la casa en
los suburbios, el auto que enceran el fin de semana, etc.) sólo sería cuestión
de perseverar y trabajar duro; el fracaso se debe únicamente a la falta de
esfuerzo o a defectos del individuo.
Sin
embargo, en la práctica social cotidiana la realidad se presenta completamente
diferente. Las oportunidades (el acceso a los medios económicos, la educación,
la ocupación y demás, necesarios para lograr las metas culturalmente
prescriptas) no se hallan al alcance de todos, sino que se distribuyen en
función de la posición de clase social. Esto significa que se está en presencia
de una sociedad contradictoria, injusta y conflictiva, pues anida en ella, una
evidente disociación o contradicción entre la cultura (metas exigidas
universalmente) y la estructura social (desigual disponibilidad social de las
oportunidades), quedando así descartada toda correspondencia entre mérito,
esfuerzo y recompensa. Los fines son los mismos para todos; los medios, en
cambio, que se arregle cada uno como pueda. Esa dislocación es la que puede
llevar a la anomia.
Sin
embargo, hay sociedades donde hay cierto equilibro entre los objetivos y la
capacidad de la gente para llegar a ellos. En una sociedad de esquimales, por
ejemplo, en la que la meta socialmente impuesta sea, por ejemplo, ser una
persona pacífica y ser buen pescador, no existen objetivos culturales que
pueden conducir a un estado de anomia, como sí es el caso de la consecución de
dinero.
Frente
a la valoración de fines y medios, Merton planteó cinco categorías para
clasificar el grado de interacción social. Estas categorías se refieren a la
conducta social en tipos específicos de situaciones, no necesariamente a la
personalidad de un individuo.
Conformidad: Es la adaptación mas común. Aquí son aceptados tanto las metas culturales como los medios institucionales para llegar a las primeras. Es la forma de conducta no desviada. La persona no cuestiona aquí la justicia del sistma social, sino que lo acepta, incluso si no tiene los medios para alcanzar los fines que le propone. Esto significa, básicamente, comportarse de manera conforme a las reglas.
Innovación: Es cuando los individuos aceptan las metas establecidas pero rechazan los medios para llegar a ellas. El innovador tiene la aspiración por el éxito económico, pero rechaza los medios legítimos para alcanzarlo por considerarlos inconducentes o imprácticos, incorporando métodos ilegales para su consecución. Quienes van por la “plata rápida” son considerados por Merton “innovadores”. Esto está en contraposición a la criminología positivista de fines del siglo XIX (más claramente con el concepto de “delincuente patológico”) porque para Merton los delincuentes son normales: culturalmente normales. Quieren lo que quiere todo el mundo (lo que la cultura les impuso) pero tratan de conseguirlo de otra manera.
Ritualismo: La persona no aspira a la meta del éxito, frecuentemente porque está fuera de su alcance, pero respeta los medios legítimos. Es característico de individuos que viven en total control de todo lo que acontece en sus vidas, no toman excesivos riesgos ni aceptan tomar una decisión en donde no tengan todas las garantías y además estén completamente seguros de que van a conseguir lo que desean. Cartoneros, maestros y policías honestos de bajo rango pueden considerarse ritualistas.
Retraimiento: No se trata de una adaptación, sino tal vez una desadaptación al medio, ya que rechazan tanto las metas como los medios para hacer realidad los objetivos propuestos culturalmente. Es característica de algunos vagos, autistas, alcohólicos, algún viajero soñador y piojoso sin interés por otra cosa más que dormir bajo las estrellas, mantenidos de 35 años que no tienen real interés por generar ingresos ni trabajar, etc.
Rebelión: Son las personas que proponen instaurar un nuevo orden social, con metas diferentes y medios diferentes. Su objetivo es crear una sociedad nueva o modificar radicalmente la actual. Característico de actitudes revolucionarias.
Merton
esboza algunas propuestas para mitigar las tendencias anómicas en su sociedad:
Incorporar
metas alternativas al éxito económico para distintos estratos sociales. Así se
obtendría una mayor correspondencia entre mérito, esfuerzo y recompensa, y se
evitarían buena parte de las consabidas tensiones y frustraciones provocadas
por el sistema, las que pueden derivar en comportamientos ilegales. Un ejemplo
es proponer como meta social el desarrollo artístico, la ciencia o la
solidaridad.
Sobre
todo para los jóvenes, mejorar las oportunidades para alcanzar el éxito,
especialmente las de educación y empleo, limitando simultáneamente el acceso a
las oportunidades ilegítimas.
Estudio
y diagnóstico permanente de las necesidades del sistema que van surgiendo,
llevados a cabo por analistas expertos –especialmente sociólogos-, subordinados
a los dirigentes económicos y políticos, encargados de la cobertura de dichas
necesidades.
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