“Anomia es poco
decir, vivimos en descomposición” (14/08/2002)
El sociólogo Ricardo
Sidicaro, reporteado por Página/12, explica que la desestructuración de la
sociedad argentina casi no reconoce antecedentes.
Investigador del
Conicet y profesor titular en la UBA, Ricardo Sidicaro parte de la indignada
reacción de los vecinos de Esteban Echeverría por el asesinato de Diego Peralta
para trazar un análisis sobre el estado de desestructuración que atraviesa la
sociedad argentina. En diálogo con Página/12, el sociólogo sostiene que el
concepto de anomia no alcanza a (se queda corto para) caracterizar la crisis
actual, aunque descarta la posibilidad de un enfrentamiento civil. “Es un
proceso de descomposición, pero sin proyectos políticos enfrentados”, asegura.
–¿La quema de la
comisaría de El Jagüel es un episodio aislado o forma parte de un fenómeno más
global?
–La mayor parte de
las conductas es parte de una situación de profunda desestructuración. Las
respuestas que se dan son desesperadas y no tienen que ver con una acción
racional. La indignación existe y no cabe duda de que en situaciones de
desestructuración se desatan los más exasperados, los más irracionales en su
furia. No es la gran mayoría, pero la sociedad conduce a situaciones de
desesperación y hay gente que da este tipo de respuestas. Hoy la sociedad se
caracteriza por un avance de conductas poco relacionadas con los costos de la
acción. Hay algunos que están raptando personas por dos mil pesos. Son
conductas fuera de toda racionalidad costo-fines, aunque los que hagan eso sean
pobres.
–La quema de la
comisaría se basó en las sospechas de que la policía tuvo algo que ver con el
asesinato de Peralta. No es la primera vez que las fuerzas de seguridad
delinquen, pero la reacción fue mucho más violenta que en otras oportunidades:
¿por qué?
–En primer lugar hay
que aclarar que dentro de la policía hay muchos que se juegan la vida con una
actitud altruista. Sin embargo, lo que ocurre es que muchos de los que están
adentro de las fuerzas de seguridad se piensan como civiles y delinquen como
civiles. El Estado carece de capacidad para castigar este tipo de cosas. Pero
no es sólo algo propio de la policía: la descomposición institucional está
atravesando todas las esferas y, aunque en la policía se vuelve más peligrosa,
también se da en el sistema escolar o el sistema de protección de la salud.
–¿Es una situación de
anomia?
–Anomia es poco
decir. En una sociedad que está funcionando normalmente, en épocas en las que
se producen fenómenos económicos, de expansión o de recesión, se dan
situaciones de anomia. Tiene que ver con la desestructuración de las reglas. Si
se descubre oro, puede haber más riqueza y al mismo tiempo anomia. El Far West
es una situación de anomia con riqueza. Si aumenta la desocupación puede haber
anomia con desocupación, pero en general la anomia supone un conjunto de reglas
que se debilita. Esto es diferente: es una desestructuración mucho más grande
que aquella a la que remite el concepto de anomia. Suponer que la policía
delinque no es anomia, es mucho más.
–¿Cómo caracterizaría
entonces la situación actual?
–De descomposición
social. En situaciones de anomia los sujetos pierden su relación con las
normas. Acá el problema pasa también por las instituciones que tienen que hacer
cumplir esas normas. No es una persona que transgrede y hay un juez que aplica
la norma. El que transgrede es el juez.
–Muchos hablan de la
posibilidad de una guerra civil, pero no se ven bandos en disputa.
–Es que la
descomposición ha afectado a los bandos. En alguna época se constituían bandos
que se enfrentaban y la sociedad estaba más organizada. Hoy son individuos que
eventualmente se asocian para protestar, pero no tienen en común más que la
situación de la protesta. En otros tiempos había una ideología, una imagen de
país y de futuro que los llevaba a movilizarse. Hoy las movilizaciones de
reclamo prácticamente no tienen identidad. Las personas que reprimían, en otra
época, pensaban que lo hacían en nombre de Occidente o algo así. Quienes
reprimen hoy lo hacen ennombre de una desorganización en la cual ellos están
metidos: se extralimitan en la forma en que las instituciones a las que
pertenecen les ordenan reprimir. La descomposición atraviesa la simple
reproducción de la cotidianidad. Hay una pérdida de vigencia de las
instituciones y una pérdida de la integración de los sujetos al tejido social.
–¿Hay ejemplos de
situaciones de este tipo en la historia argentina? ¿O en algún otro país de
Latinoamérica?
–No. Un
debilitamiento institucional tan fuerte generalmente se ha correspondido con
bandos que salen a luchar. Se establece un verdadero conflicto o guerra civil.
Entre nosotros, la particularidad es la creciente descomposición que afectó a
los bandos que podrían constituirse. Nadie tiene un proyecto político en este
momento, pero no es que todos están desorganizados. Este debilitamiento
político institucional permite que las minorías activas y concentradas del
poder económico saquen sus beneficios. En general las formas de
desestructuración fueron a partir de proyectos políticos antagónicos. Hoy uno
no puede decir que existan proyectos políticos enfrentados. Lo que uno ve son
los efectos de la descomposición.
–¿En qué podría
derivar semejante situación?
–No sé. No se puede
saber en qué medida el reclamo de ley y de orden de los que quieren vivir de
una manera integrada puede convertirse en una fuerza política. Lo que reclama
la gente es el retorno a la ley. No la mano dura, sino que se cumplan las
leyes. Es la primera vez que en la Argentina hay tanto reclamos para que se
cumplan las leyes.
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