lunes, 14 de agosto de 2017

Movilidad Social 1976-2003

Cambios regresivos en el sistema de estratificación social y los canales de movilidad durante la apertura y liberalización de la economía



El sistema de estratificación social experimentó transformaciones sustantivas con la transición desde el modelo de desarrollo económico basado en la industrialización sustitutiva con fuerte participación estatal, hacia el modelo neoliberal de apertura económica, desregulación y privatizaciones iniciado durante la dictadura militar de 1976-1983 y consolidado en la década de 1990 con el menemismo. Esta transición hacia un modelo económico de corte neo-liberal fue parte de una reestructuración capitalista a escala mundial que se profundizó en la década de 1990, con la caída del bloque socialista y la globalización de la economía. En Argentina, estas políticas implicaron la transición de una economía industrial a otra financiera, agropecuaria y de servicios.

La reestructuración capitalista, la desarticulación de la estructura productiva industrial y el deterioro de las instituciones del Estado de Bienestar erosionaron las bases que estructuraban el sistema de estratificación abierto de la década de 1960 y principios de 1970. Una mirada de mediano plazo, permite observar las transformaciones regresivas de la estructura social en el período 1974-2001. Entre estos efectos regresivos se destacan el aumento de la desigualdad de ingresos, el crecimiento de la pobreza, la instalación de la desocupación como problema estructural del funcionamiento de la economía y el aumento de la precariedad laboral. Estos indicadores socio-ocupacionales muestran que la crisis de 1998-2002 no se trató de un fenómeno circunstancial sino de la fase final de una progresiva decadencia social de un país que desarticuló su estructura productiva y su entramado social.

En el período 1998-2001 en el que se registra la crisis final del modelo de apertura y liberalización de la economía se profundizaron tendencias que venían desarrollándose en el mediano plazo. La tasa de desempleo aumentó aceleradamente, el empleo asalariado no registrado incrementó en comparación al registrado, y el porcentaje de participación de los asalariados en la distribución del ingreso descendió abruptamente a 34% en 2002. Luego de la devaluación, la desocupación superó el 22% de la población económicamente activa y alrededor del 57% de la población quedó bajo la línea de pobreza. La apertura y desregulación de la economía produjeron la desaparición de gran parte de las pequeñas y medianas empresas manufactureras locales que habían crecido bajo la protección del mercado interno; cuando se liberaron las importaciones de bienes de consumo final e intermedios no pudieron soportar la competencia externa.

Con ello, disminuyó la mano de obra en el sector industrial. Asimismo, la privatización de las empresas de servicios públicos y las industrias básicas de hierro, acero, petróleo y petroquímicos tuvo el mismo efecto de contracción de la mano de obra asalariada. En este contexto de des-asalarización, aumentó el empleo por cuenta propia, el trabajo asalariado precario y la desocupación tanto en los estratos de clase media como en la clase obrera, aumentando el estrato de tipo marginal-precario. En contraste, en la cima de la estructura ocupacional la reconversión económica generó la expansión de un núcleo moderno de empresas de servicios e industriales de alto desarrollo tecnológico que produjeron el crecimiento de ocupaciones gerenciales y profesionales de alta calificación.

Esta polarización implicó el aumento de la desigualdad de ingresos entre los sectores de clase media-alta que resultaron “ganadores” de la reconversión capitalista neo-liberal y los sectores medios que se empobrecieron tras perder el empleo estable, la condición salarial, o su pequeño comercio o taller. El proceso de des-industrialización y reducción del estado desestructuró a la clase obrera consolidada lo que generó la expansión de un estrato marginal-precario: changarines, vendedores ambulantes, feriantes, artesanos sin talleres, limpiavidrios, cartoneros, etc.

En el periodo 1976-2001 disminuyó la movilidad social intergeneracional ascendente de larga distancia desde la clase trabajadora a la clase media característica de mediados del siglo XX. Dentro de la clase trabajadora se redujo la movilidad social ascendente de corta distancia rural-urbana, que implicaba el paso de peones rurales a trabajadores fabriles asalariados. La reducción estructural de ocupaciones de clase trabajadora calificada hizo que disminuyera este canal de herencia de clase de padres a hijos.

La pérdida intergeneracional del oficio manual fabril estuvo acompañada de una precarización laboral, sobretodo en las generaciones más jóvenes. El pasaje que implicó la desasalarización hacia ocupaciones tipo changas implicó una movilidad descendente.

En la parte inferior del sistema de estratificación social aumentó la inmovilidad en el segmento de clase trabajadora no calificada, a través de la reproducción intergeneracional en ocupaciones precarias, condiciones de pobreza y áreas urbanas segregadas. Estos sectores conforman un estrato marginado dentro de la clase trabajadora que se caracteriza por dos o más generaciones de personas que no pudieron acceder a oportunidades efectivas de movilidad social ascendente.

Por otra parte, la expansión de ocupaciones de servicios de alta calificación abrió canales de ascenso intergeneracional desde posiciones intermedias de la estructura social. Se conformó así un segmento de clase media-alta ligado a corporaciones financieras y empresas de servicios multinacionales con altos salarios y un estilo de vida lujoso.

Como contraparte, un sector considerable de las clases medias asalariadas conformado por empleados y cuadros técnicos de la administración y empresas estatales privatizadas transitaron trayectorias descendentes hacia ocupaciones de servicios de rutina (empleados de comercio) con un alto nivel de precariedad laboral, y hacia micro-emprendimientos de escasa productividad, como las emblemáticas remiserías o parripollos.

Los cambios descriptos se produjeron en un contexto de creciente expansión de la oferta educativa tanto en el nivel medio como superior en el que se destaca un notable desarrollo de la educación terciaria. En términos generales, aumentó el nivel educativo requerido por los distintos grupos ocupacionales, lo que condujo a un proceso de devaluación de los títulos, que exige movilizar cada vez más credenciales educativas para lograr una movilidad social ascendente y/o mantenerse en el estrato de clase de origen. La educación cumple un papel central en la apertura del sistema de estratificación social y la igualdad de oportunidades. En la medida en que el origen social condiciona el nivel educativo alcanzado, mantiene la desigualdad de oportunidades entre personas de origen de clase media y de clase trabajadora. El deterioro de la educación pública en los niveles primario y secundario, por políticas públicas que favorecieron la cobertura pero descuidaron la retención y la calidad, contribuyó a aumentar la desigualdad de oportunidades entre los hijos de padres de clase trabajadora y los hijos de padres de clase media.

En los nacidos entre 1960 y 1980, hijos de padres obreros calificados y semi/no calificados se observa una mayor inclinación hacia carreras terciarias más cortas que habilitan una movilidad social de menor distancia que la universitaria. Las fronteras de clase se fueron cerrando progresivamente, especialmente para los movimientos de larga distancia desde la clase trabajadora hacia la clase media. Predominó la movilidad de corta distancia en el interior de la clase media y la clase trabajadora.


En relación con la composición étnica de la estructura social de las ciudades de la Pampa Húmeda, se advierte un proceso de cambio, lento pero continuo a través del ingreso de personas de ascendencia mestiza (criollos e inmigrantes de países latinoamericanos) en las clases medias. Varios factores contribuyen a ello: el fin de la inmigración europea hace más de medio siglo, la exogamia entre personas de distinto origen étnico y la continuidad del flujo inmigratorio de países latinoamericanos. Si bien los migrantes internos y de países limítrofes ingresan por los estratos inferiores del sistema paulatinamente van ascendiendo, no sin enfrentar barreras socioculturales impuestas por una sociedad que se pensó a sí misma durante un tiempo largo de su historia como europea. La discriminación -que se reaviva sobre todo en momentos de crisis económica y social- cumple un papel central en la legitimación de las desigualdades, trazando límites de clase sobre prejuicios étnicos funcionando en ocasiones como estrategia de cierre social excluyente. Sin embargo, estas barreras socio-culturales son más tenues y permeables que en otras sociedades latinoamericanas. Con todo, la integración socio-cultural plena de los criollos e inmigrantes latinoamericanos de ascendencia mestiza y principalmente las comunidades indígenas es una cuestión pendiente y un desafío para el siglo XXI.

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