lunes, 9 de septiembre de 2019

Por qué los agricultores de EE.UU. hackean sus tractores con software ucraniano

Por qué los agricultores de EE.UU. hackean sus tractores con software ucraniano



El juego del gato y el ratón, protagonizado habitualmente por los usuarios de PlayStation y Sony o los dueños de un iPhone y Apple, tiene un nuevo protagonista: John Deere.

¿Qué tiene que ver el fabricante de tractores con Sony o Apple? Las tres empresas se "reservan" ciertos derechos de propiedad sobre sus productos. Sony persigue el hackeo de sus consolas para no permitir que corra juegos pirateados; Apple, para que sus iPhone sigan bajo su entorno y el de las operadoras; y John Deere, para que sí o sí los ¿dueños? de un tractor deban recurrir al servicio técnico oficial en caso de algún desperfecto.

Las restricciones de John Deere sobre los últimos modelos de sus tractores volvió muy popular la modificación del software de la computadora interna con un software proveniente de Ucrania: granjeros desesperados por reparar la maquinaria recurren a esa alternativa, que les devuelve el dominio sobre el vehículo, facilitándoles además la posibilidad de realizar cualquier reparación.

Límites
Que los granjeros acudan a hackers para "liberar" tractores tiene otra explicación: John Deere puede, de manera remota, apagar la maquinaria sin que los agricultores puedan hacer otra cosa más que comunicarse con la empresa para solicitar una reparación que bien podrían realizar ellos mismos.

De hecho, John Deere obliga a los compradores de un tractor en los EE.UU. a firmar un documento en donde se comprometen a no realizar cualquier tipo de reparación; todo debe hacerse en el service oficial. No hay posibilidad de "meter mano". Otro apartado impide que demanden a la compañía por imponer esas restricciones sobre los arreglos oficiales.

De hecho la marca obliga a los agricultores a firmar una cláusula que prohíbe prácticamente cualquier tipo de reparación y además evita que los compradores (que no propietarios) de sus tractores puedan demandarles por salir perjudicados por esa dependencia de las reparaciones oficiales. ¿Se te estropea el tractor y no puedes hacer la cosecha? Mala suerte. Es tu problema, no de John Deere.

Como indicaba un agricultor entrevistado, "si un agricultor compra el tractor, debería poder hacer con él lo que quiera. Si quieres sustituir la transmisión y lo llevas a un mecánico independiente te podrá hacer ese cambio, pero el tractor no arrancará. Deere cobra 230 dólares por la pieza, más otros 130 para que vaya a conectarte a un ordenador con un conector USB especial que autorice esa pieza".

Eso ha provocado la aparición de un mercado negro de software y hardware específicamente destinado a que los agricultores recuperen el control de sus tractores de John Deere.

¿El fin de la propiedad privada, o el principio del hacking que recupera esa propiedad?
La actitud de John Deere es un ejemplo destacable de cómo han cambiado las cosas en una industria que cada vez busca tener mayor control no ya sobre sus productos, sino también sobre sus clientes.

De hecho tenemos ejemplos mucho más cercanos en empresas como Apple, que han convertido sus productos en casi irreparables por parte de usuarios de a pie. El caso de los tractores John Deere abre un nuevo interrogante sobre la actuación de las industrias con respecto al control que ejercen sobre sus productos y clientes, atrapados muchas veces en un service oficial, no solo por el software sino también por el hardware.

Reparar un iPhone 7 no es una tarea que cualquier servicio técnico acepte enfrentar, debido a que el diseño del smartphone de Apple lo convierte en un producto casi irreparable. Al mismo tiempo, ofrecer garantías extendidas y servicio técnico oficial es un negocio en pleno crecimiento, sobre todo entre las empresas tecnológicas, donde la sola reparación de pantallas rotas representa ingresos constantes.


La situación revive una vieja pregunta: ¿pagar por un producto no entrega automáticamente la propiedad, y por ende, el derecho a hacer lo que uno desee con él? En vísperas de la era de los autos conectados, la pregunta vuelve a cobrar relevancia, quizás la misma que la del trabajo de los hackers dispuestos a liberar cualquier artefacto.

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