lunes, 8 de abril de 2019

EL VIERNES PRESENTAN BARALDO, MESSIL, ARANCIO Y CORES: Emile Durkheim - "Las Reglas del Método Sociológico" (1895)

Emile Durkheim - "Las Reglas del Método Sociológico" (1895)



El francés Emile Durkheim (1858-1917) fue uno de los fundadores del pensamiento sociológico. Estudió filosofía y se graduó en 1882. Siempre tuvo una preocupación por los aspectos morales de la sociedad, la cohesión social, la religión y las normas que rigen a la sociedad. Quería conocer los principios científicos que rigen la evolución de la sociedad. Su pensamiento fue separándose de la filosofía y acercándose más a las teorías sociales. Sus obras más importantes son "La División del Trabajo Social", de 1893, las "Reglas del Método Sociológico" (que aquí presentamos), de 1895 y "el Suicidio" de 1897. Como hemos visto en la obra de Bauman, podemos pensar que las redes de condicionamiento, la dependencia y la libertad de los actores son las preocupaciones centrales de la sociología. Pero, ¿dónde empieza y dónde termina la sociología? Durkheim va a decir que la sociología es la ciencia de los hechos sociales –ese es su objeto de estudio particular-, y que el primer paso de las reglas del método sociológico es tratar a los hechos sociales como cosas.

¿Qué es un hecho social? Se emplea esa expresión ordinariamente para designar más o menos todos los fenómenos de la sociedad, siempre que presenten algún interés social. No hay acontecimientos humanos que no puedan llamarse sociales. Cada individuo bebe, duerme, come y se enferma. Pero si esos hechos fueran sociales, la sociología no tendría un objeto propio y su campo se confundiría con el de la biología y la psicología.

En realidad, en todas las sociedades hay un grupo determinado de fenómenos que se distinguen de los que estudia la psicología. Hay costumbres que, incluso cuando están de acuerdo con mis sentimientos, no soy yo quien los ha creado, sino que los he recibido por medio de la educación. Por más alternativos que nos creamos, no podemos elegir totalmente la educación de nuestros hijos. Al nacer encontramos ya hechas todas las creencias religiosas; si existían antes, existen fuera de nosotros, afirma Durkheim. Lo mismo el idioma o el sistema monetario: funcionan independientemente del uso que haga de ellos. Estos son modos de actuar, pensar y sentir que existen fuera de las conciencias individuales. Tienen su sustrato en la sociedad, no en una persona en particular. Esta exterioridad permite diferenciar a los hechos sociales de los fenómenos psíquicos. Para que exista un hecho social, debe haber varios individuos que hayan mezclado sus acciones para que esa combinación dé por resultado algo nuevo. Para comprender cómo la sociedad se representa a sí misma, hay que comprender la naturaleza de la sociedad misma y no la de los particulares. El agua es un ejemplo de esto. Aunque  esté conformada por átomos de oxígeno y de hidrógeno, las propiedades del agua no son las propiedades ni del hidrógeno ni las del oxígeno: son las propiedades del agua. La historia de Argentina es la historia de Argentina, no la de Martín Fierro; la historia de Inglaterra es la historia de Inglaterra, no la de Arturo.

Los hechos sociales no sólo son exteriores al individuo, sino que también tienen un poder imperativo, coactivo o coercitivo. Es decir, que tienen la posibilidad de obligar. La prueba está en que se afirman en cuanto tratamos de resistirlos. Si intento infringir las reglas del derecho, éstas reaccionan contra mí. Algo similar ocurre con la vestimenta, por la que puede producirse una suerte de castigo también. Tampoco estamos obligados a hablar castellano, pero es imposible no hacerlo. Entonces, los hechos sociales son hechos que presentan características muy especiales: consisten en modos de actuar, pensar y sentir, exteriores al individuo y dotados de un poder de coacción por el que se imponen. Además, no pueden confundirse con fenómenos psicológicos, que existen sólo en la mente de una persona. Por eso, se llaman sociales, porque no pueden tener otro sustrato, otro sustento, que la sociedad. Estos constituyen el campo propio de la sociología. Pone como ejemplos el matrimonio, la moneda, el lenguaje, la religión, la organización política y el suicidio.

Un hecho social muy claro es la forma en la que se educa a los niños. Toda educación consiste en un esfuerzo continuo por imponer al niño formas de ver, sentir y actuar a los cuales no llegaría por su cuenta. Comer, dormir a horas regulares, obediencia, tener en cuenta a los demás: el medio social tiende a moderar al niño como la sociedad quiere, y los padres y maestros son intermediarios. La costumbre colectiva se expresa en una fórmula que se repite de boca en boca. Pueden existir incluso sin ser aplicados.

El hecho social es distinto de sus repercusiones individuales. Un matrimonio o un suicidio parecen, al principio, inseparables de las formas que adoptan en casos particulares. Pero la estadística da una forma de aislarlos: representarlos por tasa de natalidad, nupcialidad, suicidio, etc. Así, las causas individuales del fenómeno se neutralizan y se expresa el estado del “alma colectiva”. Las manifestaciones privadas no son fenómenos sociológicos. Pero un fenómeno es sociológico si es común a la mayoría, si es general. Si todos los corazones latieran al unísono, no sería debido a una concordancia, sino a que una fuerza los mueve en el mismo sentido.

Un hecho social es toda manera de hacer, establecida o no, susceptible de ejercer sobre el individuo coacción exterior; es general en la extensión de una sociedad determinada, teniendo al mismo tiempo una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales.”

Recapitulando, encontramos que las cuatro características de los hechos sociales son: exterioridad (existen por fuera de las conciencias individuales y no tienen su origen en ella, sino que surgen de la conciencia colectiva), coacción (tienen el poder de obligar, o de que haya una reacción social frente a su incumplimiento), anterioridad (suelen anteceder a las conciencias individuales) y generalidad (aplicables a la mayoría en una sociedad).

Una cosa similar, aunque no idéntica, son las corrientes sociales. En una asamblea política, los grandes movimientos de entusiasmo o indignación no tienen como lugar de origen ninguna conciencia particular. Somos entonces juguetes de una ilusión que nos hace creer que hemos elaborado nosotros mismos lo que se nos impone desde fuera. Por lo tanto, cuando la asamblea termina, esas influencias dejan de actuar sobre nosotros: nos calmamos, dejamos de gritar y se nos enfría la cabeza, y hasta podemos estar en contra de lo que estábamos gritando hace una hora. Son hechos sociales sociales inmateriales y no cristalizados que son igualmente objetivos e influyentes en los individuos: por ejemplo, los grandes movimientos de masas impulsados por el entusiasmo, indignación o piedad. Las corrientes sociales son como hechos sociales de corto plazo: tienen las características de exterioridad y coacción, pero no necesariamente la de anterioridad o generalidad.

Se llama institución a todas las creencias y modos de conducta instituidas por la colectividad. Por eso Durkheim dice que la sociología es la ciencia de las instituciones: de su origen y de su funcionamiento. Por eso la sociología de Durkheim se preocupó fundamentalmente de las creencias y la cultura. Para Durkheim la conciencia colectiva es el conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio de los miembros de una sociedad que forma un sistema determinado con vida propia. Para Durkheim la libertad de las personas está condicionada por su naturaleza social: los hombres están inclinados naturalmente hacia sus semejantes, a la sociedad y sus costumbres e instituciones. La libertad para él es el control externo de las pasiones de cada persona, viene de la internalización de una moralidad común.

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