lunes, 9 de octubre de 2017

Crisis de Representación

Crisis de Representación


En 2001 Argentina atravesaba la crisis económica y política más importante de su historia. El quiebre del tejido social, la desesperanza y la crisis de representatividad política hicieron tambalear al sistema democrático y miles de personas salieron a las calles a manifestarse contra un sistema que arrojaba al pueblo a la miseria y la desocupación.

Crecía la imagen del presidente De la Rúa como incapaz,  inoperante y "gagá". La Alianza (una coalición electoral encabezada por el radicalismo) se había presentado como lo opuesto a la corrupción menemista en las elecciones presidenciales de 1999. Sin embargo, su imagen se deterioró después de la renuncia del vicepresidente "Chacho" Álvarez por un escándalo de coimas en el Senado. Lo que es peor, la política económica de De la Rúa era fundamentalmente una continuación de la de Menem, con lo que siguieron aumentando la desocupación, pobreza e indigencia.

El 25% de la población activa estaba desocupada o subocupada; la economía, en recesión desde 1998, había caído un 14% hasta el 2001; la pobreza superaba el 35%; el gobierno ya no conseguía financiamiento para hacer frente a los intereses de una enorme deuda externa (180 mil millones) que había crecido como bola de nieve desde la dictadura y se sucedían los negociados como el “Blindaje” (nos endeudamos por 40 mil millones para que nos sigan prestando plata) o el “Megacanje” (nos patean vencimientos de deudas pero nos endeudamos 55 mil millones más). La política de déficit cero fracasaba por la caída abrupta del consumo y el menor ingreso fiscal. La ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, recortó 13% las jubilaciones y los salarios de estatales como medida de ajuste más recordada.
                     
La elección legislativa de 2001 se caracterizó por el llamado “voto bronca”, a través del cual una buena parte de la ciudadanía manifestó su enojo con la clase política, en general, y con el gobierno de De la Rúa en particular. Durante la campaña electoral, los medios de prensa y algunas organizaciones ciudadanas convocaron a la abstención, al voto en blanco o a la anulación del voto. Sumando los electores que se abstuvieron de votar y aquellos que votaron en blanco o anularon su voto, el 43% del electorado habilitado para votar manifestó su repudio no sólo al gobierno, sino al resto de las fuerzas políticas. Esta conducta electoral era una manifestación contundente de la crisis de representación y contribuyó, sin duda, a disminuir la legitimidad de las autoridades elegidas. La ciudadanía desconfiaba de los partidos políticos (peronismo y radicalismo eran vistos como corruptos y responsables de la situación económica) y de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, percibidos como igualmente pervertidos e incapaces.

"No me convence ningún tipo de política
Ni el demócrata ni el fascista
¿Por qué me tocó ser así?
Ni siquiera anarquista
-"El Revelde", La Renga

Después de la derrota electoral, la credibilidad del gobierno de De la Rúa prácticamente había desaparecido. La situación económica se deterioraba día a día. Durante la última semana de noviembre de 2001, más de mil millones de dólares fueron sacados de los bancos por los ahorristas. 

En esa situación, algunos bancos comunicaron al gobierno que no resistirían la corrida. El 1 de diciembre, De la Rúa y su entonces ministro de Economía y autor de la convertibilidad, Domingo Cavallo, anunciaron el “Corralito” que limitó las extracciones de dinero a $ 250 semanales para evitar la fuga de capitales y el colapso bancario.

Esta medida resultó ser mucho más impopular que una devaluación y causó una furia popular, expresada con cacerolazos masivos. La ciudadanía no sólo condenaba a la clase política y sus malas decisiones, sino que puso en jaque al propio Congreso y a la Corte Suprema de Justicia.

La protesta más fuerte fue la del 19 de diciembre, cuando De la Rúa, mediante un discurso, declaró el estado de sitio (la suspensión de las garantías constitucionales, como el derecho a reunión y manifestación), lo que aumentó el malestar. Apenas terminó la emisión del discurso, la gente salió de sus casas a golpear cacerolas. La gente comenzó a reunirse en las esquinas y espontáneamente comenzaron a caminar rumbo al centro. Un gran cacerolazo había comenzado. A la madrugada la Plaza de Mayo se había llenado de gente que coreaba una consigna: “¡Que se vayan todos!”

Otro importante elemento de desestabilización fue la ola de saqueos (robos masivos a supermercados, asaltos a camiones en la ruta, robos en comercios) de diciembre de 2001, frecuentemente atribuidos -por lo menos en parte- a las patotas del PJ bonaerense de Duhalde.

El día 20 se desarrollaban marchas en la Capital y las fuerzas policiales reprimían duramente a los manifestantes, causando 39 muertes en esos dos días. Mientras esto sucedía el gobierno decidió la renuncia del ministro Cavallo. Al atardecer de aquel día, el Presidente se dirigió otra vez a la sociedad a través de la cadena nacional para dar a conocer su renuncia. Pocos minutos después, la televisión transmitía la huida de De la Rúa desde la terraza de la casa de gobierno a bordo de un helicóptero.

Hundidos en la crisis, más de la mitad de los argentinos cayeron en la pobreza y el desempleo alcanzó al 24% de la población. Esto desató motines urbanos, sobre todo en Buenos Aires, pero también en Córdoba y en Rosario.

Luego de la renuncia de De la Rúa, y después del paso de Puerta, Rodríguez Saa y Caamaño por la presidencia, fue Eduardo Duhalde quien se hizo cargo del gobierno. Desde enero de 2002 la economía comenzó a reactivarse gracias a la devaluación (se derogó la ley de convertibilidad en enero de 2002), que abarató la producción e hizo subir los precios de las materias primas.

Pero la represión, seguida de muerte, encargada por el Ejecutivo contra manifestantes –con los asesinatos de Kosteki y Santillán- en el puente Pueyrredón, protagonizó la llamada Masacre de Avellaneda, que obligó a Duhalde a llamar a elecciones precipitadamente. En mayo de 2003 Néstor Kirchner llegaba a la presidencia.


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